37. -¿Hematoma?

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Cuando abrí los ojos estaba acostada en casa, en mi cama, y no recordaba nada de lo que había pasado.

No sabía porque volvía a estar aquí si recordaba que había salido a desayunar con los chicos e Ian me dijo todas las cosas que haríamos, muchas más cosas interesantes.

También recordaba que me había enfadado por el Sr. Jones, me había ido molesta de la cafetería y me había sentado en un banco a que se me pasara el enfado, pero no sabía qué había pasado entremedio.

Había un enorme vacío de recuerdos y no conseguía saber qué había ocurrido, pues por mucho que intentara hacer el esfuerzo por recordar, mi cabeza dolía cada vez más, así que dejé de intentarlo. Incluso era un dolor físico en la parte de atrás de mi cráneo.

Miré mis manos limpias, mis brazos también así como mis piernas. Mi vestido ya no estaba y era sustituido por unos shorts de estar por casa y una camiseta normal, sin zapatos, lo que me resultó extraño.

¿Quién y por qué me había cambiado de ropa?

Solo se me ocurría Mike, porque no creía que alguno de los otros cuatro hombres fuera capaz de cambiarme la ropa, a parte de que Mike no les dejaría acercarse a mí para hacer algo así.

Me levanté y me dolió la cadera izquierda al apoyar la pierna en el suelo, así que me apoyé en la pared con la mano y me recogí la camiseta lo suficiente para observar un horrible hematoma ahí.

Ya comenzaba a tener un tono parcialmente negro acercándose a violeta con ciertas zonas rojas y otras más rosadas, pero no sabía cómo me lo había hecho, así que abrí la puerta y bajé las escaleras con lentitud para buscar respuestas en forma de compañeros de casa.

Me dolía mucho y realmente estaba pensando en cómo, con qué o porqué me había hecho eso. No se me ocurría nada, pero se veía que había sido con bastante fuerza, así que tuvo que doler más en el momento de lo que me dolía ahora.

—¿Mike? —Llamé. —¿¡Michael!? —Nadie respondió. —¿Matt, Josh? —El salón-comedor estaba vacío. —¿Néstor? —La cocina estaba vacía. —¿Ian? —Fruncí el ceño buscándolos.

—¡Aquí! —Se oyó desde el jardín trasero y me acerqué.

—¿Dónde están los demás, Ian? —Me senté en la mesa mientras él estaba en una silla mirando sus nudillos colorados.

—Han salido. —Se levantó y se puso frente a mí sin dejarme ver qué le había pasado. —¿Cómo te sientes? —Suspiré.

—Confusa. Estábamos desayunando, ¿qué pasó? —El confundido parecía él. —¿Cómo te has hecho eso? —Señalé la mano que tenía oculta en su espalda.

—No te preocupes por mí, me he golpeado con una puerta. —No me miró a los ojos.

—Mentira. —Ahí me miró. —Me estás mintiendo. Déjame ver. —Negó.

—No importa, preciosa, no me duele. —Agarré su bíceps y tiré de él hacia adelante para sacarle el brazo de su espalda.

—¿¡Qué te ha pasado!? —Exclamé acariciando sus nudillos y se quejó un poco. —¿A quién has pegado? —Se sorprendió de que le preguntara eso.

Yo caí en cuenta de que quizás se había enterado de la madrugada y de lo que casi pasó entre Néstor y yo. Tal vez Josh le dijo que nos vio juntos en el jardín, lo malinterpretaron y se pelearon por mi culpa.

Aunque no había mucho que malinterpretar porque el momento del porche hablaba por sí solo, pero Josh no llegó a vernos pegados ni a punto de besarnos, ¿verdad que no?

—¿Por qué vas a llorar? —Me preguntó Ian acariciando mi cara con la mano que no estaba entre las mías.

—¿A quién le has pegado, Ian? —Repetí intentando sonar calmada.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora