•Epílogo•

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Ocho años después

— ¡Theo, la cena está lista! —la voz de Anne desde la cocina hace que mi corazón bombee más rápido. Si no termino esto de una buena vez mañana estaré en problemas.

— ¡Un minuto! —grito desde mi lugar. Estoy seguro de que Anne entrará por esa puerta en cualquier segundo...

—Theo... —lo sabía.

—Un segundo, necesito acabar con esto —digo, terminando de pasar la última capa de pintura.

—Yo ya lo veo listo —dice acercándose a mi colocando su mano sobre mi hombro acariciándolo.

— ¿Tú crees? Siento que le hace falta algo, tal vez más color o no lo sé... ¿alguna sombra?

—Theo —dice, tomando mi barbilla con su mano levantándome la vista —Está perfecto. Estoy segura de que los niños lo amaran.

— ¿Y si no? Quiero que lo encuentren atractivo.

— ¿Y los últimos tres años no lo han encontrado atractivo porque...? —la miro con el ceño fruncido. Ella ríe y me toma de la mano, haciendo que me levante de mi taburete —Vamos, se nos enfriará la cena, Don Perfecto.

Desde hace tres años trabajo en la escuela primaria del distrito de Massachusetts. Ha sido una experiencia linda, principalmente porque nunca me visualicé como un profesor de arte, pero me encantó cuando me ofrecieron el puesto.

— ¿Recuerdas aquella niña de la que te hablé hace una semana?

— ¿La del problema en el brazo? —asiento recordando a una de mis estudiantes favoritas, Arya — ¿Le ocurrió algo?

—Iniciará su tratamiento la próxima semana.

—Theo, eso es fantástico —dice mirándome con ese brillo tan suyo.

—Lo sé... Arya tiene demasiado talento, estoy seguro de que con este tratamiento podrá curarse totalmente.

— ¿Sus padres lo saben? —pregunta haciéndome sentir un poco nervioso.

— ¿Qué cosa?

—Theo, ¿aún no les has dicho?

—No tienen por qué saberlo...

—Claro que sí, estás pagando el tratamiento de su hija. Tienen derecho a saber de dónde proviene el dinero.

—Ellos creen que la escuela está ayudando con el tratamiento. Además, no es del todo falso, soy parte del comité de profesores.

Anne me observa seria, pero con esa pizca de simpatía.

—Nunca cambiarás, Schley —dice, seguido de una cucharada de su sopa.

— ¿Qué te han dicho en la galería? ¿podremos montar la exhibición? —Anne trabaja en la galería de la Universidad de Boston. Hemos estado tratando de conseguir una fecha de exhibición para los dos. Desde que nos graduamos de Harvard, hemos querido exponer juntos. Hacer algo de los dos para que todos puedan apreciarlo.

—Aún no me han dado el visto bueno, pero supe que Fabius estará a cargo de la organización del festival de escultura en dos semanas. Intentaré convencerlo de que nos ayude a convencer a los demás. Pero todo marcha bien. ¿Crees que nos dejen?

—Si Fabius estará metiendo mano, será pan comido. Nos dejaran, estoy seguro. Y si no, ya encontraremos otra galería que nos quiera a los dos.

—No tuviste que negar la exhibición en Denver. Ellos te aprecian mucho, hiciste tu debut con ellos.

—Si no te querían a ti, entonces tampoco a mí. Somos un equipo, ¿recuerdas? O nos quieren a ambos, o no tendrán mi trabajo colgando de sus paredes.

Trabajar con niños nunca fue mi fuerte cuando era estudiante, pero algo tienen estos niños en particular que hacen que quiera ir a trabajar todos los días.

—Phoebe llamó... se escuchaba extraña, Theo.

—Le prometí que iría a su graduación. ¿Irás conmigo? Es en un mes.

—Un viaje a Hanover no se escucha para nada mal. Además, supongo que tus padres están muy contentos de que salga de esa pocilga no apta para el coeficiente intelectual de mi pequeña... en especial tu padre —dice imitando el sonido de la voz de papá cuando supo que Phoebe había escogido ir a la universidad de Dartmouth en lugar de Harvard. Fue bastante caótico — ¿Las cosas con Blake siguen delicadas?

—No lo sé con exactitud, ha estado muy presionada por su tesis, no he querido molestarla con asuntos extracurriculares.

—Su novio no es un asunto extracurricular. Sabes, sé que ha pasado mucho tiempo desde que estaban en la secundaria, pero sigo sin confiar del todo en esa relación.

—Aún sigues con la idea de que oculta algo. Phoebe se olvidó de Josh en cuento Blake la besó... es inútil intentar arreglar algo que no tiene arreglo del todo.

—Eso dices tú, pero yo, que he estudiado a los románticos de los siglos pasados, conozco que esas causas imposibles son muy posibles.

—Tú de que hablas, llevamos que ¿ocho o nueve años juntos? Y aun no has querido casarte conmigo.

—Oh no, no abriremos esa puerta, Theodore.

—No me importa esperar, te lo dije la primera vez que te lo propuse, pero al menos me podrías decir ¿qué es lo que tanto esperas tú?

—Quiero estar completamente segura de mí, antes de tomar una decisión como la del matrimonio Theo.

—Vivimos juntos desde hace ya siete años, Anne. Hemos pasado por mucho juntos, ¿a qué le temes? —tomo sus manos entre las mías. Le he propuesto que sea mi esposa exactamente cinco veces.

Las cinco veces me ha rechazado, pero siempre me dice que no es un no definitivo, sino un no de aún no es tiempo...

—No he tenido buenas referencias de matrimonios, Theo. La relación de mis padres ha sido turbulenta, casi todos mis tíos se han divorciados y es tan horrible verlos de esa manera.

—Tu hermana es un buen ejemplo de que se puede tener una vida feliz junto a alguien. Mira a Carter. Tu sobrina es una niña adorable con unos padres que la aman. Mira a mis padres, mis tíos. Todos son felices. Siempre hay excepciones a la regla, Anne. Nosotros debemos crear nuestro propio camino juntos, amor.

Ella suspira y acaricia mi mano.

—Annabeth Schlesinger... no suena mal, algo pretencioso, pero no está mal —dice con una sonrisa en sus labios.

Me levanto de mi asiento y me coloco sobre mi rodilla derecha y la miro con la sonrisa más grande que pueda haber en mi rostro.

—No tienes idea de lo mucho que he esperado para escucharte decir eso. No hay absolutamente nada de ti que quiera cambiar, salvo tu apellido, claro está —ella comienza a reír y sonrojarse. Saco de mi bolsillo una pequeña cajita, haciendo que la risa de Anne sea diez veces más grande.

— ¿Desde cuando llevas eso ahí?

—Desde la segunda vez que pedí tu mano. Me prometí a mí mismo que no me daría por vencido —le hice la misma promesa a otra persona muy especial, y no pienso romperla ni defraudarla. Abro la pequeña caja sacando el anillo que lleva ahí ya varios años —. Te prometo hacerte muy feliz, más de lo que ya somos —esta vez no se niega. Tal vez la sexta era la vencida.

Ella sonríe y puedo ver como unas pequeñas lágrimas salen de sus ojos.

—Te amo, Annabeth Von Doith, por favor... ¿me harías el honor de esta vez sí ser mi esposa?

Ella asiente entre lágrimas y con los latidos de mi corazón a mil por hora coloco el pequeño anillo en su dedo anular, sintiéndome el hombre más feliz del planeta.

Al parecer el tiempo indicado, es ahora. 


Theo, Schlesinger IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora