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Junio 2014

No soporto todas estas preguntas y tener que dar siempre las mismas respuestas. Siempre lo mismo. Aquí vamos de nuevo.

—¿Qué quiso lograr con este diseño señor Holmes?

¿Cómo que qué quise lograr? Me pregunto si le darán una guía a los periodistas en el que encuentran todas estas estúpidas preguntas. Podrían ser un poco mas originales y sorprenderme aunque sea solo una vez, pero tengo que seguir fingiendo hasta el final.

¡Respiro, sonrío y respondo!

—Bueno, se tomó en consideración los requerimientos y línea de diseño de esta cadena de hoteles, que como saben tiene unas características muy específicas debido a su historia, la cual fue motivo de un estudio profundo para dar respuestas a lo solicitado, tanto del entorno como del cliente. En pocas palabras, quisimos seguir con el estilo de la cadena, implementándolo al emplazamiento, a fin de no romper con el entorno.

—A propósito de eso, además del estilo propio e inconfundible de los Hard Rock Café, ¿Qué podemos ver en este que lo identifique a usted como arquitecto, señor Holmes? —pregunta otro de los periodistas, alias «buitres», porque lo único que hacen es entrometerse en la vida de uno y sacar estúpidas conclusiones en los periódicos.

—Mi propósito como arquitecto es que el usuario se sienta en confort con el espacio en cuestión. Espero que se logre este cometido nuevamente —respondo con mi sonrisa falsa y la paciencia que me queda.

Esto tiene que acabar, solo eran veinte minutos y vamos por treinta. Tengo mejores cosas que hacer y a Deana esperando por mí, aunque antes tengo que visitar algunos lugares aprovechando que estoy en la ciudad y creo que durante eso pasan algunas horas, pero tomando en cuenta el tiempo que he estado esperando visitar Chicago para deleitarme con su arquitectura, tengo esperanza de que valga la pena la pelea y quejas que me echara Deana cuando regrese. A veces no la entiendo pero para nada; la mayoría del tiempo me apoya en mi profesión y en el trabajo, pero en ocasiones como ésta se muestra muy cerrada y negativa al respecto.

Cuando antes de salir hacia aquí, le informé que no iba a poder acompañarme como lo hace la mayoría de veces, el estado de ánimo alegre y simpático -y frenético que tiene últimamente- que mostraba, cambio en cuestión de segundos, primero a sorpresa y luego a enfado, permaneciendo así hasta que me marché y más aun cuando le dije que después de la rueda de prensa me quedaría un tiempo más en la ciudad para visitar los lugares que tantas veces le he mencionado que me encantaría visitar en cuanto tuviera un respiro del trabajo.

Entiendo que en cada una de esas veces la incluía en el viaje, porque así lo deseaba, pero ¿qué culpa tengo yo de que Robert asumiera que no nos iba acompañar y le programara una visita con las damas de honor a la tienda de vestidos?, si solo le encargué que me mantuviera lo más al margen posible de los preparativos de la boda y le sugerí que le planificara la visita para hoy. Nada más.

No es que no quería que me acompañara, no, es solo que lo que para mi es fascinante e interesante, para ella es horroroso y viceversa y en esta ocasión quiero disfrutar realmente de las obras expuestas en los museos y de la arquitectura por la que se caracteriza esta ciudad. Pero supongo que no debo esperar que todo el mundo, o al menos mi prometida, tenga el ojo crítico que tenemos la mayoría «señor» de arquitectos «afectado», aunque después «muerte» de tres años conociéndonos debería mostrar «hermano» más conocimiento respecto al tema.

¿Que acabo de escuchar?

—¿Qué? —pregunto en voz alta casi sin darme cuenta. Estaba en tal modo automático que solo la mención de mi hermano me ha podido sacar de mis pensamientos.

—Le pregunté señor Holmes que, ¿cómo le ha afectado la muerte de su hermano?

Esto no puede estar pasando. ¿Como se atreven a preguntar semejante cosa? Y con esto logran acabar con la poca paciencia que me quedaba.

—¿Señor Holmes? —insiste la desagradable persona.

Por supuesto que no voy responder. Le lanzó a Robert, que se encuentra a mi derecha una mirada para que dé por concluida la maldita rueda de prensa. Gracias a Dios me entiende al instante y asiente.

—Bueno, no más preguntas. Gracias por venir —oigo que dice. 

Me levanto decidido a salir de aquí, ignorando las exclamaciones y el millón de «¿por qué?» que escucho a mi espalda tanto de los periodistas como de los directivos del hotel.

Y es ahora cuando me doy cuenta que ni siquiera se quien de los capullos periodistas hizo la maldita pregunta. Ni si fue hombre o mujer.

¡Joder!, tengo que averiguarlo para asegurarme de que no esté presente en la próxima rueda de prensa, pero seguro que Robert sí sabe de quien se trata como buen asistente que es, ya le preguntaré.

  ð ð ð ð ð  

"No somos perfectos, pero eso no tiene por que impedirnos ser felices, ¿no crees?"

¡¡Muchas Gracias por sus votos y sus comentarios, gracias por seguir esta loca historia!!

HOLMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora