Capítulo 3

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Impaciente y con sus luceros brillantes y algo más oscuros, Alexander pasó a su caravana dispuesto a ver de nuevo a esa chica indescifrable que sin saberlo estaba consiguiendo atraer toda su atención.

Sin hacer casi ruido se pasó dentro de la pequeña habitación, equipada con todo lo necesario para cambiarse de ropa y maquillarse.
Apoyado de medio lado en la puerta con sus brazos cruzados, seguía con su mirada cada movimiento que hacia Yanira.

--Hola de nuevo.--Pronunció Alexander consiguiendo que ella se sobresaltase.

--Lo siento te asustado.

--Ah...esto...no...disculpe estoy esperando al señor Arasi para comenzar a prepararlo.

--Lo tienes ante ti.--Esta vez su tono fue más serio. De alguna forma quería finalizar el juego que se traía Yanira.

--Lo siento, yo...no...es-que...--Las palabras le venían justas a ella, agachó su vista al suelo comenzando a sentirse abochornada.

Alexander la miró confuso, pensando cómo podía una jovencita como ella no saber quien era él. Todo era muy confuso. Caminó hasta ponerse a su altura, puso su mano en su hombro clavando sus ojos en ella.

--Le puedo preguntar una cosa.

--S-si.--Balbuceo Yanira de los mismos nervios.

--¿A qué juegas? Yo no me trago que una muchacha como tú no sepa quien soy. Deje ya su jueguecito.

Yanira se quedó mirándolo asombrada a sus ojos azules cielo en silencio. Quería responderle que su tiempo no lo malgasta delante de la caja tonta viendo programas basura. Su tiempo lo dedica hacer cosas de más provecho.
Tuvo que contenerse las ganas de responderle a ese creído andonis por miedo a perder su trabajo.

--Discúlpeme señor, pero realmente no veo mucha tele, y de cine ando justita. Siento no haberle reconocido.

Yanira se armó de valor y se preparó para comenzar con la sesión de maquillaje y peluquería.

Aquel hombre alto, castaño claro con unos impresionantes ojos azules y un cuerpo atlético, no le estaba facilitando mucho las cosas. El tener que tocarlo y sentirlo tan cerca era todo un reto para ella.
Por alguna extraña razón sintió un hormigueo por su cuerpo, su corazón latía más intensamente acelerando su pulso.

Alexander era el tipo de hombre que siempre ha soñado. Y ahora que rozaba con sus dedos su cabello, percibía un escalofrío que recorría su espalda. ¿Qué le estaba pasando?

Intentó concentrarse en su trabajo dejando a un lado lo que su cuerpo le exigía. Poder sentir esos fuertes brazos rodeándole por detrás dejándose envolver por su calor, mientras la besa susurrándole cosas preciosas al oído.

Al alzar su cabeza hacia el espejo que había situado enfrente, todas sus ilusiones desaparecieron de golpe. Ella era una chica normal y corriente con unos kilos de más para que un hombre con él se interesase por ella.
Una pequeña bola de amargura se fue formando en su garganta.

¿Qué le ocurría para sentirse tan desvalida?

Agarró el aire soltándolo lentamente para intentar tranquilizarse, evitando tener esos pensamientos acerca de Alexander. Inmediatamente se quitó esos absurdos pensamientos tras recordar las palabras explícitas que le dijo Gloria.

Repitiéndose a sí misma que no tenía nada que hacer con Alexander empezó su labor. Primero le lavó la cabeza para arreglarle el cabello. Debía dejárselo revoltoso dando la impresión de que estuviera grasiento.

Mientras ella hacía su trabajo, él la miraba fascinado sin perderse ningún gesto de ella. Alexander sabía perfectamente que se estaba haciendo la interesante. Por su puesto el no entraría en su juego. Cuando tocó el turno de maquillarlo, Alex notó como su cuerpo muy despacio se transformaba. La cercanía de ella acariciando su rostro con sus dedos pequeños, de alguna manera lo estaba excitando.

ÁMAME O DÉJAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora