XVII

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Desperté gracias a la alarma. Abrí los ojos con pereza y los fijé en la ventana. Aún estaba oscuro. Me levanté con desgano y fui hasta el baño que estaba en mi habitación. Me sentía muy débil y con mucho frío. Me desvestí, teniendo sumo cuidado con la herida de mi mano. La vi algo oscura, seguro estaba cicatrizando. Me duché con lentitud y salí para ponerme una camisa blanca de mangas largas, un chaleco sin mangas azul oscuro, unos jeans negros, zapatos negros y me coloqué unos audífonos azul eléctrico en el cuello y el cabello lo dejé suelto, no podía amarrarlo con una sola mano. Oculté mi mano herida con un guante corto sin dedos de color negro. Me puse mis lentes y bajé hacia la cocina. Ahí me encontré con María sirviendo el desayuno. Ella era algo así como mi hermana mayor; me cuidaba, se preocupaba por mí y velaba por mi seguridad.

-Buen día, señorita Rose- me saludó María con una enorme sonrisa, pero se desvaneció al instante.

-Buen día, María- la saludé de vuelta con una sonrisa algo forzada.

-Estás muy pálida- comentó ella acercándose a mí y colocando su mano en mi frente- Y tienes mucha fiebre-

-¿Qué dices? Estoy bien- dije moviendo mi mano de un lado a otro para restarle importancia. En eso, vi que mamá bajaba las escaleras con su vestimenta de trabajo; una falda plisada negra con un chaleco a juego, una camisa blanca y zapatillas puntiagudas negras, con un moño sofisticado en su cabeza y sus lentes negros.

-Señora, la señorita tiene fiebre- le informó María algo preocupada. Ella solo se limitó a mirarme con algo de indiferencia.

-Espero que eso no afecte a tu trabajo- dijo ella y fue a la cocina por una taza de café.

-No, señora- dije y tomé un gran sorbo de jugo de naranja y salí corriendo con mi mochila hacia la puerta principal. Salí a la acera y un vehículo negro abrió una de sus puertas para irnos.

-Buen día, Nely- me saludó el conductor.

-Buen día, Marcos- Marcos es el hermano gemelo de María. Ambos son buenos chicos. Marcos tenía las mismas características físicas de su hermana, pero él era más extrovertido y alegre.

-No te ves muy bien- comentó él acomodando el retrovisor para verme mejor.

-Estoy bien- dije y le sonreí algo forzado. En verdad, me estaba sintiendo algo mal. Pero no iba a dejar de trabajar.

-Bueno... ¿Cuándo nos vamos a casar?- preguntó de forma burlona. Cuando Marcos llegó a trabajar a los dieciocho años, le pedí matrimonio, pero era el juego de una niña de ocho años. Aunque él "aceptó" encantado esa vez. Desde ese día solo me hace esa pregunta.

-Cuando sea mayor de edad, no quiero que vayas derechito a la cárcel- dije riendo y él hizo lo mismo. Cuando estaba con él, el infierno se convertía en un prado de flores.

-Correré el riesgo- seguimos riendo hasta que llegamos al edificio de la agencia de revistas y modelaje The Golden Rose.

Bajé como pude y unas seis chicas me recibieron en la entrada. Me estaban mostrando los dibujos de las prendas. Hice un movimiento con la mano, indicando que hicieran silencio un momento. Caminamos hasta el ascensor y de ahí subimos hasta el décimo piso. Me encontré con las diseñadoras estrellas del lugar y tomé los bocetos y nos dirigimos hacia el salón de pruebas. El leve mareo se hizo presente en mi cuerpo y terminé apoyando mi mano derecha en la mesa de diseño.

-¿Está bien, señorita?- me preguntó una de las diseñadoras.

-Sí- dije y me reincorporé- Traigan a las modelos con el vestuario- pedí para que se olvidaran de ese momento.

Viviendo Con Mi HermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora