XXXIV

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Abrí la puerta con lentitud, trataba de hacer que las llaves no tintinearan contra el cerrojo de la puerta. Dejé mis maletas a un lado de la sala y la mochila en el enorme sofá del lugar. Era extraño. No había ruido, no había peleas, no había nada. Todo estaba muy callado, demasiado para ser el lugar en donde prácticamente viven más de diez adolescentes y un hombre con mentalidad de niño. Me quité los zapatos y subí a paso de caracol por las escaleras hacia mi habitación. Por primera vez en estos pocos días fuera de casa, estaba deseando que Steicy no apareciera. Estoy segura que seré chica muerta cuando ella me encuentre.

-¿En dónde estabas?- escuché una voz sombría detrás de mí. Me giré lentamente y ahí estaba...

-H-Hola, sis...- dije mientras sudaba frío. Vale, me va a matar.

-Repito- dijo mirándome fijamente a los ojos- ¿EN DÓNDE ESTABAS?- prácticamente me gritó la pregunta.

Yo solo atiné a retroceder un paso mientras sentía que el diablo se apoderaba de su cuerpo. Ya valí madres, y papá no está aquí para que me proteja... o sufra, es lo mismo. Le sonreí algo nerviosa mientras dejaba los zapatos en el suelo y me acercaba hacia ella con los brazos abiertos. Esperaba que al menos recibiera el abrazo, pero... una muleta salvaje golpeó con fuerza mi cabeza.

-¡IDIOTA! ¡¿CÓMO TE ATREVES A SALIR ASÍ DE CASA SIN AVISARME?!- gritó y volvió a golpearme con la muleta, a lo único que yo atinaba era a cubrir mi cabeza con los brazos.

-¡MERY! ¡AYÚDAME!- grité lo más alto que pude, pero ella no apareció.

Solo dos golpes más y ella se detuvo. Levanté la mirada y encontré a Steicy sentada en el suelo, arrojó la muleta lejos y me envió una mirada llena de preocupación y enojo a la vez.

-¿Ya te sientes mejor?- le pregunté mientras trataba de calmar el dolor de cabeza con un pequeño masaje con mis dedos.

-Sí- contestó ella- ¿Ya me dirás en dónde estabas?- me preguntó con curiosidad.

-Estaba metida en un campo, niña- dije con una sonrisa, pero se borró al ver el oscuro semblante que tenía mi hermana. Parece que tengo el poder de cagarla o algo así.

-¿En serio?- me preguntó con los brazos cruzados y con un tono bastante sarcástico en la voz.

-Hermana, lo digo en serio- dije y vi que ella extendía los brazos hacia mí.

Gateé hacia mi hermana y la abracé, pero un golpe más me hizo separarme de ella. Me empecé a rascar la parte afectada y ella me miró junto a un puchero en sus mejillas.

-Eso fue por irte el mismo día de tu cumpleaños sin siquiera avisarme- comentó ella y yo le sonreí a modo de disculpas- Felicidades-

-Gracias...- dije con una sonrisa algo apagada.

-¡Ya estás toda una vieja!- dijo con sorpresa fingida- Son dieciséis, pendeja-

-Ya sé- dije mientras la despeinaba- ¿Cuándo te quitarán ese yeso?- le pregunté mientras golpeaba la superficie dura del objeto.

-En dos días- dijo con un aire de alegría, se nota que ya estaba cansada de andar en muletas.

-¿Y las chicas?- pregunté al no escucharlas en la casa.

-Con su madre- contestó mi hermana.

-¿Los chicos?-

-Ellos están jugando en la casa de Nathaniel-

-¿Y papá?- pregunté algo cansada.

-Trabajando-

-¿Y por qué coño estás sola aquí?-

Viviendo Con Mi HermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora