Capítulo 4.

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—Buenos días, señorita... —Una de las enfermeras del lugar me saludaba en la cocina del hospital.

—Cabello, Camila Cabello, es un gusto. —Extendí mi mano pero lo único que obtuve a cambio fue un gesto con la cabeza y algo de humo de café en la cara cuando la enfermera pasó a mi lado.

—Buena suerte, la necesitarás. —dijo con cierto tono gracioso. La miré de reojo mientras salia de la sala y me acerqué a la cafetera.

—Deberían tener una en cada oficina. —Gruñi en un susurro cuando un ruido hizo que me sobresaltara, por suerte aun no me había servido el café. Era la señora Amanda de pie en la puerta dándole leves golpes para avisar su entrada. —Buenos días.

—¿Para mi? No. ¿Para usted? Quizás tampoco. —Me miró de arriba a abajo y sonrió levemente. —Es hora de las entrevistas. Le informo que el Hospital en conjunto con el consejo, ha decidido proporcionarle una oficina más apta y correspondiente a su trabajo. —Me guió al segundo piso. —Sólo hay tres oficinas, la de usted será la última. —Trague saliva. —Convivirá con los internos debido a que esa es la orden que tenemos.

Caminamos hasta la última oficina y ella abrió la puerta, era exactamente igual a la anterior pero ahora un diván se recostaba de la pared derecha y una silla junto a una mesa de cristal lo dividían. Suspire fuertemente y entre a la oficina, el vidrio de fondo era reforzado, de tal manera que no podría romperse. La señorita avanzo hasta mi escritorio y dejo las llaves caer en el mismo. —Le deseo suerte. —Dijo y salio cerrando la puerta.

Un aire de temor me invadió causando un escalofrío en mi, estas paredes de color caqui causaban cierto interés a lo que había bajo esa pintura, recuerdos del pasado que marcan esta habitación, algo así como una iniciación para las nuevas. Me quedé de pie frente al ventanal de media pared que me dejaba explorar un pequeño horizonte, con suerte algo de mar. Los pequeños edificios que sobresalían se encontraban en su mayoría, en ruinas, vidrios rotos, pintura abombada, bloques partidos o ladrillos caídos. El cielo gris sobre estos mostraba el peor lado de la ciudad, el abandono, la soledad, los miedos que ninguna ciudad desea tener. Algunas que otras casas carecían de césped, solo tierra en sus jardines y espigas muertas, pinturas descoloridas debido a la lluvia y al paso de los años.

Este lugar reflejaba toda la tristeza escondida en un pequeño lugar. Calles solas y desoladas, barrotes en cada ventana, sin semáforos o luces que alumbraran el camino de alguien. Alguna que otra casa rozaba cerca con el viento frío del mar debido a la costa, en su mayoría estaban en destrucción y ruinas, mientras que un gran cartel descolorido mostraba la imagen de lo que pudo o podría haber sido este lugar en algún momento, una visión del futuro, una visión lejana y dejada atrás, desde hacía ya, aparentemente, mucho tiempo. Suspire fuertemente.

—Señorita Cabello. —Alguien llamó, haciéndome girar de repente. Me encontraba frente a un chico de ojos color avellanado y pupilas dilatadas, su sonrisa de autosuficiencia remarcaba su rostro causando arrugas en sus ojos. Tomó asiento frente a mi escritorio.

—Supongo que eres uno de mis entrevistados ¿no? —miré sus ojos. La fascinación y el deseo en ellos.

—Supone bien. Me parece una chica inteligente. —Sonrió.

—Trato de hacerlo y si, lo soy, pero no estamos para hablar de mi señor Frederic. —Había estudiado su caso. — Hableme de usted.

—Correcto, pero llámame Fred. Todo para mi cambió hace tres años cuando regresé a casa del trabajo...— Comenzó Fred hasta que terminó después de dos horas nuestra entrevista y me hizo llegar a la conclusión de que el hombre de 25 años frente a mi tenía realmente un pasado traginoso. —Ya terminó mi tiempo, pero espero la siguiente entrevista.

—Claro...Fred. —Cerré mi cuaderno de notas y le di una leve sonrisa. La enfermera entro a la oficina y lo llevo del brazo a lo que supongo seria su habitación.

Al cabo de seis horas me tocaba mi última entrevista, no más pacientes, no más historias, solo una más. Tomé un sorbo de café y el ardor bajó por mi garganta con rapidez. La paciente que seguía era todo un misterio para mi, por lo que sabía era una chica que había sido trasladada de otro hospital en Los Ángeles. Tomé un último sorbo de café antes de que la puerta de abriera y mostrara a una enfermera inconforme, de seguro esto no era lo que pensaba al estudiar esta carrera.

Detrás de ella venía una chica cabizbaja que se dejó caer en el mueble frente a mí. Abrí mi cuaderno de notas y me dispuse a esperar que la enfermera saliera de la habitación para comenzar la entrevista. La puerta fue cerrada y la chica elevó su mirada, unos penetrantes ojos verde esmeralda me observaban con cautela y autosuficiencia, su cabello negro caía suelto por sus hombros y su piel pálida no iba adornada por nada más que su ropa. Sonrió levemente y miró con cuidado la habitación, le parecía divertido.

—Según puedo leer... —Mire la información de la carpeta. —Ha sido transferida a un lugar con mejor capacitación para su estadía. —Decía haber sido transferida del Hospital St. John debido a problemas de conducta. — ¿Muchos problemas? —Pregunté graciosa.

—Déjeme adivinar algo, Camila. —Me miró sonriente. —Si, así la llamaré.

—Así mi llaman mis...

—Amigas. Si. No importa. —Se cruzó de piernas. —Es joven, avariciosa, así que este es su trabajo soñado, pero no su lugar soñado. —Dejo de sonreír. Sus ojos verdes me traspasaban sin sensibilidad. —Ahora es cuando la ironía llega, Camila. Ahora es cuando te das cuenta de que nuestros papeles están invertidos, el juego de la vida trata sobre quien sobrevive, siempre es el más apto. La pregunta es: ¿lo eres tú?

—No entiendo. —Me aclaré la garganta. —Nuestros papeles no han sido invertidos señorita Jauregui y...— Trató de interrumpirme, pero me adelanté. —Y no, no pienso llamarla Lauren.

—Ya lo hizo. —Dijo graciosa. La miré seria y su sonrisa desapareció.

—En ningún sentido usted y yo podemos compararnos o siquiera intercambiar, no se confunda, la psicóloga aquí soy yo, usted es sólo una paciente. —Me levanté. —Aunque tiene razón sobre la vida, hay algo que no debería dudar.

Ella se levantó de su asiento pero no dio ni un paso. Le di la espalda y miré la ciudad. —¿Y eso es? —Preguntó y sentí como pisaba más cerca de mi.

—Soy más que apta y se lo demostraré. —Contesté y me giré para encontrarme unos ojos mirándome con cierto brillo y sin vacilar. Era poca la distancia que nos separaba mientras una leve sonrisa aparecía en sus labios, levemente fruncidos y de un rojo llamativo por el frío. Pasó su lengua levemente por el mismo y se acercó a mi oído, sus manos se posaron firmes en mis caderas y su respiración chocaba con mi cuerpo.

—Ya lo veremos. —Susurro muy bajo, se separó y salió de la habitación dejándome sola y consternada con muchos escalofríos recorriendo todo mi cuerpo con rapidez.

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N/A: Lamento la tardanza, las clases me tienen loca y había perdido el documento con el capítulo :/ ¡pero ya lo encontré! y ahora puedo seguir escribiendo :3 espero les haya gustado. No se olviden de votar y comentar.

Psycho In Love CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora