Parte 14

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Aún no sé dónde está Johanesburgo, pero al menos he podido saber que este año el Mundial de fútbol se juega allí. El que me tiene más al tanto de estas cosas es mi padre, pero siempre termino haciéndome un lío y no sé si Casillas es defensa o medio centro. A mi padre lo que en realidad le gusta es recordar el pasado, como cuando se empeñó en que fuéramos los dos a visitar al presidente del club. ¡Fue horrible!

Recuerdo que el presidente del club era un hombre que vestía siempre con traje azul. Se dedicaba a construir casas y todo el mundo sabía que tenía mucho dinero. Nos recibió con una enorme efusividad, me pasó una mano por el cuello y me dio dos palmadas en la cara. ¡Casi vomito! Para colmo mi madre se empeñó en que llevara zapatos, que me hacían daño en cualquier punto del pie, con lo que parecía un niño pijo que cojeaba.

—Víctor tiene muchas posibilidades de triunfar, pero hay que tener un poco de paciencia, Andrés —le dijo el presidente.

—Paciencia es lo que nos sobra, lo que no tenemos es resignación —dijo un punto cortante mi padre, lo que el presidente intuyó como un exceso para tratarse solo del padre de un jugador.

—Que no juegue no depende de mí, eso es cosa de los técnicos.

—¡Venga hombre!, que me vas a decir tú ahora que nunca has mediado por un jugador.

Yo empecé a ponerme colorado y deseé que todas mis fuerzas que hubiera un terremoto y nos tragara a todos.

—Venga Víctor, dile tú si te ha sacado —insistió mi padre.

—No metas al niño en esto. Sabes que si yo tuviera que estar pendiente de todos los jugadores que pasan por el club no haría otra cosa. —el presidente se levantó con la intención de que mi padre hiciera lo propio— Mira Andrés, el chico es bueno y eso es lo que importa. —, pero mi padre no se inmutó.

—Pero si no le dais ninguna oportunidad.

—¿Te parece poco que sea titular en un equipo juvenil campeón de liga? —al presidente empezaba a incomodarle la situación, sobre todo por tenerme delante.

—Y por eso no ha jugado un solo minuto en el primer equipo.

—Te repito lo mismo, no depende de mí —el tono del presidente dejó de ser tan cortés.

—Solo te estoy pidiendo que juegue un cuarto de hora, y en un cuarto de hora ya verás lo bueno que es.

—Es que me han sacado de la rueda sin jugar un solo minuto, mientras que Luis ...—intervine yo, pero no me dejó terminar.

—No puedo interferir en eso, en el Club cada uno tiene su cometido. De la misma manera que yo no tolero que nadie meta las narices en la gestión económica, me parece ilícito hacerlo donde no me llaman —el presidente volvió a sentarse categórico.

—Víctor tiene otras ofertas —hay veces en las que decimos las cosas sin pensar y mi padre tuvo la inequívoca convicción de que acababa de meter la pata.

—Tú sabes que eso no es verdad, de todas formas si así lo quieres eres libre de llevártelo, pero no me amenaces.

—Nadie te ha amenazado —trató de justificarse, pero ya la voz se le quebraba.

—Entonces tranquilízate y vamos a dejar las cosas como están.

Se levantó nervioso y con la sensación de quien no ha conseguido lo que se proponía. Ya nos íbamos cuando se volvió.

—Me estáis malogrando al chico y no es justo.

<<.... y así se lo dije, ¿te acuerdas? me estáis malogrando al chico, y él me respondió que no era verdad, que tú tenías mucho talento. Lo pusimos en su sitio, te lo aseguro, vamos que le cantamos las cuarenta. Trató de convencerme de que no hiciera ninguna tontería pero se conoce que ya tenía tomada una decisión, luego vino lo que vino. No sé, lo mismo me precipité, de todas formas ya no tiene remedio...>>

La conversación entre mi padre y el presidente del club la he podido oír más de cien veces y no te exagero. Es de las favoritas de mi padre, por eso mi hermana lo corta si está presente, porque ella sabe algo sobre mi condición de zombi y no quiere que me aburra más de lo necesario.


Cuando sea mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora