capítulo 16 primer encuentro entre los tres

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Orlando sabe que Miguel está ahí. Piensa "hoy ha venido muy tarde".

_Vamos, debe estar de última, encima mirá todo lo que meo el guacho. Poné agua en la cacerola y ponela en el fuego, le vamos hacer un rico festín.

Martín encuentra todo en la cocina para acatar la orden, mientras que Miguel le saca la capucha y la mordaza al cautivo, le suelta un brazo para que lo mueva 20", luego lo encadena de nuevo y le suelta el otro, por último lo deja levantarse para que mueva el esqueleto, lo obliga a mover las articulaciones para que descontracture y luego lo sienta nuevamente al suelo y le da una botella de agua.

Al ex militar le duele todo el cuerpo del sedentarismo en cautiverio y de la gran humedad que hay en la mansión.
Éste le pregunta:

_ ¿Cómo va todo haya afuera eh?

Miguel hace oídos sordos, solo lo observa sentado en el cajón de plástico de siempre.

_ ¡He! ¿No me gane el derecho ya a alguna información? Me porté muy bien todo este tiempo.

Orlando obtiene solo como respuesta, si se podría tomar eso como tal, al sonido de absorción que hace una pitada extensa en un cigarro, qué para Miguel sería lo mismo a "qué carajo me importa tu pregunta".

_ ¿Y? ¡ maldito infeliz! ¿Por qué no me mataron ya? ¿¡Qué mierda esperan!?

Con el brazo suelto, Orlando revolea contra la pared la botella de agua salpicando el rostro de Miguel, el cigarro todavía metido en los labios ahora mojado, se parte al medio y cae apagado junto al resto del líquido en el suelo.

Miguel se levanta en silencio, sin apuro, tranquilo, hace unos pasos hacia Agostini y con un tremendo cachetazo, le deja la venda fuera de los ojos. Atolondrado, rápidamente le agarra del pelo y lo amenaza a gritos que ni se le ocurra mirarlo, que se dé por muerto si se atreve hacerlo. El ex represor con los ojos cerrados fuertemente, se deja acomodar la venda nuevamente.

Miguel enciende otro cigarrillo y se vuelve a sentar.

Martín entra con la cacerola.

_ ¿Qué pasó acá?

_Nada. Acá nuestro amigo quiso jugar al carnaval.

_Dejale la comida ahí cerca nomas al alcance de la mano.
¡Te olvidaste la cuchara de madera!

El chico al volver con la cuchara, la coloca dentro de la cacerola y Agostini lo toma de la mano, Martín hace fuerza hacia atrás atajando el grito de miedo que le quiere salir de adentro, no quiere demostrarle miedo a Miguel el 1er día de trabajo, este, está detrás distraído revisando las ventanas.

_Te vas arrepentir pendejo de mierda. Estas metido en un lío, esta gente no sabe lo que hace
_ Le susurra Orlando Agostini.

De tanto tironeo, las manos transpiradas al fin se sueltan y cuando Martín termina de enderezarse, se topa con Miguel que estuvo presenciando lo sucedido.

_ ¿Te lo dije o no te lo dije? _ Le dice Miguel enojado_ ¡Yo necesito descansar y delegar! ¡Tengo que confiar en vos por pedido de Cláudio! Dentro de un rato me voy a la mierda, hace todo lo que te dije al pie de la letra sin cometer ningún error. Ni se te ocurra en pensar lo que te dijo este hijo de puta ¿Escuchaste?

Después del reto al joven, Miguel se agacha un poco, le toma de los pelos a cautivo y entre dientes con mucha bronca le dice que más vale que se porte bien, porque se las verá con él en el sótano.

Orlando no teme a la amenaza, come serenamente los fideos con carne, con apenas un poco de salsa. No le importa lo caliente que está, le sienta bien el humo pegando en su rostro sucio, haciendo que las gotas del vapor se deslicen casi negras por sus mejillas. Come tragando aire, soplando hacia adentro para enfriar cada bocado dentro de su boca.

Apunta la cabeza en dirección a ellos, como si pudiese verlos, como si de esa forma fuese a escuchar mejor la conversación. Se limpia la boca con el revés de la mano y tantea en el suelo los trocitos de carne que se le han caído. Luego intenta ubicar la botella de agua, al no hacer contacto con ella, se acuerda que la había arrojado

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