Caminé hasta mi armario, me alcé en puntillas y estirando las manos alcancé la pequeña caja fuerte en la que tenía guardada una de mis posesiones más preciadas. Mi pequeña daga, la que se acoplaba perfectamente a mi mano. La sujeté con gusto, pensando que había llegado el momento de usarla, el momento que tanto deseé.
Llevaba años ahí guardada y hoy por fin había recibido la señal que me permitía actuar.
Después de coger la caja gigante de contrabajo vacía que tenía junto a la cama y colgármela del hombro, me guardé la cuchilla en el bolsillo y sin necesitar nada más para llevar a cabo mis planes, salí de mi apartamento, caminando tranquilamente como si no tuviera otra intención más que salir a pasear, cuando en realidad mis propósitos eran mucho más macabros y oscuros que eso.
La luz plateada iluminaba el camino que tantas veces he recorrido, sonreí de lado y apresuré el paso. Estaba ansioso, me moría de ganas de ejecutar el plan que tantas semanas había pensado. Era magistral, con una belleza tenebrosa que necesitaba que él viera.
Necesitaba quebrar esa burbuja en la que ambos se envolvían, porque no soportaba seguir siendo espectador de una alegría que no me pertenecía.
Ambos debían sufrir, uno debía morir y el otro extrañarlo. Era todo lo que pedía.
Me encontré frente al hotel en el que solía hospedarse. Un lugar que pasaba totalmente desapercibido, ni demasiado ostentoso ni demasiado sucio y pestilente como para llamar la atención. Sin embargo, para mi conveniencia, no tenía mucha seguridad, lo que me permitió escabullirme por las escaleras sin ser visto por nadie. Después de todo, a las dos y media de la madrugada, ni un alma recorría los pasillos.
Primer, segundo, tercer piso, hasta que alcancé el cuarto. Mi mano seguía oculta en mi bolsillo y mis dedos jugueteaban con el cuchillo, estaba ansioso y me reí cuando noté que por fin estaba ante su puerta. Había esperado tanto por este instante que no titubeé ni un segundo más y lo llamé con dos toques sutiles.
Un minuto más tarde y él ya estaba frente a mí, mirándome con el cabello bermejo desordenado y una ceja enarcada. Seguramente preguntándose cómo demonios le había encontrado y qué pretendía hacer.
Oh, Sasori, si tan solo supieras...
—¿Qué haces aquí? —me preguntó sin un ápice de simpatía. Lo entendí, a cualquiera le molestaría que le descubrieran su guarida secreta. El lugar donde probablemente se escondía de los demonios al acecho.
Hice girar el cuchillo en mi mano, Sasori no lo notó, demasiado concentrado en mirarme y en entender cómo fue que lo encontré. Había roto sus barreras y eso lo puso alerta.
Acorté la distancia que nos separaba de una zancada, empujándolo suavemente para así meternos dentro de la habitación. El cuerpo del pelirrojo se tensó y me miró con petulancia, aun cuando sabía que estaba en clara desventaja física conmigo. Pero el desgraciado no se reduciría ante nadie y eso solo hacía la tarea más y más emocionante.
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El Asesino | ItaDei [Editando]
ФанфикUna noche cualquiera, Deidara encuentra el cadáver de su novio en el tapete del recibidor de su apartamento. Durante su vida se ha envuelto con toda clase de personas y sabe que debe vengarse, que lo que le han hecho no puede quedar así. Con ayuda d...