Capítulo 15.

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—No entiendo. —Abby cerró la puerta y se fue. — ¿Abby? —Nadie contestó y supe que ella tampoco lo haría. —Idiota.

Me giré en mi silla y miré hacia la gran ciudad solitaria frente a mis ojos, las olas parecían golpear la costa a unos pocos kilómetros de distancia y por un momento, por más ilógico que parezca, mi curiosidad ganó la batalla en contra de mi razonamiento y terminé tomando mi chaqueta y saliendo de la oficina camino al auto.

Justo en la entrada del hospital me encontré con la mirada interrogante de Abby y antes de que pudiera pronunciar algo, me detuve a mirarla unos segundos y me tomé el tiempo de avisarle. —Ya vuelvo. —Y continué el camino hasta llegar al auto y encenderlo. Tomé una breve bocanada de aire y la solté antes de conducir hacia uno de mis mayores interrogantes. Una vieja costa en ruinas con más de una historia.

Al llegar a la entrada un gran arco con las letras ya caídas daba una breve bienvenida mientras que, la soledad de las calles creaban un sentimiento de tristeza en mi interior. Seguí conduciendo y en pocos segundos me encontraba sumergida totalmente en la pobreza y la soledad del lugar mientras mi corazón se aceleraba más y más. En el camino había encontrado autos chocados, niños descalzos gritando y siendo golpeados, niñas no mayores de doce años en las esquinas y por un momento entendí que la crueldad de este mundo está en quienes no aparentan tenerla.

Al final de mi recorrido llegué a la playa, algo fría y nublada cubierta por cierta capa de neblina pero hermosa, las olas caían con fuerza sobre el arrecife mientras el olor a salitre invadía mis fosas nasales. Sonreí y noté que había llegado al final de la carretera, miré una última vez la arena esconderse bajo un manto de agua cristalina y di la vuelta dirigiendo el auto de nuevo hacia el hospital.

Para cuando llegué, Abby parecía esperarme en la recepción con una cara de pocos amigos, le guiñe el ojo y subí en el ascensor hasta mi oficina. —Llegas tarde. —Mencionó una voz femenina conocida sentada en mi silla y dándome la espalda, para cuando se giró, ya sabía qué esperar. —Quince minutos tarde. —Lauren colocó los ojos en blanco.

—Sí, sí. —Me quité la chaqueta y ella se levantó de mi silla. —Lo lamento. Estaba... Ocupada. —Mentira no era.

—Sí, lo noté, distinguía tu auto viniendo desde las costas. ¿Te gustó la playa? —Ella tomó asiento en su lugar y yo asentí mientras me dejaba caer en mi silla detrás del escritorio.

—Eso puede considerarse fácilmente acoso, Jauregui. —Reí.

— ¿Ya comenzamos con los apellidos de nuevo, Camila? Creí que ya lo habíamos superado. —Ella se cruzó de brazos y me miró fijamente.

—Uh... —Dije elevando las manos y riendo. —Tú y yo no hemos superado nada, Jauregui. —Recordé mi sueño con ella y mis manos comenzaron a temblar. Estaba nerviosa.

Ella se inclinó hacia mí y me dio una gran sonrisa que terminó contagiándome. —Me encantaría jugar contigo pero ¿puedo lamerte como helado?

Me sonroje de pies a cabeza. — ¿Qué? —Tragué en seco.

Lauren me miró extrañada por unos segundos y luego soltó una carcajada. —Que ¿cómo has estado?

«Idiota.» Miré mis manos sobre la madera y suspire, de pronto hacía calor en la oficina. —Bien... Sí, bien. —Tartamudeé y Lauren asintió. —Hoy mm ¿segura que quieres hacer la sesión? Digo, ya es algo tarde y debes estar cansada... —Miré mi reloj y eran las 6:45 p.m., la hora más tardía en la que había tenido una sesión en toda mi carrera.

—Eso quiero. —Contestó la castaña lentamente. Por un segundo me perdí en como humedecía sus labios y pensé en morderlos hasta que estuviesen rojos. Probar su lengua en mi boca y... — ¿Camila? —Salí de mis pensamientos y abrí los ojos como platos cuando noté lo que estaba pensando.

Psycho In Love CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora