capitulo 6 ... el mercado

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Son las 4 de la madrugada, fuerzas policiales con una orden de allanamiento, derriban la puerta de chapa y sorprenden a los integrantes de la vivienda durmiendo. Los policías revuelven todo bajo las miradas de dos testigos. El sospechoso tiene 41 años, 4 hijos, todos menores llorando asustados arriba de las camas.
Su concubina está desesperada y muy enojada, no se cansa de maldecir a los uniformados. No quiere hacer caso en nada y no logran echar su enorme cuerpo subido de peso en el suelo. La sientan en una silla y le preguntan por Cristián, ella vestida con un short negro de fútbol y una musculosa, grita:

_ ¡No sé, les dije que no se loco! ¡Dejen de joder!  ¡Ya les dije que ya fue, hace mucho que no lo veo!

_Señora, sabemos que es mentira,  lo estamos siguiendo, ayer a las 22hs entró a esta vivienda y no ha salido. Por su bien y la de sus hijos, díganos donde está por favor.

La mujer mira a sus niños mocosos y llorando, parece querer decir algo pero, se arrepiente.  La persuasión dura aproximadamente 15 o 20 minutos, hasta que un oficial viene desde la pieza con Cristián Naranjo, descalzo, en cuero y en calzoncillos. Su torso deja ver heridas de balas y facas por doquier.

El oficial había escuchado ruido debajo de la cama, pero no veía nada debajo de ella, al correrla descubrió una tapa circular del tamaño de una alcantarilla; ahí,como una rata, se encontraba escondido.

La mujer tira al suelo su gordura, llorando y gritando intenta prenderse de las piernas de su pareja.

_ ¡No,  por favor no lo lleven! ¡El no ha hecho nada, el no hizo nada!

Toda la villa se encuentra afuera puteando a la policía, llueven algunas piedras y botellas de gaseosas, Los oficiales se cubren y rodean los patrulleros con los escudos, para protegerlos de los piedrazos. 

Mientras que adentro le ponen un pantalón y sacan a Naranjo tapado con una  frazada.

Secuestran dos 32 cortos y balas que encontraron en presencia de los testigos.

*** ***

_Ok, toma el carrito ese y entremos ¡No! Ese no, esos son muy grandes, el de la otra fila.

_ ¡Ok, ok está bien mujer! No grites, me asustaste, es solo un carro, no iba a agarrar un tanque de guerra.

En el mercado Miguel hace lo de siempre, solo obedecer a Rosita, no sabe nada de lo que hace falta en la casa y ni hablar de marcas o precios, solamente lleva el carro para donde Rosa indique.

Se limita a tomar algunos productos que son de su agrado cuando pasan por las góndolas de las mermeladas y las de los yogures.

_ ¿Cuánto sumará todo esto? _ Pregunta Miguel pasado un tiempo mirando el carro casi lleno, en un tono que finge desinterés.

La conoce muy bien, sabe que es el tono adecuado para que ella no se de vuelta bruscamente y lo mire con cara de "¡Eres una rata apestosa!" y empiecen a discutir dentro del mercado.

_ ¡Va a sumar lo que tenga que sumar! Todo lo que llevamos hace falta en casa, Miguel. No te preocupes, más o menos siempre llevamos lo mismo, lo que pasa es que vos nunca me acompañás, siempre tenés cosas para hacer.

Miguel también sabe que terminando la charla con un "si vos lo decís" todo acabará bien.
Rosita revisa el carro de reojo y nota la gran cantidad de paquetes de galletitas de agua que hay dentro.

_ ¿Qué paso? ¿Se te pegaron los paquetes en la mano?

_ Son para el trabajo amor, tengo que colaborar, es mi parte.

_ ¡Vaya que comen galletitas ahí!

_ Y si, la mayoría hacen dieta, pero se comen decenas de estos paquetes. No entiendo porque se quieren empezar a cuidar pasando los 50 o 60, no lo hicieron cuando eran jóvenes y lo quieren hacer cuando la panza se le asoma por debajo de la camisa como parte de colchón de agua. ¡Es imposible colocar todo eso en su lugar comiendo solamente galletitas de agua o de salvado! ¿No crees?

La Venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora