26. -Pesadilla.

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Salí del instituto la última, como siempre, para tardar más en llegar a casa y no sufrir desde tan temprano, aunque aún eran las cinco y media de la tarde.

Crucé unas cuantas calles con pasos tan lentos que parecía que no avanzaba y caminaba en el sitio, pero por desgracia lo hacía, avanzaba y no quería hacerlo.

Giré una de las tantas esquinas y miré el destrozado edificio frente a mí alzando la cabeza para poder recorrerlo con la mirada más fácilmente y sin mucha dificultad.

Suspiré y comencé a murmurar alguna oración religiosa que solo sabía porque en el colegio nos obligaban a aprendernos, una y otra vez mientras me acercaba al portal.

Saqué la llave del pantalón de chándal negro del uniforme escolar con la mano temblorosa y las lágrimas estaban a una exhalación de aire de salir por mis ojos.

Metí la llave en la cerradura, tiré de la puerta hacia mí mientras giraba la muñeca y se abrió despacio dejándome ver unas escaleras marrones, sucias y algo rotas.

Comencé a subir contando los escalones y esquivando huecos para que mi mente pensara otras cosas y no en lo que me esperaba al llegar al tercer piso, oyendo la puerta del portal chirriar hasta que hizo un sonido sordo al cerrarse.

No había encendido la luz, estábamos en horario invernal y ya casi estaba oscuro, así que me paré en un rellano para encender la bombilla, lo que hizo un chisporroteo en los contadores eléctricos debajo de las escaleras.

Seguí subiendo con las manos frente a mi cuerpo, jugando con las dos únicas llaves que tenía en el llavero junto a unas notas musicales que había hecho en un taller de arte en el colegio.

Llegué a la puerta del tercer piso, tragué saliva y las manos me temblaron cuando llevé una de ellas, con la llave correspondiente, a la cerradura y la metí.

Antes de poder girar la muñeca y abrir, se abrió desde dentro con la imagen de John sonriéndome con esa maliciosa sonrisa que ponía mis pelos de punta.

Se hizo a un lado invitándome a pasar, pero mis piernas no respondían y ya sentía las lágrimas corriendo por mis mejillas, así que él hizo un gesto de fastidio chasqueando la lengua, agarró mi brazo y me empujó dentro haciéndome caer al suelo.

Oí que cerró la puerta mientras yo lloraba boca abajo tirada en el piso, seguido del sonido de su risa al saber el pánico que provocaba en mí, y luego tiró de mi mochila en la espalda para darme la vuelta.

Se acercó a mí y yo retrocedí reptando por el suelo sin ser capaz de levantarme para huir, así que agarró mi pierna acercándome a él mientras se pasaba la asquerosa lengua por los labios.

Puso una pierna a cada lado de mi cuerpo y sus manos fueron hasta su cinturón sin quitarme la mirada de encima. Lo desabrochó y luego siguió con el botón y cremallera de su pantalón vaquero...

Cuando abrí los ojos con rapidez, mi respiración era agitada, las lágrimas mojaban mis mejillas y la almohada que abrazada estaba empapada, igual que mi ropa por el sudor frío que recorría mi cuerpo.

Sollocé abrazándola más fuerte y sentándome sobre el colchón con las piernas encogidas, intentando hacerme una bola y desaparecer, hasta que la puerta se abrió abruptamente y sin llamar, pero no me importó en absoluto.

Me levanté corriendo y abracé a Ian apoyando mi cabeza en su pecho mientras agarraba su camiseta en mis puños para aferrarme a él, para sentir que era real, que él estaba aquí conmigo y que no me iba a dejar.

Sentí sus caricias en mi cabeza para lograr calmarme del desgarrador llanto, pero no podía. Siseaba para intentar que dejara de llorar y, de un momento a otro, los pasos rápidos de los demás se oyeron acercarse a mi habitación hasta que los demás chicos estuvieron con nosotros.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora