Capítulo 23: "Dopamina"

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Su expresión era indescriptible, ¿realmente acababa de confesarme frente a ella?
No dejé que respondiera, me acerqué a ella rápidamente...y la besé, tal como en mis sueños, tal como lo había deseado...

Jamás me alejes de tus labios...

CONTINUACIÓN...

Ni siquiera podía describir con palabras aquello que estaba sintiendo al rozar sus labios por primera vez. Era como si me explotara el alma en miles de partículas, y emulcionara en un estado de euforia total.
Todo mi cuerpo estaba revolucionado, ante aquellos intrusos que se pegaban a mis labios y hacían estragos en mi mente.
Temblaba, mi corazón se aceleraba cada vez más. Si no supiera que era solo la emoción de besarla por primera vez creería que iba a darme un infarto. Esta sensación que recorre todo mi ser es inexplicable, es como si una extensa dosis de dopamina emanara desde la cabeza hasta los pies.

Aunque esta hermosa sensación duró solo un par de segundos, ya que Julianne se separó de mí...olvidándose de sacarme del paraíso. Literalmente quedé en las nubes.

Ella solo se levantó rápidamente de la cama alejándose de mí, su expresión era más de susto que de otra cosa. Se mantuvo de pié, con su mano en el pecho, estaba bastante agitada. La verdad es que se veía algo perturbada, como si se sintiera ultrajada. Y eso me preocupó bastante. Me sentí mal por ello.
Me observó un momento, pero no hablaba. Fue entonces cuando decidí ser yo la que rompiera el silencio.

— ¿Estás bien? — pregunté con la voz temblorosa, estaba muy nerviosa.

Ella no respondió, era como si se encontrara en alguna especie de trance. Me sentí más nerviosa que antes.

—Yo...lo siento, perdóname. — alcancé a decir.

Julianne continuó en silencio, y luego salió prácticamente corriendo de la habitación. Traté de alcanzarla pero no lo logré. Dejé que se fuera.
Yo me quedé allí completamente perdida, sin saber qué hacer o pensar. El hecho de que se haya ido así significa que lo tomó a mal, y la verdad es que eso me preocupa.

En estos momentos me siento avergonzada, y preocupada. ¿Cómo voy a mirarla a la cara mañana? ¿Y si jamás vuelve a hablarme? ¿Y si me reporta? Miles de preguntas comenzaron a abrumar mi mente. No sabía qué hacer. Pero tampoco puedo evitar sentir aún ese hormigueo en mi estómago al recordar ese beso con el que me derretí completamente. Fue tan hermoso, tan puro, tan único, tan real...que vale más que cualquier otra cosa en este mundo.

Me tiré a la cama y solté un profundo suspiro. Sería una noche bastante larga.
Estaba por dormir, cuando Candace y Cecile regresaron.

— Ok espera, ¿estás sonriendo? — dijo Candace observándome mientras alzaba una ceja.

— ¿Qué? — dije disimulando mi cara de alegría.

— Amanda... ¡estás sonriendo! Joder, la prefecta debe venir más seguido aquí. — dijo mientras hacía uno de sus gestos típicos.

— Calla. — reí.

— Aquí hay algo más, mírame. — dijo levantando mi rostro haciendo que la mirara.

No sé cómo hace, ¡pero siempre nota lo que quiero esconderle! Es increíble.

— No sé de qué hablas. — dije riendo.

— Ay por Dios Amanda ¡mírate! Hace unos momentos estabas llorando desconsolada como para una película trágica, y ahora estás sonriendo feliz como si nada hubiese pasado. Y no creo que solo con la visita de la Srta Evans hayas cambiado tanto de humor, a no ser...que haya ocurrido algo más. ¿No tienes nada que contarnos? — dijo alzando una ceja.

Cuando amarte no sea pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora