capítulo 1

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El olor a carne quemada inunda el lugar, la humedad y la materia fecal de perros y gatos hacen de la locación un sucucho insoportable.
Es verano, la temperatura se sospecha como de 35°, aunque ahí dentro debe elevarse  mucho más.

Los gritos no se escuchan desde afuera, se ahogan junto a la mordaza en algún rincón del sótano.
Una antigua caldera de hierro es testigo de la persona tratando de gritar. La picana le recorre la pierna muy cerca de sus genitales, el pobre desgraciado tiene el rostro hecho una piscina climatizada y las uñas clavadas a la palma de tanto cerrar el puño de dolor.
Las lágrimas y el sudor son una misma cosa y el olor es más desagradable pasado el tiempo.

_ ¡Te gusta hijo de puta! ¡Ahora Sabes lo que se siente!

El torturador le corre la venda de los ojos y se los tapa con la mano, acerca su boca al oído y le susurra.

_Que feo que es estar inútil, desprotegido y no saber nada de tu familia ¿no? si te están buscando, si te dieron por muerto o si están en otro lugar siendo violados y torturados  

La bofetada que le propina el torturador, le sacude la transpiración del rostro y le hace caer la venda nuevamente a los ojos. Luego lo escupe, la saliva tibia le tapa la nariz y se desliza lentamente hacia la mordaza.

El suelo del sótano se encuentra cuatro metros bajo tierra, hace muchos años que esta inutilizado. Nada sirve ahí, el cableado está muy viejo y la lluvia entra por todas partes. Una lamparita improvisada los alumbra tenue y baja la intensidad cada vez que la corriente pasa por la picana. Son los únicos cables conectados que hay abajo, arriba en la cocina y en el baño hay otros, son lo único nuevo que contrasta con la mansión Seré.

*** ***

_ ¿Cómo te va en tu nuevo trabajo amor? Desde que empezaste no hemos hablado mucho del tema.

_ Es lo mismo de siempre papeles de aquí y papeles de allá.

_ No seas tan duro con vos amor.

_No tengo remedio Rosa, esto es lo que hice siempre y lo que sé hacer, llevar adelante negocios de otros. Pero recién llego y  me quiero bañar, estoy todo transpirado.

Miguel Herrantes regresa unos pasos atrás y cuelga el saco en el perchero de madera atornillado en la pared. Mira la hora en la televisión, 17:30. Se sienta junto a la mesa. Rosita coloca el apoya pava, vuelve a la cocina pero antes le pide a Miguel que prepare el mate, que la pava pronto va a estar y le hace notar que ha llegado antes del trabajo.

_ Si, lo note, había poco trabajo, no es pecado a veces querer salir antes.

_El calefón se está calentando, tenemos tiempo para unos mates.

Rosita agudiza la vista en el cuello de Miguel.

_ ¿Tenes una manchita de sangre ahí en el cuello?

A este se le abren más los ojos, se pone nervioso, disimula su inquietud y como un mago saca un conejo de la galera, Miguel saca una respuesta rápida y creíble.

_ Ah, me he matado un mosquito en la puerta antes de entrar.

La charla entre ambos es amena, ella le comenta la buena suerte que tuvieron al conseguir Miguel nuevamente trabajo gracias a una recomendación de su prima. Ya se estaba hartando de tenerlo en casa refunfuñando por no conseguir trabajo, ni siquiera changas de electricidad, que era con lo que se la estaba rebuscando antes de trabajar en 1970 para los hermanos Rotsman, en sus fábricas de papel.

*** ***

Orlando, intenta como otras veces sin resultado, pasar sus huesudas manos a través de los grilletes, tira con fuerzas hasta que se le ponen azules, es ahí cuando desiste y los grilletes vuelven a bailarle en sus muñecas, volviéndoles a su color blanquecino.

Solo duerme o piensa... piensa. Cuando uno se encuentra en esa situación, no le queda otra que darle manija a la cabeza, muchos arrepentimientos se le cruzan, ve rostros de quienes lastimó e incluso mató. Se da cuenta que se merece esto y llora pero ya es tarde, sabe que mucho daño ha hecho, pasándose los derechos humanos por el culo una y otra vez sin cargo de conciencia. Nunca podrá, pase lo que le pase, limpiar todo la mierda que ha dejado. Todo con tanta impunidad que le fue fácil adueñarse de vidas, de bienes ajenos y de bebés para venderlos o entregarlos robando así también identidad.

*** ***

El celular suena dos veces, Miguel levanta el tubo y curiosea que Rosita no esté cerca.

_ ¿Si?

Una vos conocida y relajada le pregunta:

_ ¿Cómo va todo?

_ ¡Oh! señor, todo marcha bien, la rutina es la misma, quédese tranquilo no me voy a salir de lo acordado.

_ Bien, bien ¿Cómo está el?

_ Eeeeh... es muy difícil saberlo, porque yo jamás sentí esas cosas sobre mí como para darme una idea o parámetro, pero se lo ve fuerte, aguantará, no se preocupe.

_Ok, tenga cuidado eh, la verdad temo que se nos vaya. Volveré a llamar.

_No. Como le dije, quédese tranquilo señor.

Del otro lado, Cláudio Tamburri cuelga el tubo preocupado, se pregunta si está haciendo bien, la respuesta es obvia y directa: No. Pero la venganza que siente a veces lo deja satisfecho en parte, aunque con culpa, por que el no es así, ni siquiera podría hacerlo el mismo, por eso contrató a Miguel Herrantes, en más, ni siquiera presenciaría la venganza y disfrutaría como lo ha hecho Orlando.

Recuerda su cautiverio, el sonido de la lluvia en el postigo de la ventana el cual le concedió su libertad, se recuerda escabullendo desnudo junto a sus compañeros, bajo una tormenta eléctrica, con la mezcla de adrenalina, valentía y de temor que le recorría todo el cuerpo mojado y desnudo acompañado del frío descomunal.

Su mujer lo abraza por la espalda.

_ ¿Qué te pasa Clau? ¿Algún problema? ¿Quién era?

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