51. Encuentro.

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Unas ligeras sacudidas me hacen despertar y abrir los ojos lentamente.

– Abby, ya vamos a aterrizar. –me dice Becca con voz suave y tranquila.

Me estiro un poco sobre mi lugar y me acomodo en el asiento. No creí que me fuera a quedar dormida. Cuando recién despegamos, no podía dejar de pensar en Niall. Pasaba por mi mente una y otra vez. No podía dejar de imaginar su rostro al ver que no volvería. Pero confío en que podremos arreglar todo esto cuando regrese.

– ¿Tú no dormiste? –pregunto al notar todos los envoltorios de golosinas en su mesita.

– No, no pude. Volar de noche me pone de nervios. Leí un poco y me comí unas veinte mil bolsitas de galletas.

– Eres una tragona. No sé cómo demonios no engordas.

– Bueno, al menos como. Tú casi estás en los huesos porque no comes ninguna maldita comida completa en todo el jodido día.

– No sigas con eso, Becca. Como lo suficiente.

– Sí, lo suficiente para que te dé una muy buena anemia. Siempre has comido muy bien, por no decir demasiado.

– Cenaré algo cuando lleguemos al hotel, si es que así no vuelves a tocar el tema. –ella suspira el notar que no quiero discutir. Comer bien o no, no es algo que esté en mi lista de prioridades en este momento.

– Vale, me conformo con eso.

No sé por qué demonios insiste con el tema. Es tan fastidioso estar escuchando que me diga lo mismo tantas veces. Al menos sé que le importo siquiera. Si fuera otra persona, le importaría un comino si es que ingiero algún alimento alguna vez en el transcurso del día.

Alrededor de diez minutos después, ya nos encontramos dejando el avión y entrando en el gran aeropuerto de Pretola. Hay gente esperando a las personas que vienen llegando de algún otro lugar fuera de la ciudad, o del país. Becca y yo nos abrimos camino entre los cuerpos de las personas, con nuestro poco equipaje, hasta que nos detenemos junto a una de las tantas entradas a distintas zonas del aeropuerto. Estar aquí ya lo hace todo más real, me siento nerviosa.

– ¿Y ahora, qué? –pregunta Becca, viendo para todos lados.

– Tenemos que tomar un taxi que nos lleve a Florencia.

– ¿No estamos en Florencia? –pregunta con pánico. – ¿Dónde demonios estamos?

– Si estamos. Bueno, algo así. Estamos como a diez kilómetros de la ciudad. Tomaremos un taxi que nos lleve al hotel.

– Bien. –dice, ahora ya más tranquila. – ¿Qué hora es? Muero de sueño.

– El vuelo es de poco más de dos horas, más el cambio de horario, debe de ser como la una treinta de la mañana.

– Joder. Lo que quiere decir que no tocaré una cama hasta, ¿qué hora?

– El trayecto hasta el centro de la ciudad es de veinte minutos, creo.

– Oh, jodidos los que me alejan de una cama.

– Por favor, Becca, trata de que tú mal humor nocturno no me afecte a mí.

– Sabes que si no duermo por la noche, me pongo de un humor de perros.

– Tranquila. Seguro que dentro de una hora ya estarás por dormir en una cama decente.

– Vale.

Salimos del aeropuerto y, por suerte, encontramos un taxi vacío. El taxista nos ayuda con nuestros bolsos y subimos al auto.

Viaje Inesperado [N.H.]© Parte#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora