Capítulo 14: "Vete a la mierda"

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Mi distracción fue tan evidente que hice que instantáneamente Rachelle se volteara a ver qué era lo que me tenía tan entretenida, y sí, se encontró con la rubia despampanante del colegio y no dudó un segundo en preguntármelo.

— Entiendo, es ella el problema ¿no?. — Dijo mirándome, se oía algo de enojo en su voz.

Al demonio...

CONTINUACIÓN...

— Yo... — En eso interrumpe Chelsea, el perrito faldero de mi tía Amelia. ¿Qué querrá ahora? Pensé. Tal vez enviarme a la iglesia y tirarme con algo de agua bendita por si acaso se me pegaba lo bollera. Aunque creo que era demasiado tarde.

— Disculpa Amanda, la directora quiere hablar contigo, te espera en su despacho. — dijo con una sonrisa estúpida en su rostro.

— En un momento voy. — dije mientras ella daba media vuelta y se iba.

Rachel se quedó a la expectativa por que una respuesta saliera de mi boca. Para su mala suerte y mi fortuna, deberíamos dejar la charla para después.

— Ahora debo irme, mi tía me espera, pero hablaremos después. — dije aliviada por haber zafado de esa respuesta, al menos por ahora.

— Promételo... — dijo seriamente.

— Lo prometo. — suspiré.

— Bien. — agachó la mirada con enojo, dio media vuelta y se fue.

No me dio tiempo de avisarle a Candace y Cecile que debía irme, así que directamente me fui.
Llegué al despacho, golpeé la puerta y desde adentro mi tía Amelia me pidió ingresar, así es que eso hice.

— Buenos días tía Amelia. — dije algo nerviosa.

— Buenos días Amanda, toma asiento por favor. — dijo con su rostro en completa seriedad, ya era algo habitual.

— ¿Hice algo malo? O ¿cuál es el motivo de esta citación? — Realmente estaba intrigada por saber qué carajo quería esta vez.

— Claro que no, tranquila, solo te llamé para saber cómo estás, cómo te has sentido, si realmente estás adaptándote y cómo estás llevando las asignaturas. — dijo con una media sonrisa.

Vaya que le cuesta sonreír a esta mujer, pensé.

— Ahh, pensé que me dirías algo malo. — respiré profundo.

— No te preocupes, hasta ahora no tengo una sola queja de ti, y espero no tenerlas. — Mientras entrelazaba sus dedos y me observaba. — Cuéntame cómo te está yendo. — dijo.

— Hasta ahora muy bien, por suerte logré ponerme al día con todas las materias, y...supongo que me he adaptado bastante bien. Tuve un buen recibimiento. — dije sonriendo.

— Bueno pues me alegro que así sea. Es muy importante que tengas un buen rendimiento, y que hagas amigas. Es parte de tu crecimiento aquí en Bloomington. — dijo con absoluta labia.

— Lo sé. — sonreí.

— Bueno, sabes que cualquier duda o cualquier cosa que necesites, solo debes pedírmelo ¿de acuerdo? — Eso me pareció muy amable de su parte.

— Gracias tía, de verdad. — dije agradecida.

— No tienes por qué, ahora sí...no te quito más tiempo de tu receso, puedes irte. — dijo mientras sacaba una carpeta de su escritorio.

— Está bien, con permiso. — dije levantándome de la silla y retirándome de aquel lugar.

Qué extraña...pensé. A veces se ve tan desagradable y malhumorada, y cuando quiere es tan amable y acogedora. Vaya mujer extraña.

Cuando amarte no sea pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora