Capítulo 88: "Me dueles"

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Cómo quisiera demostrarte que soy una mujer frente a tus ojos y no una niña.
Cómo quisiera hacerte entender que un par de números no detienen el amor que siento por ti...

CONTINUACIÓN...

Mientras yacía recostada en mi hombro pude percibir cómo su llanto había cesado, pero aún sollozaba. Acaricié un momento más su espalda, luego levanté su mentón y la miré directo a sus ojos aguados y enrojecidos por el extenso llanto.
Me quedé así, tratando de descifrarla, hasta respirar y hacerle una pregunta. Necesitaba volver a escuchar la respuesta para seguir adelante, solo una vez más.

— ¿Me amas? — pregunté con voz suave mientras hacía contacto directo con sus ojos huidizos.

— Amanda...por favor. — contestó aún con la voz entrecortada y colocando la mano en su rostro, volví a apartársela e insistí.

— Julianne, por favor, ¿me amas? — sentía que se me iba la vida en aquella pregunta.

— Claro que te amo. — respondió por fin.

— ¿Lo suficiente como para luchar contra el mundo por mi? — pregunté esta vez, algo demasiado arriesgado para el momento.

Ella esta vez se quedó en silencio, y agachó la mirada, como si lo más importante en ese momento era mirarse las uñas.

— Responde Julianne... — la desesperación comenzó a notarse en mi voz, estaba aterrada.

— Necesito estar sola. — contestó, y mis esperanzas se hicieron añicos.

Pensé decirle tantas cosas en ese instante, pero decidí respetar su voluntad e irme.

— Está bien...llámame cuando lo necesites. — ella asintió desde el sofá con su mirada hacia la ventana y no dijo ni una sola palabra, deposité un beso en su mejilla, me levanté del suelo y me fui.

Todo se había ido al carajo de un momento a otro. Por primera vez en mi vida comenzaba a sentir perder el control sobre mi propia vida, y lo peor de todo...es que no sabía cómo solucionarlo. Ni siquiera sabía si todo esto tenía solución.
Aunque debo admitir, que lo que más daño me hacía era ver a Julianne así, e irme a casa con el reflejo de la inseguridad y el miedo en sus ojos.
¿Realmente me amaba como yo a ella? ¿O no me amaba lo suficiente como para mandar al mundo entero a la mierda? No hizo más que sembrar dudas en mi, y eso me atemorizaba por completo.

Luego de tomar un taxi llegué a casa con muy mala cara y mi madre obviamente se percató de ello, pero realmente no me sentía con ánimos suficientes como para explicarle todo lo que había sucedido así es que solo le pedí privacidad, lo cual respetó, y me dirigí a mi habitación sin almorzar. Mis únicos deseos eran dormir por un largo tiempo y despertar con todo esto ya solucionado, pero claro, eso era imposible.
Siempre dije que ampararse con el sueño era de cobardes, pero sí...esta vez era yo la cobarde.

No supe más nada hasta que oí mi celular sonar. Me desperté bastante adormilada, observé el celular y era la puta alarma. ¿Eran las 6 de la mañana? ¿Tanto había dormido? Mierda.
Me levanté de inmediato y fui a darme una ducha para quitarme la cama de encima, luego me puse el uniforme, me despedí de mi madre con un beso y tomé un taxi hasta el Instituto ya que no tenía ganas de tomar el bus.
Al llegar, fui en busca de Candace y Cecile, a quienes encontré en la entrada.

— ¡Hey, amiga! ¿Qué tal el fin? — dijo Candace guiñándome el ojo en referencia a la sorpresa de Julianne.

— Bien bien... — respondí algo seca.

— ¿De verdad? Pero... ¿ha salido todo bien? ¿le ha gustado? — continuó.

— Sí, le encantó de hecho. — comenté.

Cuando amarte no sea pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora