Capítulo 44: Mi mejor amigo

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Deidara Namikaze 

Un año entero había pasado y aunque me faltaba bastante aún por mejorar, estaba mejor que cuando llegué a la casa de Itachi. Mi carácter poco a poco había vuelto a ser el que era, empezaba a bromear con Itachi, le ayudaba en lo que podía de la casa, seguí con mi trabajo de veterinario y mi chico mantenía esos horarios infernales de levantarse de madrugada, pero no había nada que se le pudiera hacer, era bombero al fin y al cabo, un trabajo a turnos y cuando le tocaba trabajar... le tocaba. Contra eso no se podía luchar de ninguna forma.

Mi divorcio se había hecho efectivo hacía unos meses y Orochimaru fue obligado a firmar ya en la cárcel. Mi abogado dijo que se le veía demacrado, seguramente no estaría pasando su mejor temporada pero a mí ya no me importaba. Yo había pasado un infierno con él en su casa, con él y con sus hijos porque eran todos iguales en esa familia. Por suerte... Itachi consiguió sacarme de allí.

Sé que muchas veces no había estado a mi lado en la adolescencia, que se había ido con muchas mujeres, que no me tuvo en cuenta, pero... cuando de verdad le había necesitado había venido a por mí. Tantos años sin hablarnos creo que había valido la pena al final, porque ahora estábamos más unidos que nunca. Siempre estuve enamorado de ese chico egoísta de joven que por fin parecía haber madurado. Supongo que mis sentimientos nunca cambiaron, dio igual el daño que me hizo, porque seguían estando ahí escondidos, cuando apareció de nuevo, brotaron de nuevo como una planta a la que regaron y le dieron luz, él fue mi luz en esa oscuridad en la que estuve sumergido.

Hoy teníamos partido o mejor dicho... Itachi tenía partido porque él seguía jugando a balonmano, yo en cambio esperaba en las gradas, creo que ya había recibido bastantes golpes en mi vida como para ponerme frente a un balón de esos a que me hicieran más moratones, pasaba de jugar, además... mis amigos eran muy bestias cuando lanzaban, no había quien los parase.

Apenas eran las siete de la mañana pero yo ya estaba completamente desvelado. Me giré hacia Itachi y le miré dulcemente. Dormía como con esa carita tan inocente, tan angelical que me hacía sonreír. Toqué su mejilla con mucha suavidad y aparté un rebelde mechón de su cabello colocándolo tras su oreja con mucha sutileza. Pese a que lo hice con cuidado, él movió su nariz como si le hubiera hecho cosquillas y eso me hizo mucha gracia.

- ¿Por qué sonríes tanto? – me preguntó él sonriendo sin abrir los ojos.

- Sólo te miraba.

- Aún es temprano, ¿Por qué no te acurrucas un poco más aquí a mi lado? Te daré el abrazo del oso – me dijo divertido y empecé a reírme.

- Un poco oso sí eres – le dije tocándole su largo cabello.

- No pienso cortármelo.

- Lo sé, me gusta así.

- Si no puedes dormir... yo tengo una idea para pasar el rato mientras tanto.

- ¿A sí? ¿Mejor que la del abrazo del oso?

- Sí, por supuesto que mejor. Ven aquí – me dijo sonriendo mientras pasaba su mano por mi cintura y me atraía hacia él colocando su cuerpo encima del mío.

Se acercó a mi rostro con lentitud cerrando sus ojos con mucha calma mientras yo me dejaba llevar también por esta sensación de paz y tranquilidad cerrando mis ojos para dejarme llevar por los sentimientos. Un escalofrío recorrió toda mi columna cuando sus sensuales labios rozaron los míos, un simple roce que me hacía sentir especial, que me hacía sentir seguro hasta que atraparon mis labios por completo en un frenesí pasional que provocó me agarrase con fuerza a su cuello.

Itachi siempre empezaba con esa dulzura y tranquilidad, era como si me pidiera permiso antes de llegar a besarme aunque las palabras nos sobraban por completo, con él me sentía seguro, me sentía deseado, porque cuando se ponía de esa forma tan fogosa... eso era precisamente lo que me hacía sentir, deseado. Él jamás me haría daño, nunca me levantó la mano, ni la voz, hablaba las cosas con tranquilidad y amaba esa forma de ser que tenía. Puede que no siempre coincidiéramos en las decisiones, en las opiniones o en los puntos de vista, pero nos daba igual, le quería y nos comprendíamos perfectamente, éramos el uno para el otro, de eso estaba seguro.

Las suaves manos de Itachi pasaron por mi cintura acariciándome con tanta delicadeza que me hacía sacar leves suspiros de placer, me gustaban sus manos. Sus labios rozando la piel de mi cuello y bajando hacia mi pecho me excitaban, eran suaves, tan sensuales que deseaba besarlos a todas horas.

Lamió con suavidad mis pezones mientras sus manos jugaban con el dobladillo de mi pantalón. El roce me hacía cosquillas y me era imposible no sonreír, él también sonreía hasta que bajó completamente mi pantalón. Me besó con pasión colando su lengua en mi boca, explorando por completo mi cavidad y aunque lo había hecho cientos de veces, seguía gustándole, seguía demandando hacerlo una y otra vez.

Notaba su miembro excitarse, el bulto de su pantalón chocaba contra mi pierna... tan cerca de mi miembro que moví la cintura rozándome con él y sacándole gemidos de placer también a él. Sonrió y rozó su miembro contra el mío con mayor intensidad metiendo sus dedos en mi boca para que los lubricase. Lo hice de inmediato cerrando mis ojos y deleitándome con sus dedos escuchando como él suspiraba por la excitación que le provocaba.

Metió sus dedos en mi entrada y mi rostro cambió a uno de dolor. No era un dolor intenso, pero después de haber pasado lo que viví con Orochimaru... no había un dolor intenso viviendo con Itachi, era imposible, porque Itachi era mucho más cuidadoso, más atento de lo que jamás sería aquella familia al completo. Intentó dilatarme todo lo que pudo, metiendo un dedo tras otro hasta que finalmente, cogiendo el lubricante y untándolo bien por toda la zona incluido su miembro, entró en mí despacio pero sin detenerse hasta que llegó al fondo.

Se movió en mi interior, primero despacio y poco a poco cogiendo más velocidad. Me agarré a su ancha espalda enrollando mis piernas en su cintura para que entrase más hondo aún, facilitándole la tarea y aquello debió excitarle, porque se corrió enseguida en mi interior. No satisfecho sólo con eso, bajó a mi miembro lamiéndolo desde la punta hasta su base, succionándolo y provocando que me corriera sin poder evitar agarrarme con fuerza a las sábanas arrugándolas entre mis dedos. Por fin podía decir que era feliz.

Tuvimos que correr para ducharnos y salir al partido. Yo me quedé en las gradas con Sasuke y Yuuki mientras mi hermano se iba al banquillo por si alguno se lesionaba. No me esperé que Itachi al acabar el partido viniera a buscarme y me propusiera matrimonio en pleno vestuario frente a todos sus amigos. Le dije que sí y solo esperaba y deseaba una cosa... ser feliz con la persona a la que amaba, porque tras tanto sufrimiento y tantos años, por fin podía contraer matrimonio con el chico al que jamás pude olvidar.

Mi vida empezaba a mejorar. Tenía al chico perfecto, el perro perfecto, porque "Kiba" se portaba de maravilla y aunque había crecido lo que era un problema para Itachi, a mí me encantaban los perros grandes y en un futuro... yo esperaba poder adoptar a algún niño y ser una familia al completo.

Fin

Un médico para papá (Naruto: Naru-Sasu, Ita-Dei)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora