capítulo 34 matar un perro.

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Los pedazos de baba largos y transparentes se detiene unos segundos en el aire para luego seguir el movimiento en el tiempo real y caer al suelo. El sol del medio día los hace brillar encimas de  las cabezas de los grandes dogos que se acercan corriendo. Sus bocas se sacuden para todos lados salpicándolas por doquier. Sus patas se enredan y se ven difusas a través de la mirada de Miguel. Trozos de tierra son desprendidos del césped  por sus musculosas patas en sus carreras desesperadas.    
Los ve venirse  en cámara lenta, dicen que así se ve el peligro, por eso uno siempre tarda en reaccionar.
Cuando Miguel  quiso intentar algo, ya se encontraba con la mandíbula del primer perro en su antebrazo y el segundo ladrando atrás buscando también un lugar para morder. El primer dogo se sacude tanto para todos lados junto a Miguel, que el otro no encuentra y no se decide  donde atacar. Intenta apartar a la bestia con sus pies, pero solo logra alejarle el cuerpo, la mandíbula sigue prendida de su brazo. De tanto dolor siente una puntada recorriéndole en todo su sistema nervioso.
Entre sacudones y ladridos se escucha un disparo, seguido de un quejido. El perro de atrás huye dejando a su compañero jadeando con sus últimos latidos y a Miguel con el brazo ensangrentado y el arma en la otra mano.

Adelante, los dueños de casa colaboran con sus perros y también disparan.  
Miguel asustado se arrima aun más al pilón de leña y responde al fuego sin mirar. Llora, llora de dolor y por lo que le está pasando. No puede dejar de imaginarse el rostro de Rosita. Se prefiere muerto antes que la vergüenza por lo que ha hecho.
El dogo todavía está vivo y mira agonizante a su asustado asesino, pestañeando  sus ojos llorosos. Tiene la respiración agitada por la lucha y por la herida, el aliento se le hace cada vez mas imperceptible  y va a seguir así hasta que su corazón pare. 

Miguel mira otra vez la medianera pasando el quincho y sabe que con el brazo herido no podrá saltarlo y menos los otras siguientes de los terrenos linderos. Maldice y se maldice así mismo.

Los disparos desde la casa cesaron, escucha a alguien quejarse por carencia de balas y sin dudarlo se endereza y corre los 15 mts hacia la vivienda. Esta tiene la parte de atrás un lavadero que comunica con la cocina y por ende también con el comedor, dos ventanas y una puerta con mosquitero de aluminio.
Escucha voces nerviosas y asustadas que anuncian su acercamiento, luego la voz de un hombre mayor ordenando a todos que salgan de la casa.
Miguel camina por el costado por donde vio venir a los perros, se acerca a una ventana y observa al dueño de casa sacar a su señora y a otros más por la puerta de enfrente. El otro perro está con ellos. El señor amaga en salir, se queda pensando unos segundo y al querer pasar la puerta, el arma de Miguel lo apunta por la espalda.

_Perdón, pero usted me va ayudar.    

La puerta se cierra y el dogo empieza a ladrar protegiendo a su amo. Los ladridos furiosos retumban en el living, el señor intenta calmarlo pero no hay caso, Miguel lo amenaza con el arma y el perro se echa hacia atrás, pero sigue insistiendo.    
El dueño de casa le pide permiso para abrir la puerta y que su mascota guardián se valla con los demás. Al abrirla, obviamente el perro no quiere irse, pero con retos firmes de quien le da de comer, sale confundido a ladrar desde afuera.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
_ ¿Cómo te llamas?

_Segundo, me llamo señor.

_Bien, yo soy Miguel, necesito su ayuda.

Miguel le pide algo para hacer un torniquete, agua para tomar y un auto para escapar.
Segundo se ofrece para limpiarle la herida, pero Miguel sabe que es pérdida de tiempo que no posee.
En la cocina bebe el agua y empuja al anciano a buscar el vehículo, este, da vueltas buscando la llave. Miguel le desconfía, luego escucha un motor en el garaje, corriendo la cortina de la ventana, observa a la señora de Segundo con algunos chicos huyendo en el auto.

_ ¡Hijo de puta! ¡Con razón dabas vuelta! ¡Desgraciado, viejo de mierda!

Miguel toma al pobre hombre del cuello del pullover y lo atrae bruscamente hacia él, su mano se eleva en lo alto empuñando el arma de culata, el anciano asustado se cubre con sus brazos el rostro gritando y suplicando. La mano se detiene, Miguel mira el terror en los ojos de ese pobre viejo y se pregunta por dentro: ¿Que estoy haciendo? ¿Qué le estoy por hacer a esta persona indefensa? No puedo creer en lo que me se esta convirtiendo.
Le suelta la ropa y le pide disculpas. Se sienta desganado en el suelo contra la puerta. Segundo ve sinceridad y arrepentimiento en los ojos de ese desconocido, pero está confundido, no sabe qué hacer. Miguel, tomándose el brazo herido le resume su historia.
El dueño de casa reconoce el caso y le hace saber que él, es uno de los que están a favor.

_ ¿Como le está pasando todo esto, si todo parecía ir muy bien? ¿y Agostini y Astiza donde están ahora?

_ En estos momentos estarán siendo rescatados del sótano de la casa al 2554. Todo iba de diez puntos, mañana o pasado lo íbamos a soltar, me confié, nos confiamos, todavía no se qué paso. ¡Por Dios! Faltaba poco, mi mujer me va a matar, pobre. Mis vecinos, todos lo que me conocen, para todos ellos voy a ser un monstruo, nunca me lo van a perdonar. Con Rosita teníamos muchos sueños juntos, la cague, lo arruine todo.

_Si yo sabía quién eras desde el principio, te hubiera dejado el auto.

_Esta toda la zona rodeada, ya fue, no voy a poder zafar.

_Déjame entrar al perro así no alarmamos a la policía y pensemos en algo.

Al abrir la puerta, el  dogo casi afónico de tanto ladrar entra a la vivienda, no entiende el comportamiento de su amo con el desconocido, pero a la fuerza lo acepta y se queda tranquilo.

_ Seguro van a venir a revisar la casa porque obviamente  hace rato que llame a la policía y aparte los disparos se  escucharon de acá a la China. Van a encontrar a unos de mis perros muerto en el fondo, les puedo decir que saltaste al terreno vecino, pero la verdad es que está todo mal ¿a dónde te voy esconder? Tendría que llamar a mi mujer que huyó con nuestros nietos para que se quede tranquila y no pida auxilio.
_ Ok, ok llamá, igual ya estoy perdido.

Después de la llamada, Veracruz y sus hombres se encuentran posicionados en torno a la casa. Segundo los ve por la ventana.
Al ser advertido por este, Miguel se pone nervioso, habla solo, se desespera y dice que no pueden saber si se encuentra dentro o fuera de la casa. Nunca tuvo tanto miedo como en este momento.
Un negociador ha llegado al lugar, todo lo que quería evitar  Veracruz, está sucediendo.
Miguel no tiene la mas mínima idea de que hacer, no se quiere levantar, teme que un franco tirador le acierte.

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⏰ Última actualización: May 26, 2016 ⏰

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