Maratón 2/3.
Después de haber pasado por el baño y ponerme lo que había comprado para prevenir mancharme por culpa de mi visita mensual, me encontraba acostada boca abajo en la cama de mi habitación con un nuevo pijama primaveral puesto.
Le había hecho caso a Ian cuando me dijo que me despreocupara, que era normal sentirme de este modo por mi edad mental de adolescente, por mis días de cambios de humor, mi pasado y por todo lo que había tenido que vivir.
Tampoco le di tanta importancia al hecho de haber gritado a Mike y Néstor, pues no le dieron tanta importancia ellos a mi enfado porque sabían por lo que estaba pasando, tanto físicamente como mentalmente.
Por eso ahora había decidido ser una joven normal por unos momentos y tener algo de tiempo para mí sola, así que estaba con los auriculares puestos mientras hablaba con Abby por mensajes de cosas irrelevantes.
Irrelevantes porque me estaba contando lo que había pasado en la escuela de adultos esta semana y hoy, algún chisme sobre nuestros compañeros y sus vidas, a lo que respondí tratando de fingir interés sin que ella se diera cuenta de que no era algo que me hiciera particularmente especial ilusión.
No es que no me interesara, era que estaba haciendo tiempo para no tener que contarle el horrible día que había tenido con mi nuevo terapeuta, mi día lleno de ira, paranoia o cambios de humor en general con todos, aunque por la tarde mejoró bastante, pero preferí acostarme el resto del día hasta ahora por la noche.
"Mañana es viernes y hay una fiesta en la playa por la noche, ¿vendrás?" Leí su mensaje.
Palabras clave: viernes, noche, fiesta, playa.
Eso significaba que la gente iría para beber, tal vez hasta para drogarse, se tocaban, frotaban, palpaban y se aprovechaban de la mínima cantidad de carne que se le veía a otra persona para deleitarse.
Habría gente de todo tipo y, seguramente y conociéndola, abundaría en la parte masculina. Eso era aún más peligroso.
Había empezado a temblar, mi respiración se había vuelto pesada y tenía problemas para mantenerla constante, así que me relajé inhalando y exhalando con calma.
Abby acababa de hacerme una pregunta, nada más. Solo tenía que responder, así que suspiré preguntándome cómo rechazar su pregunta sin parecer grosera o descortés.
Abby simplemente me había hecho una pregunta, nada más, solo tenía que responderle y suspiré pensando cómo decirle "no" sin parecer grosera o maleducada.
"No creo que pueda." Le escribí calmando mis temblores, poniendo la mano que no sostenía el teléfono frente a mí para ver que paraba de temblar de forma gradual.
"¿Por qué no? ¡Yo cuidaré de ti, bestie!" Me la imaginé haciendo una cara de pena.
"No me gustan mucho las fiestas y tampoco creo que a mi tío le guste que vaya a una cuando no llevo ni una semana aquí. Sobre todo por la razón por la que tuve que mudarme." Me excusé.
"Me parece justo... ¡Pero yo puedo convencer a tu tío de que no te va a pasar nada conmigo! ¿Dónde vives?" Negué con la cabeza.
"No te preocupes, no me importa no ir." Le escribí.
"Para la próxima fiesta, el viernes que viene, vendrás conmigo." Parecía más una orden.
"Abby..." Suspiré sin saber cómo escribirle que no, de nuevo.
"¡No es una pregunta!" Me la pude imaginar riendo mientras escribía y enviaba el mensaje.
"Veré qué puedo hacer." Escribí para nada convencida haciendo una mueca de desagrado.
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Katie.
ChickLitKatie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro, eso sin contar el horrible temor a los hombres que padece por culpa del desgraciado novio de su madre. Dicen que el destino es caprichoso...