“Justin y Jane”
Jane llegó a la decisión de no irse. No iba a dejar que él le dañase la noche más por orgullo que por ganas. Porque podía aceptar todo, menos darle la satisfacción a él. Regresó a la mesa, con una falsa sonrisa en los labios y agarró el botellón de agua sin gas que había dejado allí. El líquido fue como un alivio para ese nudo amargo que se le había formado en la garganta. La sensación fue la de haber apagado un ostentoso incendio que replegaba ferozmente en las paredes de su faringe y la quemaba. Lastimosamente, apagar del todo aquel fuego no parecía posible. Esté se prendía cada vez que recordaba la cruda voz de Justin y esos ojos. Bajó el rostro, ahora sin poder siquiera fingir una sonrisa. Se había quedado absorta en sí misma y en lo que se suponía debía hacer.
¿Qué decisión era la más sabía? ¿Irse de nuevo? Huir, después de todo, siempre le funcionaba bien. Y ahora tenía el consuelo de que no iba a estar sola.
Alan la miró desde su sitio cautelosamente mientras ella ponía el agua en la mesa de nuevo. Las manos le temblaban, y la expresividad de aquel rostro sonriente y alegre que había llegado al bar parecía haberse ido por un tubo, su estado de ánimo había cambiado completamente desde que había vuelto a sentarse, y sus ojos, aunque quiso ocultarlo, estaban bordeados de un rojo pálido que la delataban. Ella había llorado y no quería imaginarse porqué. Se removió en la silla y apretó los labios. Justin se había ido casi al instante en que ella se paró de la mesa y no dudaba que la había seguido.
Y de que muy seguramente ya habían hablado.
¿Por qué otra razón ella iba a verse así de afligida?
Afligida… Alan sintió un alivio amargo que lo llenó de sosiego, porque, aunque sonara duro y quizás egoísta, las cosas estaban yendo bien a su favor.
Dejó la mirada en ella, ahora cogiendo de la mesa un vaso pequeño que contenía su trago de whisky y se lo tomó, permitiendo al líquido caliente, pasar por la faringe. Jane ni siquiera se había dado cuenta de la manera en que él la estaba observando. Ni siquiera sabía que esos ojos negros penetrantes la atravesaban casi con suplica. Y él no ponía mucho esfuerzo en disimular. Contrario a eso, obviaba lo que los demás le decían para poder estudiar el rostro de Jane.
Ella que daba la impresión de estar perdida en su propio mundo, uno al que solo ella tenía acceso y no permitiría a nadie más entrar. Era como si se hubiera encerrado en su propio globo de helio y no estuviera disponible para otra persona que no fuera ella. El pelinegro se sintió perturbado entonces, se sintió como ese tipo de villano al que no le importaba ser el malo, porque solo quería tener, al final de todo, el premio. A ella. El villano que tenía bien planteada la idea de que “El fin Justifica los medios” y esa mierda ¡como lo hacía pensar en lo que se había convertido! Él no era ese tipo de personas, pero joder ¡No sabía que le pasaba!
<<Esto es un Karma>> Se dijo a si mismo con una sonrisa de mentiras << Ahora soy yo quien intenta de cualquier manera hacer que la chica se quede a mi lado. Así como Justin lo hizo por Alice en aquel momento en el que ella solo podía mirarme a mí. Pero Jane no es como Alice. Y Justin no es como yo, y ella solo lo mira a él>> Agachó la cabeza y miró como las dedos de Jane estaban entrelazados unos con otros reposando sobre sus piernas. Parecía intranquila y distraída, pero lo que más llamó su atención, fue ver la profunda tristeza que reflejaban sus ojos. Esa que se oscurecía en la mirada de la castaña.
Se mordió los labios y apretó el puño. Si solo ella lo dejara, él podría sanarle todo ese daño. Podría hacerla tan feliz…podría hacer tanto…
Puso el vaso en la mesa de nuevo y negó con la cabeza. No…¿Por qué seguía pensando así? Él ya le había dicho que se alejaría de ella. Que era lo mejor incluso para él porque estaba actuando de una manera en la que antes nunca lo hizo, pero... el tenerla cerca, y ver su sonrisa a diario, lo hacía declinar de esa opción tan deprisa como había optado por ella. Él la quería. Era la primera mujer a la que quería de aquel modo.