Parte 17

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—¿Y cuando no tenga otra cosa qué va a comer, balones? —mi madre no estaba especialmente entusiasmada con el giro que estaban tomando las cosas: sin equipo, sin escuela, sin trabajo y todo el día dándole patadas a un balón.

Yo por mi parte permanecía ajeno a la discusión y me preguntaba cómo estaría Manolo. Me hubiera gustado subir a su casa y disculparme, pese a no saber muy bien de qué, pero no me atrevía. Por primera vez me sentí cercano a él como si de verdad fuera mi mejor amigo, y experimenté en mi interior el pesar sincero por lo ocurrido el día pasado. Volví la cabeza a las ventanas de la casa con la esperanza de encontrar a Manolo asomado a una de ellas, pero aquella tarde parecían más cerradas que nunca.

Y entonces se produjo la llamada: los del club de segunda B me hacían una oferta. Aquello fue el preludio de largas jornadas de preocupación en las que a mi madre se le escapó más de una lágrima. Las dudas, los nervios, los miedos ocultos, hicieron que se comiera poco en mi casa y fueron culpables de algún retortijón de barriga imprevisto. Finalmente tomé una decisión: aceptaba. Iba a ser solo una prueba, pero hablaban en serio. Ofrecían poca cosa: alojamiento en una residencia de estudiantes y calderilla para mis gastos. Sería el precio por convertirme en un profesional.

—Ten en cuenta que por algo se empieza, y seguro que conoces a mucha gente —me reconoció mi padre ante la tibia respuesta de mi madre.

—Pues por lo que te pagan te colocas de reponedor en el supermercado de Agustín.

—Puede ser —terminé la conversación y fui a levantarse de la mesa, pero mi madre me cogió con fuerza de la muñeca. Hubo un pequeño intento de forcejeo que se saldó con victoria de ella, que consiguió que me sentara de nuevo.

—Solo quiero lo mejor para ti —me confesó con amargura y me soltó, y yo me quedé de nuevo con la duda de si mi madre me quería de verdad o no. Ahora me gustaría decirle que no lo pensaba en serio, pero hace tanto tiempo que no sé nada de ella ... He pesando mucho en lo que ocurrió después de que yo me convirtiera en zombi, y nunca entendí que hubieran dictado una orden de alejamiento. ¿Alejarla de mí, por qué?

Cómo te echo de menos.



Cuando sea mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora