maraton 3/10
“Qué Pasaría si…”
Las casualidades existen en la vida de una persona por dos razones. Empujarte sin aviso a una situación o sacarte sin aviso de ella. Es por eso que muchas veces te encuentras con alguien en el lugar que tú piensas es el menos esperado o por el contrario, pierdes el encuentro con ese “Alguien” sin siquiera tener conocimiento, al decidirte ir por otro camino.
Jane no tenía duda de esto y creía en las casualidades. Si no ¿Cómo es que Alan pudo llamarla en el momento justo?
-¿Podríamos vernos, Jane? – Le preguntó luego de escucharla mencionar su nombre. Ella se recargó en el marco de la puerta abierta y se mordió el labio con el teléfono en el oído sin responder. Aunque debía ser franca y sabía que no iba a decirle que no.
-¿Ahora? – Alan esbozó una sonrisa del otro lado de la línea.
-Si no tienes nada que hacer, por mí no hay problema.
-No tengo nada que hacer
-Y yo no tengo problema.
-Entonces…
-Nos vemos en el café en donde “miramos personas” por primera vez ¿Vale? – terminó él la frase y colgó dejando detrás de la línea telefónica un silencio absoluto.
¿Casualidad o no? Él tenía el don de aparecerse en el momento preciso y eso se podía negar.
Jane se quedó parada en el umbral de la puerta unos minutos y con un corto suspiro puso fin a la espera. Cerró la puerta y salió.
***
El café estaba diferente ese día. Las paredes beis, que antes emanaban la tranquilidad de cálido hogar, ahora eran rosa pálido, y en vez de tranquilidad, se sentía la frescura y la alegría de la llegada de la primavera. Jane apretó la manija de su bolso colgado en el hombro y se sintió fuera de lugar. Todos allí parecían tan alegres, con ropa tan pintoresca y ella… bueno. Funeral se quedaba corto.
Aunque ¿Qué importaba su ropa?
Alan estaba sentado en la misma mesa de esa vez. Tenía una taza de café en sus manos y miraba hacia afuera como perdido en el mismo. Estaba allí, como siempre. Él siempre estaba. Eso era lo que contaba.
Quizás el rumbo que habían tomado las cosas la hacía pensar en cómo existía la estupidez femenina.
Pero no iba a reclamarse su sentir ya que, quisiera o no, en las cosas del corazón poner a funcionar la razón era tan estúpido como intentar correr sin antes aprender a caminar.
Ella caminó hacía donde se encontraba el chico de los ojos negros en silencio. Se quedó mirando junto a él, a través del vidrio, a las personas de afuera. Se veían… Normales. Ese día no hubiera podido sacar ningún detalle si se hubiera propuesto mirar personas. Casi no lo escucha cuando él con una sonrisa en el rostro la saludó.
-Has venido - Le dijo.
-He venido – Dijo ella a su vez y se sentó en la silla vacía al lado del pelinegro con cuidado. Sonrió también - ¿Querías verme?
-Quería verte… - La castaña se sintió extraña por el tono que él había utilizado. Le hacía recordar a esa vez en la que habían ido al cine y él le dijo “Me gustas” parecía que lo decía enserio, pero por esa tranquilidad mostrada en su voz al hablar, la hacía duda - Te traje esto – La sacó de su mente. Ella volteó a verlo con quedo para encontrarse con un bolso mediano color café sostenido en el aire por sus manos ¿Un bolso? ¿Acaso quería regalarle un bolso? Ella frunció el ceño