❀ 13 - Interrogatorio ❀

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Itachi

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Itachi

Los días han pasado lentamente y Deidara sigue aquí, conmigo, acompañándome y cuidándome. Después de quebrarme frente a él y de contarle lo mal hijo que era pensé que no querría volver a verme. Mis pensamientos se volvieron catastróficos e imaginé que le había decepcionado y que no le agradaba la idea de relacionarse con alguien como yo, un hombre cobarde y débil que no era capaz de enfrentarse a sus demonios.

Pero no ocurrió eso. De hecho, pasó todo lo contrario.

Venía cada mañana, cargado con verduras y frutas. Se preocupaba de que tomara mis analgésicos y luego se acostaba a mi lado a ver televisión y así poder comentar las noticias juntos. A media mañana se levantaba y desaparecía en la cocina, lo escuchaba revolotear y pronto aparecía con una bandeja y dos platos servidos.

Almorzábamos juntos, sumidos en una conversación que siempre me parecía interesante, sin importar la temática que tuviera. Solo me bastaba con que mis palabras se entremezclaran con las de él, que sus ojos me miraran y que sus labios me sonrieran.

A medida que pasaban los días, más tranquilidad me regalaba su sonrisa.

Me estaba acostumbrando sin reparos a esa rutina, a esa en la que compartía con él y solo con él. Me estaba acostumbrando a nuestras conversaciones, nuestros chistes y nuestras risas.

Pero obviamente tenía que acabarse.

Me tocaba volver al trabajo.

Bueno, en realidad no era una obligación. De hecho, todavía tenía una semana más de licencia, pero me asustaba acostumbrarme a pasar mis días con Deidara y que luego la triste realidad en la que solía vivir me golpeara con demasiada violencia. Así que más me valía recordar que yo vivía solo.

Solo como lo estaba hace nueve años.

Caminé hasta la estación de policía y saludé a los demás agentes con un movimiento de mano. Luego me escabullí al final del pasillo donde se encontraba la oficina de Kisame, esa que era como mi segunda casa. Entré sin tocar y mi amigo me miró de arriba abajo con un gesto que casi parecía indignado.

—Itachi, ¿qué demonios haces aquí? —me gruñó y yo me encogí de hombros.

—¿Qué crees? Vengo a trabajar —dije haciéndome el desentendido y me senté frente a él, intentando alcanzar uno de los papeles que estaba leyendo—. ¿En qué estamos?

—Te esperaba aquí en una semana más, no ahora.

Bajé la mirada.

—No podía estar más en casa —murmuré.

Había un poco de verdad y de mentira en esa frase.

No podía estar más ahí y no porque no me gustara, al contrario, me sentía demasiado bien con Deidara al lado, evitaba que mi mente se dirigiera a los recovecos más oscuros de mi conciencia y hace días que no tenía que tomarme un ansiolítico, cuando en mi normalidad solía necesitar como mínimo uno al día.

El Asesino | ItaDei [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora