Blake estuvo controlando la fiebre de Yang durante toda la noche. Había subido alevosamente. Tuvo que ayudarla a ducharse varias veces para bajar la temperatura cuando subía mucho y el trapo húmedo no era útil.
Al amanecer, la temperatura de Yang se había normalizado un poco y el hambre le hizo abrir los ojos. Blake se encontraba a su lado totalmente dormida, vestida y sin tapar. Con un leve suspiro, la rubia la acomodó para poder cubrirla con las frazadas, pero la peli negro abrió los ojos con un gesto preocupado.
Blake: ¿Sucede algo? –se frota los ojos con una mano e intenta sentarse.
Yang: No amor... Intenta volver a dormir –besa su mejilla y le acaricia el brazo- Sólo me dio hambre, calentaré agua y algunas tostadas.
Blake: Pero has estado muy mal anoche... Te prepararé yo el desayuno –se destapa y sienta en la cama para colocarse el abrigo que había dejado a un costado.
Yang: Blake... No es necesario, tú has estado toda la noche despierta.
Blake: Y ya he dormido.
Yang: Una hora seguramente...
Blake sólo suspira y se acerca para besarla, luego sale de la habitación. Yang no estaba muy de acuerdo con que siguiera sin descansar bien, pero sabía que su novia era así, algo testaruda como ella.
La peli negro sacó el pan cortado en rodajas del freezer para ocupar unos cuatro y volvió a meterlo en el congelador; los tostó y preparó té, aunque no le convencía continuar dándole té a Yang... En la cabaña no había nada que pudiese prepararle de manera nutritiva. En ese momento, recordó que ayer, cuando salieron a correr, vieron una granja no muy lejos de donde habían llegado; la idea era loca pero prefería eso a continuar dándole té todos los días. Tomó su bufanda y le dejó una nota a Yang por si notaba que tardaba, no tenía ganas de discutirle alguna preocupación proveniente de su pareja.
La mañana estaba bien helada, Blake tuvo que soplar aire tibio sobre sus manos ya que helaban con rapidez. Luego de media hora caminando, logró visualizar la granja; apresuró el paso para evitar los fríos copos que pegaban en su rostro como agujas de hielo. La cabaña estaba totalmente deshabitada y al ingresar, no había muchas cosas que llevar tampoco. Los animales se habían congelado y muerto de hambre tras haber quedado encerrados en la granja; lo único que pudo encontrar fueron algunos huevos congelados.
Blake: Genial... -suspira rendida por el hecho de que no hallaría nada de utilidad.
Cuando estaba por entrar a la cabaña nuevamente para verificar si podía encontrar algo bueno, un aullido de lobo la hizo girar y mirar hacia los establos; sólo logró ver una figura blanca sin forma desplazarse con velocidad por la nieve hasta desvanecerse, la dejó algo inmóvil pero lo que se encontró al voltear la hizo retroceder unos cuantos pasos hacia atrás. Menma estaba no muy lejos de la puerta de la cabaña, observándola con el rostro triste. Blake ni siquiera se tomó el tiempo de acercarse a ella o indagarle, ya que sólo una persona pasó por su mente en un momento así: Yang.
Comenzó a correr tan rápido como sus piernas se lo permitían pero el llegar se le hacía eterno, la saliva que tragaba por los nervios le provocaban un ardor en la garganta y la respiración se le congelaba en el acto. No supo cuánto le tomó llegar, pero al entrar, la sangre se le congeló más de lo que sentía tenerla. La puerta de entrada estaba abierta de par en par. La cocina totalmente arañada, la mesa tirada y las sillas desparramadas por todos lados.
Blake: No... No, no, no –repite angustiada corriendo hacia la habitación.
Yang no se encontraba allí, sólo las frazadas desgarradas y todo volteado o arañado. Cuando estaba por salir de la habitación, logró visualizar algo rojo por la ventana, no quería si quiera intentar saber de qué se trataba, pero al ver un hombre tirado a lo lejos, no tuvo más remedio que salir y averiguar. Caminó a paso lento hasta llegar al hombre que sangraba por el estómago, y al lado se encontraba un niño más pequeño, totalmente degollado. En su mano tenía una especie de silbato, de esos a color. La sola imagen del hecho hizo retroceder a Blake e intentar pensar en otra cosa que le quitara las náuseas, pero un gruñido la hizo girar el rostro: se trataba de Yang. Estaba totalmente ida, sus ojos rojos parecían despedir fuego y apretaba la mandíbula con fuerza. La peli negro no tardó en descubrir a la asesina de ambas víctimas al ver las manos llenas de sangres en la rubia. Las gotas caían en la nieve lentamente al igual que las lágrimas que Blake había comenzado a derramar.
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La Plaga -Finalizada-
RomanceCuando Remmant comienza a dividirse y parece estar llegando a su fin, parece haber una oportunidad para evitarlo, aunque conlleve sacrificios. Blake y Yang deberán recorrer un camino lleno de dificultades, donde lo más importante será mantener la co...