Capítulo 18 curiosidad

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En la cocina tenes lo básico, mate, té, agua, café, tenes pan de ayer que todavía esta bueno y montón de paquetes de galletitas de agua. No dejes nada abierto que las hormigas se lo van a devorar.

Bueno eso es todo. Dicho así parece un montón de cosas, pero a media que las vayas haciendo te van a ir pareciendo naturales.

Miguel se despide con un apretón de manos y un abrazo.

_Quédate tranqui pichón, por ahora esto es fácil.

*** ***

Su casa se ve tranquila por fuera, como siempre. El felpudo de bienvenida tiene 2 letras menos.

El sonido de sus llaves es advertido por Rosita, que abre la puerta antes que Miguel coloque la llave correcta.

El Peugeot descansa el motor subido a la vereda.

Todo está ordenado y limpio dentro de la vivienda, su mujer es una excelente ama de casa.
El olor a comida le llega a la nariz ni bien piso el living.

El se prepara para bañarse y coloca la muda que se va a poner sobre la tapa del inodoro.
Rosita lo sigue detrás contándole las noticias del día, que el vecino, que las chicas del gimnasio, que fulana se casa con fulano, que llamó la madre y las noticias de la tv.

_Que incertidumbre con el caso de Orlando Agostini ¿No? Creo que se lo merece, pero hacerlo pagar así, no sé si está bien. ¿Qué opinas vos?
A puerta cerrada en el baño Miguel le responde:

_Yo opino, que se muera ese genocida, se lo merece y nuestra vida no va a mejorar ni empeorar si eso pasara.

_He he ¿Qué pasa? ¿Pasó algo en el trabajo? ¿Estás enojado?

_No, no. Estoy bien, solo contesto tu pregunta. No me gusta esa clase de gente, me produce rechazo.

_Menos mal que no tenemos familiares en la milicia.

_Si lo tendríamos, lo veríamos lo menos posible, estaría de guardia todos los santos días.

*** ***

Martín recorre la mansión, no puede creer semejante vivienda y semejante mugre pero no camina muy lejos, en lugares como estos, lo desconocido asusta. Espía por la rendija de una ventana tapiada, ve la luz de la calle pero nadie anda por ahí. En la cocina se prepara un mate cocido y abre un paquete de galletitas. La próxima, se traerá un libro o su cuaderno para garabatear. Curiosea un fascículo de espectáculos del diario, donde una modelo embarazada, muestra desnuda su panza de 6 meses tapándose las partes pudorosas con las manos.

Martín está sentado en el cajón de plástico que Miguel usa en todos lados. Después de media hora se levanta y apoyado en el marco de la puerta observa los candados de la puerta de metal que encierran al ex militar. Los mira y los mira... los abre con la mente, se imagina a Orlando Agostini arrodillado a sus pies pidiéndole clemencia, llorando a gritos para que lo libere. Le levanta la cabeza de los pelos y le pega dos bofetadas, le escupe el rostro y le da 2 o 3 golpes más, pero esta vez en el estómago. Afuera, la luz de un auto que entra por las rendijas de la ventana lo vuelve a la realidad con la mirada fija en los candados intactos colgados de los cerrojos.

Toca con suavidad las llaves en su bolsillo, juega pasándoselas entre sus dedos y sacude el bolsillo haciéndolas sonar. La curiosidad lo está matando, no contaba con eso. Sabe que el represor está indefenso, solo es mirarlo en su cautiverio, tenerlo a solas en frente y listo. Está sintiendo una sensación de poder, hasta piensa que en este momento estaría bueno tener un arma, clavársela en las amígdalas, amenazarlo sin que él pueda verle el rostro juvenil.

No aguanta verlo hasta mañana cuando deberá darle algo de beber

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