❀ 34 - Decisiones ❀

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Itachi

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Itachi

Mis ojos veían en escala de grises.

El mundo me parecía oscuro, opaco y con una estela de temor que me provocaba escalofríos. Apoyé la cabeza en el vidrio del coche e intenté recordar cómo se sentía ver en colores, pero ya casi no tenía recuerdos alegres, todos estaban teñidos de melancolía, de pérdida y un poquito de gris. De gris oscuro como las nubes que ocultaban el sol en el cielo.

Me estremecí. Quería hacerme pequeño y desaparecer de este coche, volver a mi habitación y esconderme debajo de las cobijas para no tener que exponerme al mundo y a todo eso que me daba miedo. Congelaría el tiempo y permanecería ahí en la oscuridad, quieto, sin nada que amenazara con romper esa frágil estabilidad en la que me protegía. Si el tiempo no avanzaba, nadie podía irse de mi vida por una muerte trágica, nadie podía atacarme y nadie podía mentirme. Todo se mantendría en estabilidad y yo podría respirar tranquilo.

Pero ahora no podía respirar tranquilo porque afuera el mundo se movía a toda velocidad. La gente corría de un lado al otro, el tiempo avanzaba y el coche aceleraba constantemente por las calles de esa ciudad atiborrada de personas que no hacía más que causarme ansiedad.

Me temblaban las manos.

Deidara me echó un vistazo y yo intenté ofrecerle una media sonrisa, pero obviamente no lo convencí porque estaba demasiado nervioso para fingir. Me sentí estúpido porque ya ni siquiera podía hacer lo único que había hecho bien durante toda mi vida: fingir.

Siempre fingí, aunque nunca me gustó hacerlo.

Durante toda mi vida oculté cosas. Le ocultaba a mi madre las bromas que me hacían en la escuela y me defendía cómo podía para no causarle problemas. Le escondí todas las crisis de angustia que sufrí cuando Sasuke murió solo para no afectarla todavía más por la muerte de su hijo. No le di explicaciones a Kisame cuando abandoné el pueblo y solo me fui dejando todo atrás.

Nunca le conté a Deidara que mi mente era un desastre y ahora no era capaz de ocultar que el desorden se escapaba de mi cuerpo sin que pudiera contenerlo.

Ahora no tenía fuerzas para nada y solo quería llorar todo el tiempo.

Respiré hondo, sintiendo lástima de mí mismo por ser tan patético. Deidara me miró otra vez, pero ahora la preocupación estaba patente en su rostro.

—Ita... —empezó y yo solté un suspiro. Otra vez empezaba a preocuparse y me culpé por no ser capaz de ocultar que me sentía como la mierda. Estaba harto de todo esto, de la vida que no parecía tener ningún sentido y de esta sensación asquerosa que me llenaba el pecho—. ¿Estás seguro de que vas a estar bien?

Asentí con la cabeza a sabiendas de que no me creía. Sabía que me veía patético, ridículo, que se me veía en la cara que no podía con mi existencia porque llevaba días sin pegar ojo. Pero aun así insistí porque me incomodaba verbalizar todo lo que estaba sintiendo. Mejor dicho, ni siquiera sabía qué sentía, mucho menos podría explicarme y no tenía la energía ni para intentarlo.

El Asesino | ItaDei [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora