Abrí los ojos cuando sentí la nueva y mullida cama hundirse por mi espalda con un peso concreto, así que me restregué los ojos con el puño y me di la vuelta para ver a Mike sentado en el borde.
Di un pequeño salto hacia atrás hasta apoyarme en la pared y miré todo alrededor mientras mi respiración se hacía pesada.
Me había dejado dormir cansada del viaje, aparte de que tenía que tranquilizarme por lo de antes y tenía hambre, pero bajar con los hombres no era una opción viable para mí.
—No te preocupes, los viajes tan largos también me suelen cansar mucho. ¿Estás más descansada? —Asentí, sintiéndome un poco tímida. —Ya va a ser hora de cenar, te espero abajo. —Se levantó y antes de salir me miró señalándome. —Esta vez no huyas, Kay, por favor. Baja de verdad y cena con nosotros. —Ahora sí, salió.
Mierda.
Se había dado cuenta que estuve abajo y volví a subir, aunque pensé que había sido cuidadosa y silenciosa, pero la parte buena fue que no me echó ningún sermón.
Ni siquiera se enfadó, ni gritó, ni me amenazó, ni me golpeó, ni me insultó, si no todo lo contrario, lo había pedido de "por favor" y hasta me llamo con ese cariñoso apodo.
¿Por qué?
"Porque Mike no es como John", resonó en mi cabeza.
Fruncí el ceño al aire por esa conciencia hablándome con positivismo, viendo la puerta abierta esperando que la cruzara para bajar al primer piso y enfrentarme a mis miedos.
Tragué saliva con dureza y me bajé de la cama, pero antes de salir la observé. Apenas estaba deshecha porque no solía moverme mucho al dormir así que solo estiré un poco la sábanas para que no estuviera del todo mal.
Tal vez, si Mike la veía deshecha, sí se enfadaría, como hacía mi madre.
Ahora sí, crucé la puerta y la cerré muy despacio, no quería hacer ruidos fuerte y si hacía quería, quería que fuera el mínimo posible o lo más silencioso posible. Metí las manos en los bolsillos y bajé con la cabeza agachada.
Esta vez sí pisé el suelo fuera del primer escalón, pero no se oía nada, así que levanté la cabeza para ver el salón-comedor vacío. Estaba vacío, lo que me confundió.
Fui hasta la cocina, entré despacio, pero tampoco había nadie.
Por la rectangular ventana de ésta, vi el jardín trasero iluminado con pequeños faroles y la piscina con luces desde el fondo, pero lo que me llamó la atención fueron las vistas detrás de esta.
Al contrario que la parte delantera de la casa, hacia donde se veía desde mi habitación, la parte trasera daba vistas a toda la ciudad iluminada y un enorme estadio se veía encendido, seguro que algún equipo estaba jugando.
Era precioso.
No tardé en abrir la puerta del jardín trasero y salir casi corriendo hasta la barandilla que rodeaba la casa e impedía caer hacia el precipicio que no sabía que estaba ahí, pero me dio igual porque las vistas eran las mejores que había visto.
No pensé en absolutamente nada cuando salí fuera de la casa a paso rápido, solo pensé en lo que había hecho cuando oí unas ligeras risas y unos suaves murmullos a mis espaldas, distinguiendo las voces de Mike y Josh entre ellas.
Mi pulso se aceleró cuando oí mi nombre y no quise darme la vuelta.
Comprobé mi pulso nervioso mirando mis manos y luego una ajena se posó en mi hombro llamando mi atención, lo que consiguió con un brinco separándome de él.
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Katie.
ChickLitKatie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro, eso sin contar el horrible temor a los hombres que padece por culpa del desgraciado novio de su madre. Dicen que el destino es caprichoso...