No supe cómo fui capaz salir de la situación sin que nadie se diera cuenta de que algo había pasado pero, saludándolos con la mano y una sonrisa intentando que no fuera no muy forzada, llegué hasta la cocina siguiendo a Ian.
No íbamos a hacer algo elaborado para la cena, unos burritos estaría bien, así que fue un alivio porque no íbamos a estar demasiado tiempo compartiendo la misma pequeña habitación, por ende, no tendría que fingir mucho que algo había pasado.
Mientras nosotros dos hacíamos la cena hablando con naturalidad, o intentándolo de mi parte, los otros chicos prepararon la mesa en el porche quedándose ahí, pues los podía ver por la ventana y oía sus murmullos al tener ésta abierta por el calor que hacía.
—Te veo diferente, preciosa. —Me dijo Ian a mi lado apoyando las manos en la encimera.
Lentamente aparté la vista de la ventana, ya que había estado mirando a Néstor mientras recordaba lo que habíamos hecho, sus manos, sus labios, su cuerpo, y miré a Ian, que se reía un poco. Supuse que se debía al visible rubor que se extendía por todo mi rostro.
—Me... ¿Me ves diferente? —Asintió cuando repetí la pregunta porque no sabía si eso era lo que me acababa de preguntar.
—¿Te has hecho algo? —Se llevó un trozo de pimiento verde recién cortado a la boca.
Mi respiración se retuvo de inmediato y la fui soltando poco a poco, pensando que era imposible que supiera algo.
—No... Bueno, me di una ducha. —Se rió ante mi broma para aligerar el ambiente y mis tensos nervios.
—En ese caso, deberías ducharte más a menudo. —Me reí un poco. —¿En serio no te has hecho nada? —Negué.
—No, nada. —Se encogió de hombros con el plato de la cena en las manos preparado para llevar a la mesa.
—Tal vez sea solo porque cada día que pasa me gustas más. —Me sonrió y terminó de salir.
¿Qué?
Caí en cuenta de sus palabras cuando las pude procesar en la soledad de la cocina, miré por la ventana y le vi sentarse al lado de Matt, dejando una silla vacía en el medio de ambos para mí.
¿Cómo que cada día que pasaba le gustaba más? ¿En qué sentido iba eso? Podría ser como amiga o...
¡Claro que como amiga!
¿Por qué iba a ser como otra cosa? No habíamos tenido otro acercamiento más allá de aquel tímido beso.
Mi primer beso...
Mi primer beso.
Toqué y acaricié mis labios recordando lo bien que se sintió. Había sido un beso dulce, suave y delicado, para nada como el de Néstor en el estacionamiento o los que habían seguido en mi habitación.
Acababa de descubrir otra diferencia entre ambos.
Y me gustaban así.
Ahora que, más o menos, sabía besar más que antes, tenía muchas más ganas de besar a Ian de otra manera menos tímida, con más soltura, aunque él era tan dulce que me hacía imposible querer besarle tan apasionado.
Si surgía algo así, o algo más que eso, tampoco le diría que no, pero en un principio no eran mis intenciones ni mis ideas.
Ian se veía tan adorable que estaba segura que sería una de esas personas que me acariciarían y abrazarían al besar, que harían el amor, no follarían o simplemente tendrían sexo.
Sonreí imaginándolo, tan suave y dulce, pero en cuestión de segundos mi sonrisa se desvaneció gradualmente al pensar en todo esto, en lo que estaba pensando, en lo que estaba haciendo y en lo que me estaba convirtiendo.
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Katie.
ChickLitKatie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro, eso sin contar el horrible temor a los hombres que padece por culpa del desgraciado novio de su madre. Dicen que el destino es caprichoso...