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Mientras conversaba con Elena sobre el porqué de su presencia aquí, olvidé por unos minutos la terrible tristeza que siento desde la madrugada del domingo, mas estando en una época donde todos celebran, pero esta no es mi mejor navidad, cuando el doctor salió de la sala de cirugía y anunciaba la muerte de mi esposa.

En estos duros momentos, me di cuenta cuando la vi que extrañamente es la única capaz de sosegarme un poco, ni siquiera Hamiel ni Sophie, pero al verla cantarle a Dylan logrando calmarlo, me doy cuenta por enésima vez que no tengo ni idea de cómo cuidar de mi hijo, no sé cambiar un maldito pañal, no se cómo darle el biberón. ¡Joder! No se ni cómo cargarlo ya que desde que nació está en la incubadora y eso me mortifica e inquieta cada vez que lo pienso, que son muchas veces después de ayer.

—¿Q-Qué? —escucho que dice Elena frente a mí. Alzo la mirada y me encuentro con su rostro blanco como el papel.

Vaya, si así se ve al saber lo de Deana, no quiero ni imaginarme cómo luzco yo, pero la verdad me importa una mierda. Sólo quiero procesar lo más pronto posible el hecho de que ocho meses después de casarme quedo viudo y que horas después de nacer mi hijo, éste queda huérfano de madre, así puedo cuidar bien de él cuando le den el alta.

—Lo siento mucho Ian —dice Elena acercándose unos pasos— ¿Qué sucedió? —alza la mano con la intención de colocarla sobre el brazo que tengo reposado sobre la cuna, pero la baja antes de tocarme, me quedo deseando que lo hubiera hecho. Es increíble lo que esta mujer que casi no conozco logra hacer en mí, es como un salvavidas cuando me estoy ahogando, claro que ese ahogamiento algunas muchas veces lo ha provocado ella misma—. ¿Ian?

La miro devuelto a la realidad. ¿Por qué estoy yo teniendo estos pensamiento sobre Elena cuando tengo que ocuparme del entierro de Deana y de cuidar a Dylan? Tal vez es por eso que me olvido de todo cuando está cerca, porque mis pensamientos suelen irse hacia ella completamente. Sacudo la cabeza para despejarme y enfocarme en lo que debería.

—No quiero hablar de eso Elena, ahora no —le digo frotándome la cabeza. Ahora mismo no me siento con la energía necesaria para decir en voz alta la explicación del doctor, aunque ronda en mi cabeza como abeja a una flor.

—Entiendo, perdona mi indiscreción —dice en una voz baja que nunca le había escuchado.

—Hasta ahora hemos logrado mantenerlo en secreto, pero supongo que ya tu periódico logrará la primicia ¿no? —le inquiero cruzándome de brazos antes de que su móvil empiece a sonar por toda la sala.

Lo saca apurada, toma la llamada e inmediatamente después de ponerlo en su oreja, lo aparta de ella rápidamente haciendo una mueca que me hace querer sonreír, pero no lo consigo. Se da la vuelta y mis ojos por instinto se dirigen a su trasero, algo normal en ellos. La observo mientras habla y me es imposible entender lo que dice porque habla en español. Un rato después cuelga y voltea a mirarme.

—Pues al final no será en la editorial donde trabajo quien tendrá la noticia. Era Alex para decirme que la noticia está en todos los noticieros.

—¡Malditos buitres!—mucho habían durando para enterarse con todo el personal médico que lo sabe.

—Ya sabes como es esto Ian.

—Sí, claro que lo sé, si no me dejan en paz ni un maldito año desde el accidente de Liam —le suelto sin pensar. Elena arruga el entrecejo al escucharme y abre la boca para hablar pero el sonido de mi móvil la calla. Lo saco de mi pantalón y veo que es mi madre. Observo la hora: 11:24 am. Quedé con ella a las 11 para seleccionar la ropa que le pondremos a Deana antes de entrarla en el ataúd —. Me tengo que ir —digo a nadie en específico dirigiéndome a la puerta, pero antes de salir volteo hacia Elena —Vámonos —me mira sorprendida cruzada de brazos. No quiero que le saque una foto a Dylan, al menos a él quiero mantenerlo fuera de toda esta mierda.

HOLMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora