Abby me había mandado la dirección del parque en el que quedaríamos y estaba buscándolo por la ciudad cuando me pareció oír mi nombre a lo lejos, así que me giré para ver que venía corriendo hacia mí pero...
Oh, oh.
No, por favor.
Venía con un chico de, más o menos, nuestra edad. Tal vez un poco mayor.
Un poco más alto que nosotras por unos centímetros, pelo muy rubio peinado hacia atrás, ojos claros color grises, y atlético, pues llevaba una ropa de gimnasio puesta.
Me daba igual qué fuera o cómo. No quería estar con ese chico alrededor.
Me había costado unos días poder empezar a adaptarme a los cinco hombres con los que viviría por los próximos meses hasta poder estar sola. No iba a seguir ampliando el círculo tan pronto.
—¡Katie! —Abby chasqueó los dedos frente a mi cara. Pestañeé y ella se giró hacia el chico. —¡Nos vemos mañana, Evs! —Le dio un beso en la mejilla.
—Claro, te paso a buscar por la mañana como siempre. —Dijo el chico con una voz grave y me miró. —Hasta otra, Katie. —Se despidió con la mano y se alejó de nosotras.
¿Qué coño...?
—¿Te gusta mi amigo Evan? —Me preguntó Abby comenzando a caminar.
—¿Qué? ¡No, no, no, no! —Negué de forma rápida.
—De todos modos, ya tiene pareja. —Se encogió de hombros.
—Me da igual, sinceramente. No me fijaría en él. —Si me oí borde, ella no lo percibió y rió.
—Vaya, si lsa mujeres de clase te oyeran decir eso, te condenarían a la pena de muerte. —Su risita se convirtió en carcajadas.
—¿Por qué dices eso?— No entendí a qué se refería.
—Bueno, hay muchas mujeres divorciadas de mediana edad en clase y Evan... ¿Has visto alguna de esas películas y leído esos libros clichés sobre el capitán del equipo de rugby que es súper dulce, guapo, con dinero de sobra y bla, bla, bla, y quién, para resumir, es perfecto?— Caminamos por el parque de una buena vez.
—Por supuesto. ¿Quién no ha leído algo así antes?— Me encogí de hombros.
—Bueno, Evan es ese hombre, pero no juega al rugby, solo va al gimnasio. Ah, y es gay, tiene pareja, es brasileño y se llama Carl. Solían jugar para el equipo que representa a uno de los institutos de por aquí, pero ambos lo abandonaron por razones que son irrelevantes porque no me concierne a mí hablar de ello. —Ella se encogió de hombros.
—Ajá...— dije con poco o ningún interés.
—Todas las mujeres de clase tratan de coquetear con ellos "para volverlos hetero" y es muy divertido ver a mujeres adultas hacer eso. ¡Son tan ridículas, joder! —Ella se rió mientras se sentaba bajo la sombra de un árbol.
—Oh...— No sabía qué decir y me senté a su lado.
Si era gay significaba que no intentaría hacerme nada malo, ¿verdad? Por eso de que el chico no sentía ningún tipo de atracción por las mujeres y yo era una de ellas.
Quizá podría llegar a confiar en Evan, pero aún no. Tendría que demostrarme que realmente podría confiar en él porque no sentía nada por ninguna fémina.
—¿Me estás escuchando? —Dijo Abby sentada a mi lado y la miré. —Digo que puedes empezar a decirme porqué no puedes ir a clases aún. Llevo todo el día pensando en eso y ya tenía a Evan loco con el tema. —Se apoyó en el tronco del árbol con la espalda y pensé que por eso el chico sabía mi nombre.
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Katie.
ChickLitKatie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro, eso sin contar el horrible temor a los hombres que padece por culpa del desgraciado novio de su madre. Dicen que el destino es caprichoso...