7. -Gracias.

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Ahora que Ian se había ido de casa a comprar, aproveché que estaba sola en la cocina para beberme la taza de café de un enorme trago y comerme el bollitoo de crema como si no hubiera comido en días.

En parte, era cierto.

Suspiré con los ojos cerrados disfrutando de un agradable desayuno y de la soledad de la mañana que no tardó en ser interrumpida por otro hombre más. Creía que se llamaba Néstor.

—Buenos días. —Me saludó con media sonrisa y asentí saludando.

Sí, esa voz era suya, no había duda.

Fue hasta la cafetera, vio el café recién hecho e hizo un gesto de aprobación mientras bajaba una taza del mismo armario que había abierto Ian antes para darme la mía.

Yo no le había quitado la mirada de encima y estaba observando todos sus movimientos con cuidado desde una esquina, como había hecho con el otro hombre.

Néstor vestía una camisa de botones de color rojo oscuro, vaqueros negros y zapatos oscuros, mientras que Ian tenía puesta una camisa azul con cuello en V, vaqueros rotos y botas cortas.

Me di cuenta de lo diferentes que eran los dos y también me pregunté cuál era la diferencia entre Matt y Josh, pero luego recordé cómo estaban vestidos ayer.

Josh con esa simple camiseta blanca, vaquero holgado y otro par de botas, mientras que Matt vestía otra camisa lila pastel de botones, vaqueros y deportivas.

Me di cuenta de que había estado pensando demasiado, así que dejé esos pensamientos a un lado y vi a Néstor llenando su taza de café casi hasta el tope, tomó un gran sorbo y asintió, pero luego sucedió lo que más temía; me miró, haciéndome sentir frágil, indefensa y tímida.

—¿Lo has hecho tú? —Señaló la cafetera y negué. —¿Alguno de los chicos? —Asentí. —Ian. —Volví a asentir. —No me extraña que haya sido él, es el que más madruga de todos. —Se rió un poco de algo que pensé.

Me acerqué al fregadero en la encimera con su mirada en mí y puse la, ahora, taza vacía en él preparada para lavar, cosa que haría en cuanto estuvieran todos los útiles sucios dentro porque aún quedaban hombres por desayunar.

Estaba acostumbrada a hacer las tareas domésticas mientras John veía la televisión con los pies sobre la mesa y bebiendo de una lata de cerveza que acababa derramando por todo el suelo para hacerme trabajar el doble.

No podía quejarme de eso porque me pasarían cosas malas. Peores de las que, seguramente, me acabaría haciendo de igual modo solo para su propio gusto y satisfacción.

—Por cierto, ¿sabes dónde está Ian? —Me preguntó Néstor cuando estuve a punto de huir de la cocina.

Me volteé despacio para verle, más por educación que porque realmente quisiera hacerlo, y él le daba pequeños sorbos al café sin dejar de mirarme esperando una respuesta de mi parte.

Abrí y cerré la boca sin saber cómo decirle dónde estaba su amigo porque no quería hablar. Parecía estúpida y lo más seguro era que él lo pensó cuando levantó una ceja haciendo un gesto de que procediera a hablar.

—No vas a hablar aún, ¿verdad? —Me preguntó con cierta diversión y suspiré. —Está bien, pequeña, no pasa nada. No te preocupes. —Me sorprendí.

¿Pequeña?

Siguió hablando.

—Le mandaré un mensaje para que no tarde. Tenemos que ir a rodar unas escenas juntos ahora. —Me explicó sonriendo de lado y asentí confundida por varios aspectos.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora