capítulo 19. A solas con el

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_ ¡No des muchas vueltas en el baño que  la comida esta casi lista!

Ya, sentados a la mesa, la pascualina deja escapar el humo de su interior  a través de la acelga.
Los individuales de mimbre  hacen juego con el respaldo de  las sillas que tienen el mismo material  y la luz tenue hace más serena la escena.
El juego de mesa solo es de 4 sillas, no necesitan más, cuando tienen invitados sacan los bancos de plásticos apilados al costado de la heladera.

_¡Las chicas me consiguieron trabajo! _ Pronuncia ella.

El tenedor de Miguel se detiene a centímetros de su boca con un pedazo de repulgue a punto de ser comido.

_ ¿Otra vez amor? ya hablamos de esto ¿No te acordas lo que pasó?

_Si y se me hace que lo voy a poder superar, siempre pienso en eso.

_ ¿Y qué opinan tus amigas?

_Ellas opinan lo mismo que yo, me quieren ayudar.

_Vos te apegaste mucho a la casa y a los quehaceres después del abuso. No te digo que prefiero que estés acá, pero tomaste la casa como refugio. Tuviste muchos años de terapia, no quisiera que no lo puedas superar y  tengas que volver a empezar desde cero para volver a encontrar paz en tu mente, en tu cuerpo y en tu esencia de mujer.
Yo estoy con vos, pero es un riesgo viste, si lo superas,  vamos a estar contentos y felices, pero si no lo logras, sonamos y como dije habrá que volver a empezar y  fue muy dura esa etapa, y te aclaro de ante mano, para que no pienses mal, que no es lo  único que me importa, pero acordate que no podía ni acariciarte la espalda, que te largabas a llorar a moco tendido. Mucho tiempo pasó para que nuestros cuerpos se unan nuevamente. Sé que vos la pasaste peor, obvio, pero luego ambos la pasamos mal con terapia de pareja y demás.

Los ojos de Rosita empiezan a llenarse de puntitos de lágrimas, amenazando caer de a uno al plato con la pascualina.
Le duele hablar de ese episodio puntual del pasado, pero todo lo que tenga que hacer para salir de su refugio está ligado a ese tema, a un suceso hace 6 años, trabajando como secretaria en un laboratorio de importantes productos para la mujer. En un día que se había quedado sola con su jefe  actualmente preso.
Todos los recuerdos  terminan en  el aliento del jefe en su rostro, mientras la penetraba en el suelo de la oficina.
Recuerda la imagen de sus propios pies con los zapatos puestos, sacudiéndose de aquí para allá, atrás y por debajo del cuerpo de su jefe, cuando de a ratos abría los ojos.

*** ***

Dos candados ya están abiertos ante la mirada del joven Martín, solo falta uno “¿Qué me puede pasar?” Piensa por dentro.
Con el último candado abierto, la puerta hace un chillido e inmediatamente Agostini levanta la cabeza encapuchada en dirección hacia él. Duda en entrar, solo lo mira desde afuera.

Orlando tiene los brazos tirados, reposando el peso sobre las cadenas tensas.
Martín, de a poco va perdiendo miedo y paso a paso se acerca.

El prisionero  mueve su cabeza desorientado, como oliendo algo inusual. 
El joven camina muy pausado para no hacer ruido.
Lo tiene ahí, al lado suyo y el cautivo lo siente.
De a poco y lentamente, agarra la punta de la capucha y la va levantando.

Orlando Agostini podría saber más o menos que le puede pasar con Miguel, pero con éste, es toda una incertidumbre.

Con el puño envuelto en la manga, le levanta el rostro agarrándolo del mentón y observa  la misma venda y mordaza mugrosa desde hace días.
Lo sacude un poco tomándolo del  cabello y se anima a darle unas  bofetadas en la mejilla, Agostini afloja las cadenas y las vuelve a tensar, demostrando su enfado.

Un ser encadenado y sentado contra la pared, el otro, un joven quizás con una mente perversa  parado frente a él, que callado lo observa. De repente esa escena se quiebra,  Martín pierde el equilibrio y cae por una suertuda patada en los tobillos que le da Orlando con el pie que tiene libre.

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