27. -Inseguridades.

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Los chicos no habían hecho ningún comentario respecto a lo que había respondido, al revés, solo se miraron entre ellos con confusión y Mike suspiró cansado por mi forma de pensar.

No podía hacer otra cosa, así me había criado desde que tenía trece años y era mi forma de ver la vida, fuera para bien o para mal. Yo era la mujer y tenía que ser una buena ama de casa, cuidar de los hombres y hacerlos felices.

Ellos no parecieron conformes con eso, pero no me dijeron nada y eso fue por el gesto de negar con la cabeza que les hizo Mike para que no me respondieran, pero había sonreído de lado con una mirada brillante.

A saber qué clase de idea se le habría ocurrido a Mike, pero esperaba que no fuera nada malo o que me hiciera trabajar el doble solo por ese comentario, aunque delante de él habían sido dos, igual que delante de Néstor, quien tampoco había dicho nada a parte de agachar la cabeza con una mirada de decepción.

Quise despejar todo tipo de pensamientos de mi cabeza, así que ahora estaba sentada en el jardín trasero en soledad, con los brazos sobre la mesa y la cabeza apoyada en los antebrazos.

No sabía a dónde habían ido los chicos porque no les pregunté. Habían salido los cinco, aunque no sabía si juntos o por separado, pero al menos salieron todos al mismo tiempo por la puerta.

Hoy era uno de esos días en lo que me apetecía estar sola, en algún sitio alejado y tranquilo. Tal vez en una cabaña, en una casa rural en medio del campo o algo así, oyendo la naturaleza, algún río pasar...

Y no el sonido de mi teléfono móvil sonando.

—¿Diga? —Atendí sin levantar la cabeza de la mesa.

—¡Hola, Katie! —Abby siempre tan alegre.

—Hey, Abby. —Cerré los ojos, relajándome.

—¿Quieres venir a pasar la tarde a mi casa? —Suspiré.

—Tengo que preguntarle a mi tío. Creo que ya tiene planes para hacer. —Hizo algo parecido a un "ohh" alargando la vocal.

—Bueno, ¡pues pregúntale! ¿A qué esperas? —Me reí por lo bajo por su insistencia.

—No está en casa ahora. —Ella hizo un sonido de entendimiento.

—Bueno... Pues... ¿Y si voy yo a la tuya? —Levanté la cabeza rápidamente, en alerta.

—¿Qué? ¿Ahora? —Pregunté con rapidez.

—¡Sí! —Exclamó.

—¡No! —Le exclamé de vuelta y me di cuenta lo que había dicho y cómo lo había dicho. —Me refiero... No creo que tarde mucho más y quizá no le guste que te haya invitado sin permiso. Cuando venga, le preguntaré si puedo ir a tu casa esta tarde. —Se hizo un silencio.

—Oh... Bueno, vale, supongo... —Se oía apenada y tal vez confusa de mi frenética negación. —Cuando hables con él y si no tiene planes para ustedes, me mandas un mensaje para darte la dirección. —Asentí.

—Claro. Nos vemos. —Me preparé para despedirme.

—¡Espera! —Suspiré y volví a acostarme en la mesa.

—¿Sí? —Se mantuvo en silencio de nuevo.

—Nada, olvídalo... ¡Nos vemos a la tarde! —Se despidió y colgó.

Me quedé mirando el teléfono pensando en lo extraña que era esa chica y pensando en si las chicas de mi edad deberíamos ser así.

¿Tendría que ser yo de esa forma también?

Sinceramente, no me imaginaba caminando con esos saltitos que Abby daba, usando esos bolsos enormes sin saber qué llevar dentro, sacándole fotos a personas famosas o gritando si veía a una.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora