Capitulo 3: Primer día con Gryffindor.

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- Levantate, Aadhya – Hermione sacudió mi brazo logrando despertarme. Tal y como había dicho, la luz del amanecer irritaba mis ojos por lo que cubrí mi cabeza con la frazada – Es hora de desayunar.

- ¿Qué hora es? - pregunté adormilada. Mi voz sonaba un poco ronca.

- Las 7 – respondió con simpleza a lo lejos.

Descubrí mi rostro para que mis ojos se acostumbren a la luz. Me senté en mi cama, tomé mi varita y con ella atraje una remera grande de color gris con el logo de una banda muggle para cubrirme con ella. La remera le pertenecía a mi padre y aún conservaba su esencia. Me puse de pie y estiré la remera lo suficiente para tapar mis muslos, no quería incomodar a Hermione de nuevo, por muy divertido que sea.

- ¿Donde se encuentra el baño? -pregunté a Hermione que se veía frente a un espejo, arreglado su espeso cabello, señalo una puerta que se encontraba a la izquierda.

Tomé una ducha rápida, aunque mis duchas suelen durar de 30 minutos a 1 hora, e hice todas mis necesidades. Salí envuelta en una toalla roja, como todo lo que había allí y Hermione me miró con reproche. Supongo que era demasiado "exhibicionista" para ella; tan reservada y puritana. No dejaría de ser así solo por ella, se que es importante la convivencia pero que se acostumbre. Me puse la ropa interior, luego tomé mi uniforme de la silla y me vestí. Me acerque al espejo para verme: lucía como una vieja. Todo me quedaba asquerosamente grande. Tomé mi varita nuevamente y bajo la severa mirada de Hermione, arreglé mi uniforme haciéndolo más al cuerpo y con la falda una palma más arriba de la rodilla. Ni conservador, ni provocador.

Hermione aun seguía de pie junto a la puerta. Estaba tentada a decirle que se fuera, que podía guiarme sola. Pero el castillo era enorme y no recordaba el camino de la Sala Común al Gran Comedor, y no quería hacer el ridículo perdiéndome en mi primer día, así que opte por callarme.

Tomé unas botas en lugar de zapatos sosos y me los puse, pinte mis ojos con mucho delineador negro y me vi frente al espejo. Nunca peinaba mi cabello salvo después de bañarme. A papá siempre le había gustado mi maquillaje de mortifago, y mi cabello negro rizado y despeinado era como el suyo.

- Terminé – notifiqué a mi compañera quien asintió con la cabeza para luego abrir la puerta y salir de la habitación. Eche un vistazo a la cama de mi otra compañera antes de cerrar la puerta y noté que estaba deshecha.

- Los chicos deben de estar en el Gran Comedor. Vamos – dijo Hermione.

Camine detrás de ella fuera de la Sala Común, recorriendo los pasillos con pequeños grupos de personas cuando una duda nació en mi mente.

- Oye Hermione... ¿Harry les contó lo sucedido? - pregunte con intriga. Sabía que Hermione y aquel Weasley, cuyo nombre no recuerdo, eran los mejores amigos de Harry y no me agradaba la idea de que él ande por ahí divulgando mis cosas.

- Oh no, no dijo nada. – respondió ella – dijo que era asunto tuyo.

Asentí. Agradecía a Harry por respetar mi intimidad, el sabía lo histérica y gruñona que llegó a ser cuando abusan de mi confianza.

- Aunque... si quisieras hablarlo, puedes contar conmigo – empezó a decir – no es necesario que me cuentes lo que sucedió, solo si quieres desahogarte...

Comprendí que esperaba que soltara algo con lo que ella pudiera atar cabos. No soy tonta, había visto a Hermione antes y sabía perfectamente como funcionaba su mente. Ella era muy inteligente, lograba entender las cosas más rapidamente que algunas otras personas y tal vez puede que encuentre alguna solución, pero no confiaba en ella aún.

- Descuida – dije seria.

- Solo decía – dijo tímida – pero como te vi un tanto afligida anoche pensé que sería lo mejor...

No debiste volver | [D.M]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora