15. -Instinto adolescente.

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Al día siguiente cuando me desperté era algo más tarde, las ocho pasadas unos minutos, y me tiré de la cama al suelo hasta que caí sobre la alfombra con la frente.

No me gustaba dormir tanto.

Me levanté sentándome de nuevo sobre el colchón restregando una mano contra mi cara, que supuse que debía estar roja por el golpe, y fui al baño a asearme pues se me hacía tarde.

¿Para qué si no podía ir a clases todavía?

Pues para recoger la casa, limpiar, probablemente también para ir a comprar, cortar el césped de los jardines, hacer la comida y si me quedaba tiempo para mí, sentarme a leer debajo del deseoso árbol al que le había echado el ojo cuando llegué.

Salí del baño poniéndome una chaqueta y corrí a bajar las escaleras hasta el primer piso con el teléfono para ponerme música mientras recogía, pero me sorprendió oír y ver que los chicos no se habían ido a trabajar hoy porque seguían por aquí.

En la cocina, Josh limpiaba los platos y vasos sucios que seguían en el fregadero de la cena de anoche, en el salón-comedor estaba Matt barriendo por encima de la alfombra y de una habitación al lado de las escaleras donde yo estaba salió Mike con unas esponjas y unos productos de limpieza.

—Buenos días, Kay. —Besó mi mejilla aprovechando que no estaba atenta y me hizo reaccionar.

—¿Buenos... Días?—Hablé despacio y con duda viendo a estos tres hombres.

—¿Pasa algo? —Preguntó de nuevo al ver mi cara confundida.

—¿Qué están haciendo? —Los señalé.

—Es miércoles, teníamos día libre hoy y decidimos hacer limpieza general. —Se rió todavía viéndome.

—Pero ustedes son hombres... No deberían estar haciendo esto... —Murmuré casi sin abrir la boca.

—¿Qué? —Habló como si no me hubiera oído.

—Nada.... Nada. Iré al jardín de atrás a... A limpiar... Supongo... —Asintió.

—Claro. Dile a Ian que vas a ayudarle para que te diga qué hacer. —Me habló cuando abrí la puerta trasera.

Me giré sobre mi hombro para ver a Mike volver a entrar a esa habitación y, antes de que cerrara su puerta, vi que era un aseo, pero me percaté en las palabras que me había dicho.

¿Que le diga a Ian qué?

—¿Vienes a ayudarme? —Me giré hacia adelante al oír la voz del hombre que estaba pensando.

Estaba en medio del jardín mirándome con las manos a la cadera. Su ropa, como los otros tres que había visto, era para remediar el calor; pantalón por la rodillas y camiseta, aunque la de Ian era de mangas recortadas como la de Josh.

A sus dos lados habían repartidas tres enormes bolsas de basura llenas de hierbas secas y césped cortado, pero una de ellas se cayó hacia adelante desparramando todo por el suelo limpio.

—Oh, maldición... Otra vez no... —Maldijo volviendo a colocarse unos guantes que sobresalían de su pantalón.

Corrí para arrodillarme junto a él, para poder ayudarle a volver a meter todo en la gran bolsa y que no lo hiciera todo él solo.

Al fin y al caso, esto tenía que hacerlo yo, no ellos. Era mi obligación, pero antes de que pudiera agacharme, Ian ya se había levantado y me había frenado agarrando mis hombros.

—Si me vas a ayudar, preciosa, deberías usar guantes. —Aconsejó con suavidad y sonriendo ligeramente.

Ahí creí que mis paranoias o temores se verían afectados al tenerle tan cerca, pero lejos de pasar eso, fue mi instinto extraño en mi estómago el que salió a la luz y me quedé mirándolo con cara de idiota, repasando las dulces y suaves facciones de su cara.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora