Llegamos a casa a las diez de la noche con las manos llenas de bolsas, pues ellos también se compraron cosas para sí mismos y era muy divertido verlos discutir por la misma prenda.
Nos llegaron a echar de tres tiendas diferentes por ser escandalosos y ellos parecían tan indiferentes y confiados, a pesar de ser personajes públicos que se comportaban como adolescentes o como querían, que me hacían sentir confiada a mí también.
La risa que traía se me cortó cuando me vi sentada en la bañera del piso inferior con todas las bolsas de mi ropa nueva regadas por el suelo y recordé que no podía ir al aseo de mi habitación porque ellos estaban registrándola.
Suspiré, pero me dio igual que hicieran eso porque así me hacían el favor de desaparecer todos los objetos punzantes y afilados con los que pudiera hacerme daño si me daba alguna de mis paranoias, aunque no creía que eso fuera a pasarme otra vez.
Mientras me seguía probando ropa, doblándola y guardándola de nuevo en las bolsas para luego meterlas en los armarios o cajones, me puse a pensar en que mañana a primera hora tendría cita con el psicólogo o psicóloga y no quería ir.
Ya no lo veía necesario. Yo sola estaba saliendo de esto sin haber pedido ayuda directa siquiera. Era cierto que los chicos me ayudaban, pero era una ayuda que ellos no sabían que me brindaban porque no supieron nada de lo que me atormentaba hasta ayer en el hospital.
Cuando me vi vestida con la ropa que traía puesta de nuevo y no era nada de lo habíamos comprado, salí con las bolsas hasta el piso de arriba y me paré antes de ponerme frente a la puerta de mi habitación.
Eso me llevó a oír de lo que estaban hablando y sabía que no debería estar espiando una conversación ajena, pero estaban en mi habitación hablando de mí.
Podía escuchar un poco nada más, ¿no?
—¿De verdad vas a hacer que vaya al mejor psicólogo de la ciudad mañana, Michael? —Preguntó Matt.
—Sí, y tiene que ser el mejor de la ciudad para que la ayude a superar esto cuanto antes. Tiene muy buena reputación. —Le respondió.
—¿No crees que será peor? —Le cuestionó Néstor.
—¿Por qué va a ser peor? Un psicólogo es lo que ella necesita. Un profesional para ayudarla, escucharla, aconsejarla... —Comenzó a enumerar y fue interrumpido por Josh.
—Creo que Néstor se refiere a que el mejor psicólogo de toda la ciudad, es un hombre. —Se quedaron en silencio procesando información.
—Podrá contra eso, lo sé. No voy a dejarla sola, estaré con ella. Confío en ella. —Habló Mike, por fin. Sonreí.
—Todos confiamos en ella. —Por la voz de Ian, parecía que había sonreído.
—Se ha ganado nuestro cariño en menos de una semana... —Le secundó Néstor.
—Sí, y al menos se la ve más confiada con nosotros que cuando vino el domingo. Hasta se estaba riendo de Josh como una más. —Ian se rió un poco y le siguieron los otros tres, pues no oí la risa de Mike en ningún momento.
—Lo sé, Ian, está avanzando sola, pero ¿y si recae o algo peor? No quiero arriesgarme y perderla... Otra vez... —Mi tío suspiró profundamente.
—Fue duro, ¿verdad? —Dijo la voz de Matt y se oía como si estuviera moviéndose por toda la habitación.
—Jayden quedó mucho peor que yo y decidió desaparecer antes de estar sin su princesita, como él solía llamarla, pero yo me sentí igual que él porque fue como arrebatarme a una hija a mí también. —La voz de Mike era entrecortada.
No quería que se pusiera a llorar por mí porque ahora yo estaba aquí con él, con ellos, y no me iba a ir, así que fui a adelantarme y entrar cuando la voz de Néstor me hizo quedarme en el sitio, más que por su voz, por lo que había dicho.
—Creo que he encontrado algo. —Oí pasos y supuse que se estaban acercando a él.
—Dios mío, ¿usaba eso para...? —Preguntó Mike con asombro sin acabar la frase y yo cerré los ojos con fuerza pensando que lo habían encontrado.
—No va a usarla más. —Aseguró Ian con voz confiada.
—Sonará extraño viniendo de mí porque no se siente tan cómoda conmigo, aunque no sé porqué, —habló Josh—, pero yo tampoco voy a hacer nada para hacerla sentir insegura. —Sonreí un poco.
Bajé unos cuantos escalones y los subí de nuevo moviendo las bolsas entre sí, más para hacer algo de ruido intentando pretender que no había escuchado nada de lo hablado y acababa de subir por primera vez, entrando así a la habitación.
—¡Hey! ¡Me sirve toda la ropa nueva! —Anuncié dejando las bolsas en la cama.
Miré alrededor con sutileza viendo que todo estaba tal cual lo tenía yo, así que me preguntaba cómo era que habían rebuscado cosas dañinas sin dejar toda la habitación tirada en lo más mínimo y cómo era que habían encontrado "eso".
—Genial, ahora nos probaremos nosotros la nuestra también. —Dijo Mike haciendo que no habían encontrado nada sospechoso.
—¿Quieres que hagamos un desfile para ti? —Bromeó Néstor y reí, pero igualmente afirmé.
—Si va a ser tan divertido como cuando estuvimos las tiendas, sí, por favor. —Ellos se sorprendieron un poco.
—¿Te divertiste con nosotros? —Preguntó Ian con algo de esperanza en la voz.
—Eh... Bu... Bueno... No me aburrí.... —Me sonrojé acariciando mi brazo con la mano de forma tímida.
Ya tenía cierta confianza con ellos, a veces ya conseguía hablar sin tartamudear y conseguía no ponerme tan nerviosa, pero cuando hablaba sin pensar en lo que decía, como fue el caso actual, me sonrojaba de vergüenza por no medir mis palabras aunque no dijera nada malo.
Ellos salieron de la habitación dejándome mi tiempo para arreglar los armarios y cajones, los cuales estaban casi vacíos cuando los abrí para colocar la ropa nueva, pero no me importó porque una nueva Katie estaba comenzando.
Cuando mi trabajo estuvo hecho, bajé al solitario salón-comedor y me senté en un sofá a esperar a que los chicos bajaran, que no tardaron en hacerlo con sus bolsas y comenzaron a desfilar sus ropas.
No pude reírme más en lo que duró el espectáculo privado, sintiéndome completamente estable, acogida y cómoda en todo momento. Me sentía arropada por ellos, sentía que le importaba a alguien y no hablaba solo de Mike.
Para no hacerme sentir mal, cuando se iban a cambiar una prenda, fuera cual fuera, salían de la sala para que no los viera parcialmente desvestidos, sin camisas o pantalones.
Pensaban en mí en todo momento para todo y eso, quisiera o no, lo tenía en cuenta.
Lo tuve claro y presente en todo el tiempo que estuvimos en el salón pero después, cuando cenamos juntos, hablando y contándome anécdotas, lo tuve aún muchísimo más claro:
Ya no tenía miedo de ellos.
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Katie.
ChickLitKatie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro, eso sin contar el horrible temor a los hombres que padece por culpa del desgraciado novio de su madre. Dicen que el destino es caprichoso...