Cuando el padre de Yang, Ruk, volvió a casa, inmediatamente la puso a trabajar y entrenar, por lo que Blake tuvo que quedarse con White, haciendo labores dentro de la casa o granja. Había días en los que el tigre no aparecía; le resultaba extraño que Ruby ya no visitara a su madre como antes pese a que el padre no estaba presente, pero trataba de evadir esos temas que se veían algo complicados. Hasta que un día, la rubia entró furiosa a la habitación, cerca de la media noche.
Blake: ¿Yang? –indaga algo aturdida, prendiendo la luz de su mesita y fregando sus ojos.
Su compañera no respondió nada, sólo se puso a buscar debajo de la cama hasta lograr sacar un arma.
White: Hija, por favor... -entra casi sollozando.
Yang: ¡¡Ese hijo de puta va a matarla!! ¡Jhin no debió entrometerse! –grita furiosa, cargando el arma, tenía sangre salpicada por algunas partes del cuerpo, la pelinegro sintió cómo su sangre se congelaba.
White: No puedes ir y amenazarlo con un arma...
Yang: ¿Quieres ver? –la observa fría, mientras camina firme hacia fuera, con paso pesado.
Blake se levanta de la cama, se pone algo de ropa y se queda en el comedor, White estaba llorando, apoyada en el marco de la puerta. El fauno sólo pudo acercarse e intentar convencerla de tomar asiento, luego preparó té y se sentó al lado de la pelirroja.
White: Ruby... no es mala niña... -se lleva una mano a la frente, la cual le tiembla por unos segundos- Sólo tiene ataques... está enferma...
Blake: Tranquila... Debes relajarte, Yang va a cuidarla –acaricia su espalda.
White: No sé por cuanto pueda hacer eso... Mi esposo quiere matar a mi hija todo el tiempo... Cree que Ruby es una revelada e intenta asesinarnos a todos, pero... mi Ruby... no es así –varias lágrimas caen por su rostro.
Blake: Claro que no... Nunca dudaría de la bondad de Ruby.
White: ¿Verdad que no...? –sonríe con su mirada triste, mientras pasa sus dedos por la tasa de té- Yo me encargaré de mostrarles que ella es buena... Ruby es mi hija, ella también está luchando –se pone de pie y va por su abrigo.
Blake: Wh.... Espera –se levanta con rapidez.
White: Saldré por unos días, ¿puedes cuidar la casa? Confío en ti, eres como de la familia después de todo –le sonríe con calidez, acomodando su capa blanca.
Blake: Pero, ¿a dónde vas? ¿No quieres que te acompañe? –indaga preocupada.
White: Estaré bien, cuida de Yang, por favor –sale por la puerta y cierra sin decir más.
Blake: Eso intento... -susurra, caminando a paso lento, hasta tomar asiento nuevamente. Tenía ganas de llorar, pero era un momento en el que debía mantenerse fuerte, su compañera podía volver en cualquier momento y necesitarla.
Pero Yang no volvió. Los días pasaban y la pelinegro sólo podía observar por la ventana, cuidar la granja y alimentarse de lo que conseguía de ella, mucho no comía y los ánimos los iba perdiendo con el tiempo. Una tarde, alguien tocó la puerta y su semblante cambió, ¿Yang la había recordado? ¿White había vuelto a salvo? El sólo pensarlo la hizo correr a la entrada, pero al abrirla, se encontró con alguien que no esperaba ver.
Blake: ¿M-Menma? –la mira con los ojos bien abiertos.
La pequeña sólo enciende la luz de sus ojos para analizar a la desconocida e inmediatamente la interroga.
Penny: ¿Eres pariente de los Rose?
Blake: N-No... Sólo estoy cuidado la casa de White y sus hijas, soy... amiga.
ESTÁS LEYENDO
La Plaga -Finalizada-
Roman d'amourCuando Remmant comienza a dividirse y parece estar llegando a su fin, parece haber una oportunidad para evitarlo, aunque conlleve sacrificios. Blake y Yang deberán recorrer un camino lleno de dificultades, donde lo más importante será mantener la co...