Capítulo 3.

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Espero les esté gustando la novela. Lamento tardar en publicar. ¡Ya somos casi 1000! Gracias por leer, me hacen feliz :3

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Decir que fue un día realmente frustrante, agitado y totalmente fuera de mi control hubiese sido poco, un nuevo trabajo, el sobre, aquella chica de ojos azules... oh, pensar en eso me hacía recordar la suavidad de su piel, su hermoso cuerpo y el pequeño traje provocador que lo cubría, sus manos recorriéndolo y sus labios curvados en una hermosa sonrisa eran... « ¡Terrible! ¿Qué me está pasando?»

Me tape el rostro con la almohada y gruñí. «Oh vamos, Camila. Eres mejor que esto. »

Una leve ventisca se filtraba por entre la ventana mal cerrada. Tome una bocana de aire y me levanté de la cama, caminé hasta el balcón y al cabo de veinte minutos, ya estaba de vuelta en habitación después de haber tomado una larga ducha, me vestí y me dirigí pesadamente hacia la cocina donde por suerte, me esperaba un café caliente recién preparado, en la cafetera. Tome una taza y me serví un poco antes de terminar de preparar mi maleta para el trabajo, documentos, casos cerrados y otros por cerrar, pagos y más tareas abundaban en papeles sobre el escritorio de mi oficina en casa. Respire profundo, en algún momento tendría que disponerme a limpiar y ordenar.

Tome lo necesario mientras bebía un sorbo de mi café con cuidado de no quemarme, el ardor en la pierna había quedado ahí por un buen rato y no era de muy buen gusto. Guarde los papeles requeridos y cerré la maleta, no sin antes asegurarme de que todo estuviera en orden —irónicamente— pero así era. Tome la maleta, mi chaqueta y mis llaves como de costumbre, no sin antes tomar mi teléfono y salí al pasillo. Para mi beneficio, Ally ya se encontraba saliendo de su departamento con algo más de prisa.

— ¿Qué has hecho, Brooke? —Dije y Ally dio un pequeño brinco haciéndome reír.

— ¡Oh mi Dios! ¡Camila, me asustaste! —Dijo colocándose una mano en el pecho haciendo que riera aún más. — ¿Qué haces ahí?

—Ya, Ally. No es para tanto, no soy tan fea. —Conteste graciosa y caminé hasta el ascensor. —Oh, es que en secreto me encanta ver los colores de las paredes, me parece... interesante. —Le guiñe un ojo y ambas reímos. — ¿Vamos? Puedo dejarte en mi antiguo trabajo. —Sonreí y Ally asintió amablemente. El ascensor llegó y en pocos minutos ya estábamos camino al trabajo.

—Ahora, ¿qué hacías realmente despierta a esa hora? Tú jamás lo estás. —Dijo Ally mientras yo cambiaba de calle.

—Insomnio, no pude dormir bien anoche por—porque estaba pensando. —Trate de cambiar de tema, no quería tener que dar explicaciones. —Sí, eso.

—Oh, cierto ¿te gustó tu regalo? —pise el freno de golpe, por suerte la luz cambió a roja y no había autos cerca. —Creo que no. —Ally acomodo su cabello y suspiró.

— ¿Entonces tú si fuiste la del regalo? —Mi mente no podía creerlo. —Dinah me lo dijo pero no pude creerle. —La luz cambió a verde y yo avancé.

—Eh, si, fui yo la de la idea. —Parecía sonreír ¿satisfecha?— ¿Qué? tenías que salir de ese capullo. —Hubo un silencio incómodo. —Me parece excelente que Marcus te haya dado este auto, ya era hora de que hiciera algo bueno y que no fuera para sí mismo. —Reímos.

—Sí, bueno, es un beneficio, no más autobús. Pero algo debe darle a él, no lo creo capaz de pensar en alguien más que él, si no fuera porque nos necesita, estuviéramos fuera de la empresa. —Suspire y me detuve frente al gran edificio. —Espero no estar juzgándolo pero tengo el mal presentimiento de que no sé toda la historia. —Salude al hombre de traje que bajaba del auto frente a mí, el mismísimo Marcus, en plena mañana. Ally bajó del auto agradeciendo y subió junto al hombre tras una orden. Eso éramos, unos títeres bajo sus órdenes.

Se podría decir que había dos tipos de lugares en los que un psicólogo podía trabajar, el primero, una empresa que ofrece ayuda social a problemas minoritarios de ciertas personas, una vida aburrida que pasa en un diván frente a quién sabe cuántas personas para resolver sus dudas. Y el segundo, un lugar vacío y oscuro donde las personas más terribles y temidas pueden ir, un Hospital psiquiátrico.

Me detuve en el aparcamiento casi vacío de aquel lugar solitario al final de la ciudad y miré por la ventana, el viento soplaba fuertemente haciendo que los árboles se movieran de un lado a otro. El viejo complejo de tres pisos pintado de blanco se observaba al fondo con claridad mientras que sus ventanas con barrotes pintados de negro resaltaban desde lejos.

Suspire fuertemente y abrí la puerta del auto, tomé mis cosas y bajé del mismo cerrando la puerta. No me equivocaba respecto al fuerte viento, miré al cielo y nubes grises se posaban sobre el lugar. Miré hacia adelante y camine entre los pocos autos que aparcaban junto al mío. Llegué a la entrada y empuje la puerta de cristal causando un chirrido de su parte.

El olor a detergente y polvo invadió mis fosas nasales haciéndome estornudar. Di un par de pasos más hasta llegar a la recepción donde una mujer de la mediana edad vestida de blanco, revisaba un par de papeles. Me aclaré la garganta y sonreí.

—Hola, mi nombre es... —Traté de presentarme.

—Camila Cabello. —Me interrumpió.

—Sí, soy la nueva...— Sonreí nerviosa.

—Psicóloga, lo sé. —Su voz era áspera y cortante. —Soy Amanda, la coordinadora y directora en jefe del hospital psiquiátrico Harrison. Bienvenida. —Sus ojos color avellana se conectaron de golpe con los míos causando un extraño escalofrío. —Le mostraré el lugar.

Durante quince minutos me encontré en una visita guiada del lugar para aprender sobre todo lo que pudiera, la señora Amanda no había sido muy expresiva del todo, nada fuera de lo común, terminó de explicarme y continuó con la última sala, mi oficina. Abrió la puerta y me sorprendió ver un escritorio de madera con un ordenador, una silla y frente a este otra más, la oficina de encontraba acondicionada casi de la misma manera que en la empresa.

Sonreí. —Que bien, ya sé ubicarle.

—Puede dejar sus cosas. —Me entregó una llave de la oficina. —Sólo existen dos y una se encuentra en sus manos, la otra por el contrario, está en la recepción bajo mi cuidado. —Asentí y dejé mis papeles sobre el escritorio. —Por el momento solo hará entrevistas, un breve entrenamiento de lo que puede ver aquí, sígame.

Cerré la puerta con llave y caminé detrás de la directora hasta que llegamos a lo que parecía una sala recreativa, había libros y una música relajante de fondo, el mejor ambiente para leer.

—Si logra pasar esta prueba, entonces usted señorita Cabello, estará lista para las entrevistas. —La mujer de pronto cerró la puerta y desapareció detrás de esta dejándome completamente sola entre toda la gente internada del hospital.

Pasé el resto de la mañana y casi toda la tarde en la sala, analizando y aprendiendo sobre aquellas personas que en algún momento habían logrado tener control sobre sí mismos. No había sucedido nada extraño, una que otra pelea y accidente, nada que no se viera en cualquier hospital. Después de un día agotador solo tuve tiempo de parpadear y darme cuenta de que había pasado más rápido de lo que yo creía, esperaba que el resto de la semana fuera así. Bostece una vez más y mis ojos se cerraron por si solos.

Psycho In Love CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora