18

189 22 19
                                    

Yo me quedo paralizada ante su beso.

¿Ian besándome?

¿Pero...?

¿Cómo...?

¿Desde cuando...?

Desecho todas mis dudas, cierro los ojos y me abandono en el beso. Cuando le correspondo, lo escucho ahogar un suspiro en mi boca.

Me he imaginado unas cuantas veces cómo sería besar sus apetecibles labios de color rosa, pero como dicen por ahí, la realidad superó con creces la ficción.

Sus labios son ridículamente suaves. Creía que lo más suave que había tocado en mi vida era la nalguita de Isabel de recién nacida, pero no, los labios de Ian lo son más.

Me agarra por la cintura y me acerca tanto a él que estoy segura que entre nuestros cuerpos no pasa ni una hebra de cabello. Le paso los brazos por el cuello y le acaricio su cabello, su igualmente suave y sedoso cabello, mientras me besa apacible, tomándose su tiempo en explorar mi boca, lo que me permite hacer lo mismo y disfrutar de su sabor: cerveza y piña.

Si, Ian sabe a piña. No se cómo, pero sabe a piña.

Baja lentamente sus manos hacia mi trasero, lo aprieta con sus dos manos y me acerca aún más hacia él, haciéndome sentir su apreciable erección contra mi pubis, que está perfectamente alineado con su entrepierna por mis tacones. No puedo evitar emitir un gemido, que hace que Ian comience a besarme con frenesí y desenfreno sin dejar de acariciarme las nalgas. Nuestros pulmones al parecer no necesitan oxígeno esta noche.

—Elena —escucho que dice alguien detrás de Ian, haciéndonos separar en el acto.

Nos miramos a los ojos como si hubiésemos salido de un sueño. O una maldición, quién sabe.

Leo.

Alex.

Ricky.

Mi madre.

Me pasan mil nombres por la cabeza antes de ser capaz de mirar por encima del hombro de Ian a la persona que nos encontró besándonos. El corazón amenaza con salírseme del pecho.

—¡Titi!

Suspiro audiblemente al encontrarme con Isabel y su niñera Megan.

Isa corre hacia mí y se me echa encima para después abrazarme.

—Hola mi amorsito —digo besándola, con la esperanza de no sonar como una persona comprometida que se acaba de besar con alguien casado, a espera de un bebé, en medio de la calle.

—¡Hola Ian!. ¿Eres el nuevo novio de Titi? —pregunta mirando a Ian.

—No —decimos rotundamente ambos, al unísono.

—Pero sólo los novios se besan y ustedes se estaban besando —dice Isa—. ¡Ahhhhhhhhhhhhhh!, están jugando al papá y a la mamá. ¡Yo soy la hija! —exclama levantando un brazo, para después hacer una mueca de incomprensión—. Pero mami me dijo que en ese juego está prohibido besarse, sino, viene la policía y te lleva preso.

En otras circunstancias me estuvieran riendo de las ocurrencias de mi sobrina, pero ahora solo soy capaz de mirar a Ian sin saber qué decir. Me devuelve la mirada y percibo su preocupación.

—Elena, lo... lo siento. Perdóname, no quería hacerlo, lo hice sin pensar. Lo lamento —dice una palabra detrás de otra rápidamente antes de darse la vuelta, subirse en su auto e irse.

Me quedo como una idiota clavada en el sitio con Isa en brazos, viendo como Ian desaparece en su cochazo de James Bond, hasta que escucho un carraspeo a mi lado.

HOLMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora