Parte 27

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            Creo que es la primera vez que España juega la final de un Mundial. Cómo han cambiado las cosas. Me pregunto si Luis estará convocado, pero la verdad ya me da igual.

Después de que ganara el partido que le costó un dineral a la mayoría de mis compañeros, la situación se había vuelto insostenible. Recuerdo un día que vegetaba en mi habitación sin hacer nada y oí la llave en la puerta. Solo por la manera en la que mi padre introducía la llave ya sabía cuál era su estado de ánimo. Pegué el oído a la puerta de mi dormitorio y escuché de nuevo el rosario de todos los días.

—¿Cómo está? —preguntó mi padre.

—En su cuarto —dijo mi madre con esa pesadumbre cansina que se apodera de la voz en momentos difíciles.

—Mañana tenemos una reunión con un periodista, se van a cagar vivos. Lo he hablado con el abogado del hospital y me ha dicho que esto es un escándalo.

Luego mi madre dijo algo que no entendí y se hizo un silencio que rompió un sollozo que yo atribuí primero a Lucía, pero que inmediatamente deduje que era de él. Mi padre estaba llorando.

—No podemos seguir así, Andrés. Tienes que hablar con él, cuando las cosas no pueden ser es mejor dejarlas y ya está. —intentaba mi madre consolarlo.

—Ahora que todo iba mejor, maldita sea —dijo entre sollozos.

—Es un chico fuerte, pero tienes que hablar con él, esto ya no tiene vuelta atrás.

—Si tú supieras lo bueno que es. Se concentra en el campo como ninguno, ve las jugadas antes que los demás, desde que era un crío. No hay quien le gane en el medio campo, solo necesita una oportunidad de verdad, un poco de suerte. ¿Es que no te acuerdas de lo que decía el entrenador cuando jugaba en los alevines?: no he visto nada igual, es el mejor con diferencia, dijo, con diferencia, mejor que Manolo y que Luis.

—Pero yo solo quiero...

—El periodista dice que ...

—Dime cuántas cosas más pueden torcerse. Hay días que he deseado con toda mi alma que tuviera una lesión como la de Manolo para que lo dejara de una maldita vez. Imagínate qué clase de madre, que desea que su hijo ....

El timbre me hizo retirar el oído de la puerta. Era Manolo.

Tardó al menos tres minutos antes de entrar en mi habitación, en los que supuse que había estado hablando con mis padres. Lo recibí acostado en la cama y no respondí a su saludo inicial.

—Si quieres me voy –me dijo.

—Te han dicho mis padres que vengas.

—No, he venido yo porque he querido.

Noté lo mal que olía la habitación y me sentí avergonzado de estar todo el día allí encerrado

—Estoy trabajando en una pizzería, no pagan mucho pero es lo mejor que he podido encontrar —continuó Manolo.

—¿Para eso has venido?

—Si quieres me voy —insistió buscando una respuesta a la que siguió un silencio— También entreno a unos chavales por las tardes, podrías ayudarme, si te apetece.

—Estoy harto de que me digan lo que tengo que hacer.

—Es mejor que dejes de lamentarte por lo que te ha pasado, ya no tiene remedio y nadie va a venir a ayudarte.

—Mejor.

—Tú verás, pero el fútbol no lo es todo ¿O es que crees que a mí no me jode, que no me hubiera gustado seguir jugando?

—Te han dicho mis padres que vengas, seguro —añadí con un punto de mala leche.

—A ti lo que gusta es que te tengan lástima . Me voy. Cuando quieras hablar ya sabes dónde encontrarme.

No se despidió, y yo seguí en la penumbra maloliente de mi cuarto, recreándome, como si fuera una película que le ocurriera a otro, en los golpes que me dieron al terminar el partido, en la intervención de la policía, en los gritos, los insultos. ¡Qué te voy a contar!, la que se lió cuando terminó el partido y llegamos a los vestuarios. Sin embargo, notaba un cambio, pues, por primera vez desde hacía mucho tiempo, empecé a sentirme extrañamente bien conmigo mismo.

¿Te imaginas que fuéramos campeones del mundo?


Cuando sea mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora