“¿Qué?”
Un dolor intenso dentro de su cabeza y una punzada, parecida a una fuerza superior que la dominaba, la obligó a cerrar los ojos. Jane pudo observar la cara de horror de Alice acercarse a ella antes de quedar medio inconsciente, tendida en el suelo. Fue como estar sumida en un mundo negro que la abordaba feroz y fugazmente segundo a segundo. Escuchó un grito de espanto perderse claro en sus oídos y no se pudo mover más. El cuerpo se le había hecho de hierro, tal como sentía su cabeza en aquellos instantes: Pesada, gigante, difícil de controlar. Sentía el miedo que podría sentirse cuando se camina con los ojos vendados por la orilla de un abismo profundo y peligroso y las ganas de gritar atoradas en su garganta por poco la hacen ahogar. Lo cierto era que no podía ver nada puesto que sus ojos no le respondían cuando intentaba abrirlos. Y que solo escuchaba – o al menos todavía escuchaba – lo que pasaba frente a sus parpados cerrados. Era una situación extraña – pensó – y justo cuando quería creer lo contrario y convencerse de que solo estaba soñando, sintió que su cuerpo era levantado del suelo con delicadeza. Una delicadeza que le abría paso a esa agradable sensación que era similar a estar flotando en el aire como una pluma liviana y libre. También sintió la dulce fragancia de aquel perfume caro que conocía introducirse por sus fosas nasales.
Era Alan.
¿Estaba en sus brazos?
-¡Jane, Reacciona! – La voz del pelinegro le pego como suaves golpes algodón en la cara y tuvo la certeza de que se trababa de él. Pero no entendía a lo que se refería ¿Reaccionar? – No, No reacciona. Alice busca alcohol. Rápido.
Alan la dejó sobre alguna superficie plana y cómoda, probablemente los muebles y se sentó a su lado. El peso de su cuerpo que se acentuó cerca de su cabeza se lo hizo saber al mismo tiempo en que escuchó unos pasos de tacón fino alejarse. Pasos que regresaron casi al instante. Pasos que podía adivinar iban en su dirección.
-Vamos, vamos, Jane – Jane escuchó la súplica de Alan y luego se descubrió a si misma aspirando un olor terriblemente penetrante y fuerte, que le quemaba todo al momento de tomar aire. Por un momento quiso mover su cabeza y gritar que le quitaran eso de la nariz, pero su cuerpo hizo todo lo contrario y contrario a abrir los ojos y decir “No pasa nada, estoy bien” La poca fuerza que aún le quedaba se esfumó de la nada y, sin siquiera poder luchar contra lo que se le vino encima, se dejó llevar de la oscuridad.
-¡Oh mierda! – Exclamó Alan al notar que el alcohol no había funcionado y la cogió en sus brazos nuevamente. Miró a Alice con los ojos entornados y con una preocupación que ni él mismo comprendía a flor de piel. Él cuerpo de Jane estaba flácido y su cara se había puesto peor. Estaba blanca y fría. Sus labios no se pintaban del rosa natural que normalmente lucía - ¿Qué es lo que le ha pasado, Alice? ¡Dime! – Preguntó y la rubia no pudo más que quedarse callada. Incluso ella estaba sorprendida de que Jane simplemente se viniera al suelo de ese modo, sin sospecharse, sin avisar. Primero estaba tan bien… luego… ¿Cómo era posible que algo así pudiera suceder? ¿Cómo? No podía siquiera entra en su cabeza.
Alan dio otro paso hacía ella presionándola con su presencia a una respuesta.
-Solo… - Dijo después de un momento - se desmayó –
-¿Solo eso? – Alice levantó una ceja - ¿No… Le hiciste nada o sí? - Pensar que Alice pudiera hacerle algo malo era estúpido y lo sabía. Pero buscaba comprender las cosas. Alice y Jane no se llevaban bien. Eso estaba claro ¿No era extraño que Alice, de repente quisiera hablar con ella y a solas?
-¿Hablas en serio? - la rubia abrió bien los ojos ofendida y camino hasta él con firmeza. Aquella expresión facial bien reflejada en su rostro, dejaban en claro que si él había pensado que era una loca que iba por ahí masacrando personas, se equivocaba – Yo no tengo nada en contra de Jane, Alan – Le aseguró – ¿Piensas que soy ese tipo de persona? ella iba a buscar a Justin y... Solo se desvaneció. Ni siquiera yo lo vi venir.