capitulo 25 Nuevo sótano

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El sueco no es de mucho hablar, es calvo y bigotudo, tiene ojos claros, usa sandalias de cuero y bermudas. No es alto, pero si corpulento y macizo. Sin mucho esfuerzo, levanta la gran alfombra con el ex militar dentro de la camioneta y la baja por las escaleras. Al octavo escalón, donde ya no se colaba la luz del garaje, tanteó una perilla en la pared del lado derecho y el sótano se ilumino.

Del lado izquierdo no hay pared ni baranda, en una borrachera o descuido, seguro cualquiera terminaría varios metros abajo.

*** ***

Ya es medio día. Martín compra una gaseosa chica de vidrio en el kiosco de la estación de Ituzaingo. Mira con ganas un alfajor triple de chocolate, pero se va al borde del andén a mirar si viene el tren, este se ve a lo lejos y en instante estará allí arribando. Regresa al kiosco por su alfajor. Está perseguido, mira para todos lados, todavía no entiende porque lo dejaron a pie. No le gusta como está vestido, está sucio y no huele bien. La pinta no lo ayuda con las chicas que lo miran en la estación, para colmo ha dejado su gorrita en el carro que incendió, por ende, no puede ocultar la maraña de cabello que lo cubre.

Presiente que descubrirá algún policía de civil siguiéndolo en cualquier momento, e inminentemente lo abordará, le pedirá documentación y que lo acompañe.
La bocina del tren ingresando a la estación, interrumpe sus pensamientos negativos.
Sube. Se sienta en un asiento de dos bien al fondo, para ver si descubre a su perseguidor invisible.


Se distrae pensando que dirá en un posible interrogatorio si lo atrapan y cuanto soportará si lo torturaran. Sabe bien que no sabe absolutamente nada de la vida de Miguel y la de los otros involucrados, tal cual cuando le comentaron el plan del secuestro. Pero inmediatamente se acuerda que cuando conoció a Miguel, le había comentado unas cuantas cosas de su vida.

*** ***


Las manos le sudan al volante, está intranquilo. Esto estaba previsto, el plan B se está llevando a cabo como habían planeado, pero no logra serenarse totalmente y la pierna izquierda le tiembla de los nervios. Cláudio Tamburri está yendo a buscar al joven Martín, a la estación de Glew.
Ha mirado diez mil veces el espejo retrovisor, la persecuta lo domina.


Anteriormente había hablado con Miguel y acordado que el recibiría al chico en la estación y luego irían a encontrarse con ellos.
La hermosa vivienda está a 15 minutos en auto desde la estación, dentro del barrio Gendarmería.
Es un barrio de cuadras largas con ligustrinas, cercas de maderas, troncos barnizados y murallas bien altas. Gran parte de los terrenos son de casa quintas. Nada de lo que pasa dentro de estás, se ve de afuera.

El inmueble lo habían comprado muchos años antes para no levantar sospechas, exclusivamente para el uso del plan alternativo. Que tuviera sótano fue una buena idea, solo tuvieron que hacerles unas modificaciones para que el garaje quede por encima de éste.


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