Suspiré acostada boca abajo en la cama.
Estaba en ropa interior, con sangre en mi brazo izquierdo y no quería levantarme. Había vuelto a cerrar la puerta con el seguro, así que nadie podría entrar.
La inseguridad, el miedo, el pensar que podría morir a manos de cinco hombres desconocidos mientras se aprovechaban de mi frágil cuerpo hasta caer agotado, era más poderoso que las ganas de parar la cuchilla.
Lo había vuelto a hacer a pesar de que, al día siguiente de la muerte de mi madre, cuando vinieron a buscarme para llevarme al hospital mental, me prometí que nunca más me haría daño a mí misma ni a mi propio cuerpo intencionalmente.
Al fin y al cabo, no pensé que tendría veinte años y un cuidador y menos que sería un hombre, o cinco en tal caso, porque sí, era Mike quien figuraba en los papeles, pero aquí había más hombres viviendo.
Creía que me quedaría en la institución mental un par de días, tal vez una semana o un mes hasta que pudiera ser independiente y valerme por mí misma, pero fue cuando llegué que me dieron la impactante noticia de que necesitaba a alguien para "cuidar de mí' por mi pasado.
Dijeron que era una forma de evitar que hiciera "cosas malas" o "algo irremediable de lo que no pudiera arrepentirme más".
Oí que alguien llamaba a la puerta del otro lado de mi habitación, otra vez. Ya habían pasado cuatro veces desde que la cerré y solo había pasado una hora.
¿Por qué no me dejaban en paz?
Todo lo que quería era que me dejaran en paz.
La voz de Mike avisándome para que bajara volvió a oírse, de nuevo también, como desde que llegué. Sabía que había salido corriendo detrás de mí, pero le había cerrado la puerta de mi habitación en la cara.
—No te estoy preguntando, Katie. Vas a bajar a cenar ahora mismo. —Dijo Mike con voz autoritaria aún desde el pasillo.
Miré a la puerta poniendo los antebrazos en la cama para apoyarme, aunque el izquierdo falló por la pérdida de sangre y caí tontamente sobre mi cara, pero me quedé acostada.
Mike se estaba enfadando y eso sería peor para mí, así que corrí hacia el baño, me lavé, tapé las recientes heridas con unas gasas, me puse un camiseta de mangas largas, sudadera oversized y volví a ponerme el pantalón vaquero junto a los calcetines y las deportivas.
Abrí la puerta despacio y no había nadie, para mi suerte, así que suspiré con una inmensa tranquilidad que no tardó en verse interrumpida por la voz de Mike.
Sí, por trigésima vez.
—¡Te estamos esperando! —Tragué en seco.
Oculté las manos en mi espalda, metiendo las manos en los bolsillos traseros y bajé las escaleras despacio hasta llegar a la sala, donde vi la puerta acristalada del jardín y las luces del porche encendidas.
Antes de atravesar la puerta, volví a suspirar, más por calmarme que por otra cosa, pero una mano en el medio de mi espalda hizo que un escalofrío corriera desde ese punto hasta mi nuca.
—¿Vas a pasar, pequeña? —Habló con suavidad aunque su voz era más bien grave.
Me giré despacio y Néstor me sonreía de lado con un vaso en la otra mano que no estaba en mi espalda aún, así que solo asentí y me hice a un lado para que fuera él quien pasara primero, pero hizo lo mismo invitándome a ir yo y me quedé mirándolo.
No supe cuánto tiempo pasé mirando esos profundos ojos marrones fijamente, pensando en si él sería capaz de hacerme daño o de abusar de mí porque no se le veía como si fuera de ese tipo de hombre, pero yo tampoco conocía otros tipos de hombres.
—¿Pasa algo? —Cuestionó con un poco de risa suave, levantando una ceja y negué. —Pues si no pasa nada, podríamos ir al jardín y cenar con los demás, ¿te parece bien? —Asentí y él conmigo.
Abrió la puerta y me dejó pasar primero, cosa que hice con pasos lentos y cortos porque sabía que Mike estaba molesto conmigo. Había hecho las cosas mal, había vuelto a huir y seguro que iba a castigarme por haberlo hecho.
Ya mis ojos estaban cristalizados con ligeras lágrimas al pensar qué me haría mientras veía a los demás sentados en la redonda mesa del porche y sus miradas cayeron en mí de manera casual por haber hecho acto de presencia, pero luego cayeron en Néstor a la vez que éste se sentaba y comenzaron a hablar.
Mike no me quitaba la mirada de encima mientras él mismo me servía un plato de las sobras que hice para el almuerzo pues, por lo que veía, cenaríamos eso y yo estaba más nerviosa aún por si no les gustaba.
—¿Lo hiciste tú? —Preguntó Matt señalando su plato y asentí.
—¡Tiene una pinta increíble! —Josh se frotó las manos y agarró el tenedor.
Ellos comenzaron a cenar en silencio, solo se oía la porcelana de los cubiertos chocando contra los platos casi vacíos o el sonido de los vasos siendo puestos de nuevo en la mesa cuando alguien bebía.
—Nunca había probado algo tan delicioso. —Halagó Ian siendo secundado por los demás admirando la comida.
—¿Te gusta cocinar? —Me preguntó Matt y asentí.
Mientras acabábamos de cenar, pues algunos se habían dado el lujo de repetir plato, sus conversaciones eran la banda sonora de mi silencio. Solo los oía a ellos mientras le daba vueltas a un trozo de comida servida en mi plato.
—Kay...—Mike dijo ese apodo a mi lado y lo miré con miedo. —Esta situación es muy difícil para una jovencita como tú, y más con el pasado que tienes, cariño, créeme, lo sé. Has perdido algunos seres queridos muy cercanos a ti, pero tienes que seguir adelante. —Su voz fue suave en todo momento..
Asentí lentamente pensando que John no era un ser querido para mí en absoluto, pero Mike creía que sí.
Siguió hablando.
—No estoy enfadado contigo porque te escapaste, de hecho, no creo que nunca me enfado con nadie, ni siquiera con estos idiotas y, créeme, me hacen enojar bastante. —Señaló a los chicos que se reían con cierta burla. —Solo te pido que me digas qué te pasa, por favor. Cuenta conmigo para lo que quieras cuando quieras. Si necesitas hablar, o lo que necesites, aquí estoy y aquí están ellos, ¿vale? —Terminó con esa sonrisa paternal apuntándolos de nuevo.
"No, no puedo hacer eso", pensé.
De igual modo, asentí despacio con una ligera mueca parecida a una sonrisa y seguí enfocada en mi plato mientras ellos continuaban hablando de otros temas actuales para hacerme sentir en casa.
La oportuna melodía de un teléfono móvil sonó y todos se miraron entre sí con extrañeza para acabar mirándome a mí, que los miraba a todos de vuelta, buscando la procedencia de esa canción que sonaba porque era de mis favoritas.
Luego caí en cuenta de que mi bolsillo vibraba iluminado, pero como no estaba acostumbrada a oírlo sonar porque nadie me llamaba nunca, tardé en darme cuenta que era el mío y que por eso sonaba una de mis canciones preferidas.
Lo saqué del bolsillo delantero, miré el nombre de Abby en la pantalla con una foto que ella misma se había sacado al apuntar el número y aguanté una risa pensando en porqué me llamaba casi a las once de la noche cuando mañana ella tenía clase.
—¿Diga? —Descolgué y hablé en un tono bajo y suave porque ellos se habían quedado en silencio mirándome.
—¡Katie, tienes que poner el canal cuatro ahora! —Exclamó con emoción.
—¿Por qué? —Mantuve la cabeza agachada.
—¡Están dando la serie que te dije! —De fondo, oí el volumen de la televisión.
—Pero estoy cenando, ahora mismo no puedo... —Mike tocó mi hombro y asintió con la cabeza sonriendo. —Bien, vale, ya voy... —Me levanté y fui hasta mi habitación.
No iba a verlo en la sala.
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Katie.
Literatura FemininaKatie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro, eso sin contar el horrible temor a los hombres que padece por culpa del desgraciado novio de su madre. Dicen que el destino es caprichoso...