Parte 31

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Y eso es todo. Así fui como me convertí en un zombi. Estoy vivo porque pienso, pero estoy muerto porque mi mundo se reduce a este estado de conciencia. Ojalá pudiera ir por ahí mordiendo a la gente y que también se convirtiera en zombis, aunque no debes hacerme mucho caso.

Tardé bastante tiempo en saber dónde estaba y cuál era mi situación, que se llama "estado comatoso en tercer grado". Después he sabido que una maraña de tubos me salen de la boca, del pulmón, y de la vejiga. Parece que son los que me mantienen con vida, atado a la cama de un hospital.

Al principio era complicado saber qué ocurría en mi cerebro, pero poco a poco me fui dando cuenta de que me conectaba al mundo como quien enciende un ordenador. Y como quien lo desconecta, también perdía el contacto conmigo mismo. On-Off. Es así de simple.

El caso fue que un día recordé que el día anterior había estado consciente, y a ese día lo llamé día número uno. Y después hubo un día dos, un día tres y cuatro. Si no he perdido la cuenta creo que son 2765, lo que suma un total de siete años, que sumados al tiempo de inconsciencia pueden ser, no sé, más de 8, 9 quizás. ¡Tengo veinticinco años o más!

Sobre más o menos el día 780 algo cambió definitivamente y noté una vibración. Cada día las notaba un poco más, hasta que un buen día oí la palabra "escara", que no sé lo que significa, porque no tengo un diccionario a mano. La verdad es que me asusté mucho, pero como no podía hacer otra cosa me contenté con dejar que las palabras se adentraran en mi oído. Luego vinieron los largos monólogos de mi padre, y la voz de mi madre que hace ya tanto tiempo que no oigo. También llegaron las voces de Manolo, de vecinos y familiares, de Pedro, el de la pizzería y no sé cuántas más. Voces a las que les ponía rostro, como esa chica tan simpática que me baña una vez a la semana y me habla como quien se dirige a una planta. Es buena gente. Después se incorporó Lucía con sus cuentos, sus historias y sus tonterías al oído. Yo creo que es la única que sabe que soy un zombi. Gracias a ella he aprendido vocabulario nuevo, pues es muy pesada y me lee muchas veces la misma historia.

El caso es que gracias a todas esas voces he ido reconstruyendo mi historia, aunque para no mentirte te diré que no sé si todo lo que cuento es verdad, pues yo creo que me he inventado algunas cosas. De todas maneras va a dar lo mismo.

Te mentiría si te dijera que no temo a la muerte. La temo y la deseo, la he deseado con toda mi alma, pero como ya pasé por esa fase mejor te ahorro los detalles desagradables. Ahora solo espero pacientemente que ella me lleve, o que algún alma caritativa de apiade de mí, pero para qué te voy a engañar, lo creo poco probable.

Eso fue lo que le pasó a mi madre, que no pudo soportarlo más.

Cuando sea mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora