capítulo 12

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Primero soltaremos a Orlando Agostini y horas después, el otro grupo hará lo mismo con el teniente ángel de la muerte Astiza.
Nosotros solo nos ocuparemos de Orlando.
Gran parte de mi vida ocupe en esto. Después de lograr tener trabajo, casa, auto, alguien a quien amar y recibirme en mi carrera, invertí en este proyecto todo lo que tenía, si te digo que hasta saque un préstamo y estoy endeudado, no me lo vas a creer.

_Tamburri, con todo lo que vi y todo lo que escuche, lo del préstamo es lo de menos y es totalmente creíble.
Bueno me iré . Rosita me estará por mandar un mensaje para saber en que ando que todavía no he llegado ¿Usted come acá?

_ Pensaba hacerlo con usted pero no hay problema, mejor, así como con mis padres en casa. Seguimos en contacto. Pronto te voy a mandar al otro integrante.

_Ok, estaremos en contacto.

Miguel sale primero del restorán, se sube al auto y arranca. Ya se siente un poco aliviado y esta menos intranquilo.
En segundo lugar sale Cláudio acomodando el vuelto de lo pagado en el bolsillo, tiene una buena costumbre de no sacar la billetera en la calle, dinero que manipula afuera va a parar en el bolsillo y en casa serán acomodados de menor a mayor dentro de la billetera.

*** ***

Oscar Veracruz siempre se muestra calmo, jamás demuestra nervios, pero hoy no hay caso, está enfurecido y esta vez la taza de té no reposó tranquila en el escritorio y fue a parar en el, bruscamente. El saquito de té que a él le gusta dejar dentro, termino en el suelo dejando un charquito marrón. Otra semana perdida, esto no podía pasarle a él. Se corre la voz que lo quieren remover del caso por sus malos logros. El tal gringo no puede dar ninguna información sobre Orlando, lo asustaron con montones de cosas, pero no aporto nada de nada. Si realmente sabe algo, es capaz de llevárselo a la tumba. Después se la verán con Cristián Naranjo, ahora seria pérdida de tiempo y eso, es lo que se le está acabando Oscar Veracruz. El tiempo.

*** ***

Las luces en el porche de su casa están sin encender, Miguel las enciende y paso seguido abre la puerta con su manojo de llave.
Su casa tiene el típico muro pegado a la vereda con rejas, todo a 80cm de altura final junto con el portón haciendo juego en las formas de las rejas. Cuando compraron la casa, Miguel se pregunto ¿Por qué la necesidad de una pared tan baja? cualquier ladrón la podría cruzar levantando un poco la pierna como perro que esta meando. Pasando el portoncito, un camino de 50cm de ancho y 3mt de largo termina en el porche, bajo y amachimbrado, con una lámpara de bajo consumo. Es reducido, solo resguarda a 4 personas. El felpudo de bienvenida al pie de la puerta ya parece un trapo de piso y solo esta legible "EN V IDO".

Los platos están sobre la mesa y Rosita en la cocina. Los últimos olores de la salsa que está en el fuego están terminando de invadir el ambiente, esperando reposar encima de unos deliciosos tallarines.
Miguel se dice por dentro "Menos mal que no comí en el restorán".
Rosita ve entrar a su marido siempre lo recibe con amor. No es una mujer de protestar, por lo menos en el momento. Si tiene algo que decir, seguro lo guarda para otra discusión, como para engancharlo a otro problema y sumar algunas quejas.

Tiene puestas una brillosa calza negra que le anatomiza la figura y una blusita suelta que le llega hasta la mitad de la cola, aun tiene sus grandes rulos húmedos después de la ducha.

Se saludan con un beso en los labios.
Le advierte que el baño está preparado para que se dé una ducha relajadora antes de comer y se vuelve hacia la cocina lentamente, dándole tiempo al juego de seducción para que el la tome de la cintura y la atraiga hacia él.

Sus robustos brazos la rodean, la besa detrás de las orejas. El cuello en bote de la blusa se desliza descubriendo el hombro y él también besa su redondez.
Rosita todavía tiene la cuchara de madera en la mano, la aprieta fuerte mientras cierra los ojos plácidamente. La cuchara va soltando gotitas de salsa dejando puntos rojos en la cerámica del suelo. El da un giro y la lleva hacia la pared contra el cuadro de las últimas vacaciones. Sus manos ya son parte de la calza negra y brillosa
_Amor, tengo que apagar la hornalla.

Entre besos y arrumacos Miguel prefiere hacer oídos sordos, pero Rosita insiste de nuevo.

_Amor, la cocina. Dejame solo apagar el fuego y vuelvo.

Miguel resopla algo enojado y apoya los brazos extendidos y abiertos sobre la pared, dejándola libre para que ella se deslice por debajo

La Venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora