capítulo 40.

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El mismo día en que conseguí salir de la carcel gracias al hermano de Luís un oficial me dio un libro que tenía por nombre Rayos de oro, tenía de portada una foto de mi madre conmigo cuando sólo tenía tres años de edad, sonreí al ver que Luís había publicado mi historia; cuando salí y sentí los rayos de sol en mi piel, sentí a mi madre, esos rayos de sol eran ella brindandome un abrazo, miré al frente y vi a Luís fumandose un cigarrillo recostado de un auto, llevaba una camisa blanca con una corbata aflojada, unos jeans y unos zapatos casuales, traía el cabello corto y me miraba mientras me acercaba a él.

Nos subimos al auto, no sabía que decirle estaba tan ancioso, puso el auto en marcha y condujo por la gran carretera la cual tenía vista al bello mar.

- Luís... tengo que preguntarte algo. - le dije antes de mirarlo.
- claro, dime. - me respondió al mismo tiempo que hizo que el techo del mercedes descapotable se recogiera.
- ¿aún estamos juntos?, ¿aún me amas?. - le pregunté.
- ¿crees que sino fuera así te hubiese ido a buscar?. - me respondió sonriendo.
- que alivio siento al escuchar eso, eres lo único que tengo. - le dije.
- no podría dejarte nunca Diego. - me dijo mientras conducía.
- que cálidos son los rayos del sol. - le dije mirando al mar. - cuanto valor tienen estos rayos para alguien que estuvo cinco años sin verlos. - le dije.
- claro que son de mucho valor Diego, son de oro viejo, son rayos de oro. - me dijo sonriendo.

Y así mi vida terminó siendo iluminada por los bellos rayos de oro que el destino tenía para mí.

Fin.

Rayos De Oro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora