3. -¿Amigos?

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Nuestro avión aterrizó después de una cuantas horas cruzando el país desde una punta hasta la otra, nos bajamos de él, recogimos las maletas en silencio y fuimos hasta la puerta del aeropuerto.

—Espera un momento aquí, creo que unos amigos vienen a buscarnos. —Dijo tecleando algo en su teléfono móvil.

Me tensé ante esa oración, esa palabra.

Amigos.

¿Serían hombres? ¿Cuántos serían? ¿Iríamos todos en el mismo coche? Entonces, máximo serían tres personas porque los vehículos normales solo tenían cinco asientos y nosotros ya éramos dos, ¿verdad?

¿Y si tenía que sentarme con dos hombres desconocidos a mis lados en los asientos traseros? Sus piernas tocarían las mías, ¿sus manos también tocarían mis muslos? ¿O más arriba?

¿Cuál era el plan de Mike?

Lo miré. Él estaba de espaldas a mí unos pasos más alejados hablando por teléfono y no me veía, pero mi cuerpo acababa de empezar a temblar exageradamente.

De todas formas, aunque él estuviera justo a mi lado no estaría escuchando su conversación telefónica porque los nervios se estaban adueñando de mí y todo mi cuerpo. 

Lo único que podía escuchar era el latir nervioso de mi corazón retumbando en mis oídos y en la yema de mis dedos, que estaban haciendo fuerza en la correa de la maleta en mi hombro y en el agarradero de la maleta de ruedas. Mis manos y piernas se sentían dormidas y un mareo me golpeó mientras mi respiración se hacía más pesada.

Cerré los ojos y me apoyé en una columna a mis espaldas.

Suspiré intentando tranquilizarme y me di una cachetada que acabó picando en mi mejilla, así que tuve que acariciarla con un gesto ligeramente dolorido hasta que dejó de tener ese escozor.

Tenía que tener la mentalidad positiva y abierta. 

No iba a pasar nada porque Mike no iba a permitir que...

¿Y si Mike solo quisiera ganarse mi confianza para abusar de mí con sus amigos? ¿Y si en realidad no quería cuidar de mí? ¿Qué tal si él solo me quería para que todos juntos se divirtieran con mi cuerpo y terminarían hundiendo mi vida hasta que terminara tratando de quitármela, como ya había planeado anteriormente?

Levanté un poco las mangas del fino suéter para ver mis pálidas muñecas con marcas rojas de algunas heridas ya cerradas que me había hecho unas semanas atrás, antes de que Crystal muriera, cuando yo aún seguía siendo abusada por John.

Comenzaba el clima primaveral, pero no podía mostrar mi cuerpo. No me gustaba mostrarlo porque tenía muchas cicatrices, hematomas o heridas que se podrían ver, algunas habían sido hechas por mí y otras no, que eran las que más me avergonzaban.

Desafortunadamente, no podía ocultar la cicatriz que me cruzaba el ojo izquierdo y la ceja del mismo lado, pero si pudiera ya lo habría hecho. A veces solía cubrirla con mi pelo, pero me molestaba un poco, así que no lo hacía muy seguido.

—Vamos, Kay. —Mike me llamó.

Fui a caminar, pero me detuve en seco cuando me di cuenta de la forma en que me había llamado y fruncí el ceño ante ese apodo. Se sentía cariñoso, bonito y bastante adorable, pero no quería confiar en él. No podía.

—¿Puedo llamarte así? —Preguntó cauteloso.

Suspiré y asentí todo lo despacio que mi cuello permitía para que se viera que le decía un "sí" con la cabeza mientras en mi mente se repetía "mentalidad positiva".

Sonrió y llevó mi maleta de ruedas mientras yo iba unos pasos por detrás siguiéndole. No quería estorbar con la gente que lo paraba para pedirle autógrafos o fotografías, así que me quedaba al margen cuando eso pasaba hasta que llegamos a los aparcamientos.

Había un coche deportivo color amarillo muy llamativo, era tan bajo que iba casi estaba pegado al suelo, su color era demasiado brillante y parecía un cohete de lo afilado que era por delante para mejorar la velocidad.

Ese coche perfectamente podría costar más que las dos casas en las que había vivido durante mis veinte años de vida, donde vivía cuando aún tenía familia y el piso donde viví después con Crystal y John.

Había un hombre, para no variar, por fuera de éste apoyado en la puerta del copiloto con un cigarrillo en los labios, los brazos cruzados y mirando hacia la derecha, aunque llevaba unas gafas de sol oscuras.

Era mucho más alto que Mike, como de 1.80 y poco, pelo castaño claro casi rubio en media melena tapando su nuca, barba alrededor de su boca, camiseta de mangas cortas, pantalones vaqueros algo sueltos y unas botas marrones.

—¡Josh! —Le llamó Mike y el hombre miró.

Josh...

John.

Tragué en seco.

El mencionado bajó las gafas de sol desde el puente de su nariz hasta la punta y me miró con esos ojos verdes oscuros sobre ellas mientras sonreía, lo que me hizo retroceder por la forma en la que lo había hecho, como si fuera un rompecorazones.

No me gustaba.

No me gustaba él.

Mike agarró mi mano con suavidad y caminó conmigo hasta donde estaba Josh apagando el cigarrillo en el suelo, aplastándolo con la bota sin dejar de mirarnos.

—Josh, ella es Katie. —Me señaló yendo hacia la parte trasera del coche. —Katie, él es Josh, uno de los amigos que vive conmigo. —Metió mis maletas en el maletero más pequeño que haya visto, pero yo no reaccioné.

Uno de los amigos que vive conmigo.

—Todo un placer, nena. —Dijo Josh con una voz ronca bajando sus gafas de nuevo para guiñarme un ojo y luego se las volvió a colocar.

Comencé a ponerme más nerviosa, no solo por la confianza que se había tomado este hombre desconocido en llamarme "nena", si no por las palabras de mi cuidador que seguían resonando en eco dentro de mi cabeza.

Uno de los amigos que vive conmigo.

¿Cuántos amigos vivían con él? ¿No tenía suficiente con vivir solo con uno? Encima tenía toda la pinta de que serían más hombres, ni una sola mujer, así que tendría que adaptarme a ellos y quitarme el miedo a la fuerza.

No quería, pero no había nada que pudiera hacer. Estaba al otro lado del país, sola, sin dinero, sin trabajo, sin casa, traumatizada, temerosa, mentalmente inestable. Sin contar que podría meterme en problemas muy serios por huir de mi cuidador.

Cuando me quise dar cuenta estaba sentada en el apretado asiento trasero del deportivo amarillo de Josh. Se notaba que este coche era más bien biplaza. Era incómodo. Estaba incómoda.

Mike y él iban hablando de cosas que no quería escuchar, así que miré por la ventana volviendo a ponerme los auriculares.

No fue una sorpresa que el teléfono no encendiera, lo había estado usando durante bastante tiempo y ya se había quedado sin batería, así que tuve que mirar por la ventana en silencio, solo oyéndolos a ellos de fondo porque mantuve los auriculares en mis oídos para suprimir el sonido.

—Sí, ya la habitación para ella está preparada. La dejé lista antes de irme el otro día. —Decía Mike.

—Ninguno hemos entrado a esa habitación, así que tiene que estar igual. No te preocupes por eso. —Repondió Josh sin apartar la mirada de la carretera.

Me llevé las manos a la cara y suspiré mientras intentaba esconderme de esta nueva vida. 

Ahora no sabía si quería que empezara o simplemente que terminara de una maldita vez.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora