Ya era día 1 de diciembre y eso quería decir que era mi cumpleaños, pero me desperté con pocas energías a pesar de que a partir de hoy ya estaría libre de cuidadores.
La conversación con Ian hacía dos semanas seguía repitiéndose, igual que su incondicional apoyo ante cualquier cosa que quisiera hacer, así como el abrirme las puertas de casa si las cosas no me salían bien allá donde fuera.
No pude apreciarlo más. Lo adoraba. Era un amigo infalible, un gran confidente, un ayudante, un compañero, un amante discreto. Me apoyaba, me ayudaba y me apreciaba. Era todo en uno. Todo lo que alguien podía pedir.
Era todo lo que yo podía pedir.
Suspiré para enfrentarme al día de hoy con fuerzas, o intentarlo, desde tan temprano, pues apenas eran las seis de la mañana cuando me levanté y fui a darme una ducha de agua caliente para combatir el frío de invierno a estas horas.
Después de ponerme el uniforme del trabajo, que solo era un vaquero cualquiera y la camiseta con el logotipo la tienda, y calzarme las botas, bajé a desayunar a la cocina.
Sorpresa la mía cuando no vi a nadie despierto.
Eso era extraño teniendo en cuenta que siempre se levantaban a la misma hora que yo y que hoy también era el cumpleaños de Néstor, porque sí, compartíamos "ese día especial" en el que nos trajeron al mundo, aunque en lo personal hacía años que odiaba el mío.
Me recordaba momentos muy malos y no hablaba solo de John o su forma de "darme regalos", también hablaba de la forma de mi madre de ignorar este día y de lo difícil que fue para mí no tener las felicitaciones de mi padre como solía tenerlas cuando era pequeña.
Era un día de puro asco aunque las cosas hubieran dado un giro tan grande en mi vida en tan solo unos ochos meses, más o menos. Seguía sin gustarme este día a pesar de que tenía cierta emoción porque ya podría estar por mi cuenta
Hice café para todos y me bebí una taza de leche mientras le mandaba un mensaje a Abby, como todas las mañanas, de que iba a buscarla en cuanto terminara mi desayuno. Lejos de responder, ni se conectó para leerlo.
Me extrañó el doble, pero lo dejé estar pensando que no era la primera vez que hacía eso. Al fin y al cabo, llevábamos meses haciendo lo mismo y ella ya sabía de sobra que cuando terminara mi desayuno iría a buscarla.
Lavé la taza, la coloqué en el mueble y me abrigué bastante con guantes, gorro de lana y una gruesa chaqueta, porque a las 7:15 de la mañana hacía mucho más frío que el resto del día.
Con el ceño fruncido, miré escaleras arriba que todo estaba oscuro sin indicios de que alguien se había levantado aún, tomé la mochila con mis cosas, el llavero con las llaves del coche y las de casa y salí hasta el jardín.
Resoplé y fui hasta el coche, abrí con la llave porque este no era de alarma al ser tan antiguo, y me metí dentro con rapidez para entrar en calor un poco más rápido, aunque tampoco tenía calefacción. Ni siquiera tenía las ventanillas eléctricas, eran de manivela.
Me quité los guantes para conducir mejor metiéndolos en la mochila y pasando esta a los bajos del asiento del copiloto, pues Abby tenía la manía de recogerla de ahí y ponérsela encima para no dejarla en el suelo cuando ella se subía.
Froté mis manos entre sí y procedí a encender el motor, pues tenía que dejar que se calentara unos minutos antes de poder acelerar y poner rumbo a cualquier sitio.
Era toda una moderna tecnología, ¿eh?
—Feliz cumpleaños, Katie. —Me dije a mí misma dando marcha atrás para salir del jardín hasta casa de mi mejor amiga.
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Katie.
Chick-LitKatie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro, eso sin contar el horrible temor a los hombres que padece por culpa del desgraciado novio de su madre. Dicen que el destino es caprichoso...